domingo, 16 de diciembre de 2007

La Grulla

Un lujoso auto se detuvo ante la escalinata del casino.
El chofer uniformado salio presuroso y abrió la puerta trasera, una mujer elegantemente peinada, vestida y perfumada salió, como una diosa comenzó a ascender las escaleras, ante la mirada sorprendida y admirada del hombre que permanecía con la manilla de la puerta en la mano sin atreverse a cerrarla, deseba con toda su alma correr tras ella y decirle... pero no se atrevía, ella podría ofenderse y bajo ningun concepto deseaba importunarla, por eso optaba por mordese la lengua, y contener los furibundos deseos de matar a cada uno de los transeuntes que mancillaban con sus ojos la imagen de la mujer hasta que se perdia en el interior.
Cuando “ella” hizo su aparición en la sala de ruletas, un murmullo la acompaño hasta su asiento, estaba tan acostumbrada a producir ese efecto, que no lo advertía. Su inmensa fortuna unida a su enorme belleza, le confería un halo de distancia con el resto de los mortales, que ella fomentaba manteniéndolos a ralla con su hermosa y fría mirada. Después de dos horas en la misma mesa, decidió probar suerte en otra, se levantó con la majestuosidad de una reina y nuevos murmullos a su alrededor.
De vuelta a su lujosa mansión, ante los enormes espejos de su vestidor que le devolvían su bella imagen desde todos los ángulos posibles, un aterrador grito se escapo de su garganta ¡OH, NO, POR DIOS, NO PUEDE SER! ¡OTRA VEZ NO!.
La retaguardia de su carísimo, elegantísimo y sutilísimo vestido, estaba totalmente introducido en el interior de su finísima lencería bragil, dándole a su espectacular trasero una apariencia de culo de ave que unido a sus maravillosas y largas piernas totalmente al descubierto, le conferían el aspecto de una zancuda. ¡UNA GRULLA! así es como se la conoce en el casino.
Extraído de: www4.loscuentos.net

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