Dice un refrán muy conocido: "En lunes ni las gallinas ponen". Y sin embargo yo pondré mañana aquí -no en el sentido gallináceo, claro, sino en el literario, cuyo valor comparativamente es un poco más alto- el execrable chascarrillo conocido con el nombre de "Tanto monta, monta tanto...". Ese relato es ciertamente el de más subido color y menos sentido de la urbanidad de cuantos aquí han salido a la luz pública en el año que se va. Doña Tebaida Tridua, encargada de la moral de las costumbres, leyó el citado cuento y sintió al punto un raro escalofrío que le corrió desde la supraspina al cóccix. Tras eso sufrió un ataque súbito de tricomicosis rubra, extraña forma de sudoración color púrpura que se produce en las zonas capilares del cuerpo, muy semejante en los síntomas a la siriasis, forma hiperpirética de insolación. No digo que mis cuatro lectores experimentarán un accidente igual, pero sí advierto sobre los riesgos que para la salud del alma puede traer consigo la lectura de esa vitanda narración. No se la pierdan, al fin que la salud del alma comoquiera va y viene...
Birjano Fullérez era un crupier famoso de Las Vegas. Se jactaba de conocer los juegos de azar de todos los países del mundo; no solamente los juegos conocidos -póquer o black jack- sino también otros tan antiguos como el tute, la brisca, el julepe, tresillo, whist o mus; tan exóticos como el mah-jong, el chemin-de-fer o el ecarté; o tan clásicos como el bridge, el 30 y 40, el backgammon, la canasta uruguaya, el punto y banca, el faraón y el bacará. Tahúres de todo el mundo lo buscaban para desafiarlo, y le proponían los juegos más extraños que es dable imaginar. A más de conocerlos todos Fullérez los jugaba con magistral habilidad, y acababa por vencer siempre a sus contrarios. Cierto día se le presentó un paisanito mexicano llamado Pancho el Garitero, y lo retó también. "¿Cuál es su juego?" -le preguntó Birjano. Respondió Pancho: "Es el currinchunfláis con baraja americana". Jamás había oído el gran crupier el nombre de ese juego, pero ningún gesto alteró el hieratismo de su rostro de tallador profesional. "Muy bien -dijo a Pancho al tiempo que le entregaba el mazo de cartas, para mejor disimular-. Usted reparte". Pancho barajó los naipes; le dio cinco cartas a su adversario y se dio cinco él. Mira Pancho sus cartas y de inmediato exclama con triunfal acento: "¡Currinchunfláis!", y toma las fichas que Birjano había apostado. Le toca a Fullérez repartir, y a fin de no dar a conocer su ignorancia en aquel juego hizo lo mismo que el mexicano: le dio cinco cartas y tomó otras cinco para sí. Revisa Pancho su juego; prorrumpe otra vez con alegría: "¡Currinchunfláis!", y vuelve a tomar las fichas de su rival. Birjano, recelando ser víctima de algún engaño, decide adelantarse al Garitero. Cuando Pancho le reparte sus cinco cartas las mira y exclama en son de triunfo: "¡Currinchunfláis!". Y alarga las manos para tomar las fichas. Revisa Pancho las cartas de Birjano y le dice mostrándole las suyas (sus cartas): "¡Momento! Par de doses mata currinchunfláis"... (Este chiste me lo contó hace 30 años Ricardo Mier Ayala, amigo de toda la vida, a quien desde aquí envío un saludo lleno de afecto y evocaciones gratas) ... FIN.
Fuente: Catón - elsiglodedurango
Fuente: Catón - elsiglodedurango
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