domingo, 16 de diciembre de 2007

En el Casino de Mar del Plata

No es fácil escribir esto, pero necesito hacerlo para desahogarme, para darme cuenta que es algo imposible que ocurra.
Sé que al leer esto que me ha pasado, me daré cuenta de lo ridículo que resulta creer esta historia y es por eso que la escribo. Se la mostraré a mis amigos, a mis familiares, quienes se reirán a carcajadas y seguramente algunos moverán la cabeza como diciendo “este hombre cada día está mas loco”. Pero esto me servirá para reírme de mi mismo y convencerme que nada de esto ocurrió.
Todo empezó hace apenas una semana. Terminaban mis vacaciones en Mar del Plata y como me sobraban algunos pesos, decidí ir con unos amigos a jugar un rato en el Casino. Me gusta probar suerte en el Punto y Banca y también en la Ruleta. Mis amigos se dispersaron por ahí en los salones de juego y yo me senté en una mesa de Punto y Banca. Frente a mí, estaba sentada la mujer más linda que había visto en años. Se dio cuenta que la observaba casi con descaro y me sonrió. ¡Me sonrió! Me sobresalté. Es muy raro que me sonría una mujer. Debe ser por lo feo que soy. O porque a mí me cuesta mucho sonreír y parezco un oso gruñón y con cara de pocos amigos. Pero los que me conocen bien, saben que soy un dulce.
Contesté a su sonrisa, quitando de mi rostro la mueca de “comiendo un limón” que me caracteriza y entreabrí mis labios y le mostré un canino y el primer molar. Aparté un par de fichas que previamente había cambiado y las aposté a Punto.
Ella movió la cabeza negativamente, siempre sonriendo y entendí el mensaje. Antes que el pagador dijera —No va más— las retiré y las aposté a Banca. Justo salió Banca.
Le agradecí por el consejo a la hermosa mujer, agregando un incisivo a mi sonrisa.
Ella me señaló que no retirara mi apuesta y así lo hice. Volvió a salir Banca. Me ví obligado a sonreír un poco más y siguiendo los ojos de ella que me indicaban que apostara a Punto, así lo hice. Volví a ganar.
Me sentí un poco incómodo. No es agradable jugar siguiendo los consejos de otro.
Me volvió a indicar Banca y volví a ganar. Me indicó Punto y Punto salió y el croupier me dio el excedente, porque mi apuesta ya superaba el límite permitido.
Creo que estuve ganando como media hora sin parar, siempre siguiendo las indicaciones de ella.
Tenía frente a mí un montonazo de fichas. Se me acercó un amigo y me felicitó y le entregué la mayoría de las fichas para que me las cambiara en la Caja, por hermosos y crujientes billetes. Me paré de mi asiento y me acerqué a la damita en cuestión y la invité a ir a tomar algo…
Fuimos al Bar del Casino y ella pidió una copa de champagne. Yo, por mi parte , bebí una simple cerveza que me supo maravillosa al estar en semejante compañía.
De una conversación trivial, pasamos a las confidencias y supe que ella había sufrido mucho, porque perdió a su familia y a su novio en un terrible accidente de aviación.
Creo que fue entonces cuando me dí cuenta que estaba enamorado de esta desconocida.
Deseaba de todo corazón protegerla, ayudarla y consolarla en sus penas. Tomando sus manos entre las mías, me animé a decirle lo que sentía. En sus ojos brillaron dos estrellas…
En ese momento se acercó mi amigo que me traía el dinero de las fichas.
—¿Qué haces acá solo como un perro, en lugar de estar festejando con tus amigos?
—¿Cómo que solo? ¿Y a la señorita no la contás? —le contesté irritado…
Ella sonreía en su silla, con la copa de champagne en la mano de la cual bebía a pequeños sorbos.
Mi amigo me miró asombrado, mientras yo se la presentaba.
—¿Qué estás bebiendo? —me preguntó tomando mi botella de cerveza, examinándola y oliendo su contenido.
Ella, mi dulce amor, mi damita de la Suerte, había desaparecido.
Mi amigo y los demás se rieron a carcajadas cuando les conté la historia. Para peor mi amigo aseguró que me observó de lejos como yo hablaba y gesticulaba solo.
Me arrastraron, prácticamente al Hotel, donde me acostaron e hicieron guardia junto a mi cama hasta que me dormí.
Entre sueños escuché que uno de ellos decía mientras colgaba mi ropa:
—¡Miren, lo que tenía en el bolsillo! ¡El loco se afanó del Bar una copa de champagne! Si por lo menos hubiera traído una limpia. ¡Esta tiene una marca de lápiz labial!
Me quedé dormido…
Extraído de: loscuentos.net

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