viernes, 7 de marzo de 2008

Lucky abusó de su suerte en Cuba

Cuba - Aún hoy constituye un enigma el punto de llegada a Cuba del capo di tutti i capi. Lo cierto es que Charles Lucky Luciano se las arregló para llegar a la mayor de las Antillas una fría mañana del mes de octubre de 1946.
¿Aeropuerto militar de Columbia en La Habana o aeropuerto internacional de Camagüey? Aún hoy constituye un enigma el punto de llegada a Cuba del capo di tutti i capi. Lo cierto es que Charles Lucky Luciano, desde que regresó a su Sicilia natal tras su deportación de los Estados Unidos, y consciente de que la lejanía quebrantaba su autoridad como jefe supremo de la mafia en Norteamérica, se propuso acortar la distancia que lo separaba de su escenario natural y se las arregló para llegar a la mayor de las Antillas una fría mañana del mes de octubre de 1946. A solo unos meses de su salida de la cárcel neoyorquina, entró a Cuba portando un pasaporte legal bajo el nombre de Salvatore Lucania. Su lugarteniente en La Habana, Meyer Lansky, le había conseguido un permiso de estancia por seis meses.
Así, con el beneplácito de las más altas autoridades políticas de la Isla, el Don encontró en La Habana, y en el desgobierno y la corrupción imperantes, el sitio ideal para instalar su estado mayor, bajo la fachada de un próspero hombre de negocios italiano. Sus verdaderos intereses eran el tráfico de drogas, el juego y el mercado negro, entre otras actividades que algunos miembros de la mafia habían logrado establecer y expandir en Cuba desde los tiempos de la Ley Seca, y que florecían al calor del relajo oficializado por el presidente Ramón Grau San Martín.
Tan impunes se sentían aquí, que Luciano convocó una reunión cumbre de las más poderosas familias mafiosas norteamericanas. Para ello, el Hotel Nacional, el más importante y mayor del país, fue reservado en su totalidad desde el 22 hasta el 26 de diciembre de ese propio año. Unas quinientas personas entre capos, consiglieri, guardaespaldas, abogados, familiares y amigos dispusieron exclusivamente de la exquisita instalación para discutir acerca de sus áreas de influencia y sus planes de expansión, y para disfrutar de una estancia inolvidablemente placentera. La ilegal cita se justificaba con el supuesto homenaje que el acaudalado Lucania quería rendirle a Frank Sinatra, en pleno éxito de su carrera artística, quien viajaría a La Habana acompañado de sus admiradores.
Al Don le fue muy fácil alternar con la alta sociedad habanera. Vivía en una residencia situada en el aristocrático reparto de Miramar, y exhibía su elegancia desde un auto deportivo en compañía de su chofer, sus guardaespaldas y sus indiscretas amantes, con las que frecuentaba los principales cabarets, casinos y otros lugares públicos como el hipódromo Oriental Park. Los jueves, en su casa, agasajaba a sus influyentes amistades preparando él mismo las pastas, las que ofrecía a sus invitados, acompañadas de exquisitos licores.
El exhibicionismo de Lucky facilitó el terreno a sus propios enemigos dentro de los Estados Unidos, quienes veían amenazados sus grandes negocios. Las autoridades norteamericanas exigieron a las cubanas su inmediata deportación a Sicilia. A pesar de la resistencia inicial del Gobierno, a los pocos días Grau cedió a las fuertes presiones del Norte y Luciano fue detenido mientras desayunaba en un conocido restaurante habanero y obligado a regresar a Italia, a finales de marzo de 1947, en el barco turco «Bakir».
Fuente: solysonmagazine - Nesy Núñez

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