USA - ¿Podéis imaginar a alguien conducir hacia Las Vegas en 1992 con 50$ en el bolsillo, pedir 10.000$ prestados para jugar Razz y Seven Card Stud 200-400$, y en seis meses transformarlo en una fortuna de 17.000.000$ jugando a billar, a póquer y a los dados? ¿Y en vez de guardar todo ese dinero en el banco, decidir jugar muy fuerte y transformar su banca en más de 40.000.000$, antes de perderlo todo de nuevo en 1995? Os presento al jugador más grande del mundo, Archie Karas. Viajaremos a través de la memoria para recordar la historia del apostador más legendario que ha pasado por Las Vegas. ¡Abróchense los cinturones!
Esta historia es cierta, y merecería ser plasmada en un bestseller primero y luego en una película de Hollywood. Archie Karas, un inmigrante griego, nació como Anargyros Karabournotis. Se crió en la ciudad de Antypata, en la isla griega de Kefallonia, en el mar jónico entre Italia y Grecia. Aquella isla estaba formada totalmente por rocas, con poco terreno fértil para el cultivo. Su gente dependía de la lluvia para tener agua, ya que casi no había otro tipo de agua disponible.
El padre de Archie, Nickolas, construía casas desde la primera piedra. Trabajaba duro y era un albañil con talento, pero trabajaba en pueblos muy pobres y apenas sacaba beneficios, a duras penas le llegaba para mantener a su propia familia. La pobreza predominaba en aquella época. Como Archie contó: "A veces tenía que jugar a canicas por dinero, y cuando lo hacía necesitaba una mano muy firme".
Hace poco Archie vino a visitarme a mi casa en Las Vegas para hablar de sus modestos inicios, y en un momento de profunda reflexión me comentó: "Tommy, se me pone la carne de gallina sólo de pensar en aquellos días de mi juventud en que tenía que apostar jugando a las canicas para ganar dinero. En aquellos tiempos la moneda era el dracma, y hacían falta 30 dracmas para hacer un dólar. Así que ganar dos dracmas y medio significaba poder comprar media rebanada de pan para engañar al hambre ese día".
Un día Archie y su padre tuvieron una gran pelea mientras Archie le ayudaba en una obra. Archie odiaba trabajar con cemento y le dijo a su padre que las quemaduras iban a destrozarle las manos algún día. Su padre estalló y empezó a despotricar, tan exaltado que terminó tirándole una pala con fuerza a la cabeza, fallando sólo por unos centímetros. Para Archie esto fue la gota que colmo el vaso, y se escapó de casa a la edad de 15 años para no ver a su padre nunca más. Cuatro años más tarde su padre falleció de cáncer.
Hoy en día Archie Karas tiene 57 años y vive en Las Vegas, Nevada. El resto de su familia sigue viviendo en Grecia. Su madre, Mariana, tiene 87 años. Pete, su hermano mayor, tiene 63 años y es el dueño de un restaurante. Helen, su hermana mayor, es ama de casa y su hermana menor, Dionysia, de 45 años, es profesora. Archie se mantiene en contacto telefónico con su familia, e intenta viajar a Grecia al menos una vez al año. Cuando Archie nadaba en dinero trajo a su madre un par de veces a Las Vegas de visita de seis meses. Sus hermanos también le han visitado, ¿Y podéis imaginar la reacción de su familia cuando vieron lo rico que era? ¡Estaban asombrados de la cantidad de dinero que tenía en sus múltiples cajas fuertes! ¿Qué madre o familia no lo estaría?
Comenta Archie: "Me siento afortunado de tener una familia que me sigue apoyando. Me he dado cuenta a través de otros casos que han sufrido los mismos altibajos en la vida que yo, que los lazos familiares acostumbran a evaporarse. Tanto cuando llegué a la cima como cuando caí estrepitosamente mi familia estuvo ahí. Mi madre me aconsejaba a su manera, en forma de un poema griego, que básicamente dice Cuando eres una montaña y la nieve se derrite una vez al año, siempre quedan en tu camino dos grandes ventiscas que te destrozarán. Siempre ha sido muy sabia, y aún así me dio la libertad de vivir como yo deseara. Siempre la he querido por eso y todavía la quiero".
Fijaos lo que le sucedió a Archie después de abandonar su hogar a los 15 años…
Archie pasó los dos años siguientes trabajando en barcos y cargueros, ganando unos 60$ al mes, casi siempre como camarero, hasta que un día su navío atracó en Pórtland. Tras dos años en el mar, esta era la primera vez que alguno de los barcos en que navegaba paraba en los Estados Unidos. Con gran esperanza y determinación, aquel chico de 17 años intentó hacer sus sueños realidad. Vulnerable y solitario, no hablaba ni una palabra de inglés cuando llegó. Se las arregló para llegar a Los Ángeles, donde empezó a trabajar como camarero en un restaurante. Tuvo que aprender a hablar inglés por su cuenta. Hoy en día Archie habla tres idiomas con fluidez: griego, inglés y español.
Sorprendentemente, este fue el único trabajo que necesitó, ¡ya que a los 18 ya no necesitaba trabajar más! Justo al lado del restaurante había una bolera y un salón de billar, y Archie se transformó en un gran jugador de billar, buscándose la vida para organizar partidas, donde acabó ganando más dinero que sirviendo mesas. Al acaudalado propietario del restaurante el encantaba jugar a billar. Y aunque no era rival para ese camarero de 17 años, le encantaba la acción. En muy poco tiempo Archie le sacó una gran cantidad de dinero, y encontró a otros primos, no sólo en el salón de billar, sino también en las partidas de póquer que se disputaban en la trastienda. Desde el principio Archie tuvo talento para las cartas, y amor por el riesgo en las venas.
Cuando empezó la escasez de victimas en el salón de billar parecía muy claro que necesitaría mirar hacia los niveles altos de las partidas de póquer en LA para continuar la racha. Al principio Archie pensó que una banca de 10.000$ sería suficiente para toda su vida. Con su tendencia natural a apostar fuerte en todo momento cambió esa cifra por 50.000$ primero, 500.000$ luego y finalmente 1.000.000$. De los 20 a los 40 años Archie fue conocido por ganar y perder un millón de dólares como cincuenta veces, casi siempre en el área de Los Ángeles. Cuando se arruinaba siempre encontraba algún patrocinador para empezar de cero. Como decía Archie: "¡Un día puedo estar conduciendo un Mercedes y al día siguiente estar durmiendo en él!"
Una de las extrañas cualidades que Archie siempre poseyó era su deseo de jugar en los límites más altos con los mejores jugadores. Al contrario de la mayoría de nosotros, nunca tenía miedo en la mesa. Archie comenta: "No le doy valor al dinero. Las cosas que quiero el dinero no puede comprarlas: salud, libertad, amor y felicidad. No tengo miedo y juego sin temor a perder. Incluso cuando era un niño en Grecia no tenía miedo de jugármelo todo, fuera a las canicas o a cualquier otra cosa".
El estrés de estar en tal montaña rusa con tan grandes altibajos terminaría con la mayoría de nosotros, pero no con Archie. Él siempre ha sentido que no importa lo grande que sea el agujero en que se encuentre, ya que tiene el talento y el coraje para salir de él. En diciembre de 1992 Archie perdió 2.000.000$ jugando a póquer en los límites más altos. Con tan sólo 50$ en su bolsillo Archie decidió reevaluar su situación, y decidió que tenía que dar un paso adelante e ir a Las Vegas a jugar más fuerte. Estaréis de acuerdo en que la mayoría de nosotros consideraríamos que nuestra mejor opción sería echar el freno y bajar de límites para reducir nuestros riesgos. Archie está hecho de otra pasta, y sólo jugando fuerte disfrutaba de ese chute de adrenalina. Es uno de esos raros y genuinos apostadores que siempre creyeron que su destino era ser el mayor jugador que el mundo haya presenciado. Con esa mentalidad, y sólo 50$ de banca y el depósito lleno de gasolina, cogió la Ruta 15 hacia Las Vegas.
Lo siguiente que ocurrió es tan increíble que desafía a la lógica. Estaba preparado para comerse Las Vegas, pero Las Vegas no estaba preparado para alguien como Archie. El primer casino en el que entró con su ridícula banca de 50$ fue el Binion's Horseshoe, donde se estaba disputando un torneo junto con muy buenas partidas de cash paralelas. Mientras escudriñaba el lugar Archie vio a un jugador de póquer muy acaudalado que conocía el talento de Archie para jugar a Razz o Seven Card Stud. Tras aquellos impresionantes altibajos de Los Ángeles, ¿quizás era éste el momento de su vida donde pondría en marcha algo histórico? Nadie del lugar le conocía, ¡pero Archie Karas estaba a punto de hacer algo impensable!
Recordad, Archie acababa de perderlo todo, hacía sólo un par de noches, con ese gran percance de 2.000.000$ en LA. La confianza de cualquier otro ser humano estaría por los suelos, pero no la de Archie, con unos nervios de acero y la seguridad de que no podía perder.
Archie pidió a su amigo 10.000$ para jugar en la partida de Razz de límite 200/400$. En realidad nadie jugaba a Razz tan bien como Archie, y se levantó de la mesa con el triple de dinero en tan sólo tres horas. No tardo en devolverle al feliz inversor sus 10.000$ más el 50% de los beneficios. En aquel momento Archie volvía a jugar para sí mismo, y su leyenda en Las Vegas estaba lista para ser escrita.
Hace poco asistí al funeral de Chip Reese. El gran número de amigos y jugadores que asistieron fue tan emocionante como inspirador. Si no lo conociera, hubiera pensado que Archie Karas era familia suya, ya que lo vi hablar, saludar y darle la mano a muchas personas en la puerta principal y en el lobby. Sin embargo yo sabía que estaba allí para rendir homenaje a su colega Chip. Irónicamente muchos de los invitados y jugadores de póquer no tenían ni idea de quién era Archie, ya que su racha tuvo lugar hace 15 años.
Lo cierto es que varios de los jugadores de póquer de límites altos no hablaron con Archie cuando se quedó en la bancarrota. Varios de los grandes jugadores que intentaron enfrentarse a él cara a cara jugando tales límites pronto aprendieron que Archie era demasiado temerario y demasiado difícil de manejar. Archie quería jugar en límites tan altos que sacaba literalmente a la mayoría de jugadores de su zona de confort. No obstante, aquí estaba Archie para decirle adiós a Chip, para mostrar su más profundo respeto por la persona y por el adversario que era en la mesa. Archie veía a Chip como el gran gladiador que había sobrevivido 30 años jugando límites altos.
Mientras observaba a Archie una idea cruzó mi cabeza. No había nadie en aquel funeral capaz de derrotar a Chip en una mesa de póquer, nadie excepto Archie Karas. No estaba allí para regocijarse, sino para rendir homenaje a Chip como el resto de nosotros.
Cuando me dirigía al parking tras el funeral vi una figura caminando hacia su coche. Cuando me di cuenta de que era Archie fui a hablar con él. Nadie había tenido tantas experiencias con Chip en el mundo entero. Nadie en el planeta le sacó maás dinero a Chip jugando cara a cara o límites altos de póquer que Archie. En el parking me dijo: "Tommy, de todos los rivales con los que he jugado, y he jugado con todos los grandes, Chip tenía más clase que todos ellos juntos".
A pesar de no ser amigos íntimos, aquí estaba Archie para mostrarle su respeto con una silenciosa reverencia, que pasó casi inadvertida por la multitud, ignorante de quién se trataba. Tras arruinarse, paso a segundo plano una docena de años con la esperanza de no ser vetado de los casinos. Para los casinos Archie era un peligroso y temerario jugador, ¡uno de esos capaz de ganar no sólo unas migajas, sino el pastel entero!
Archie decía que: "El póquer da la oportunidad de ganar dinero, pero es un trabajo más duro. Puedo ganar de 1.000.000$ a 4.000.000$ jugando de diez a treinta minutos a los dados, mientras que puede llevarme 24 horas transformar un millón en dos millones jugando a póquer cara a cara. Es un trabajo agotador, lo hago porque me encanta jugar a póquer".
Archie compara su historia con la de Chip y defiende su estatus de campeón, contra sí mismo, defendiendo su propia vida en la arena romana. La impresionante historia de Archie entre 1992 y 1995 es una historia digna de ser contada, incluyendo sus impresionantes batallas contra el rey, Chip Reese. En las próximas columnas podréis disfrutar más de la historia. Así que como dije al principio, ¡Abróchense los cinturones y no se pierdan la segunda parte!
Fuente: Mike Sexton - pokernews
martes, 25 de marzo de 2008
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