Mónaco - Llegó al medio siglo de vida como un soberano respetado y admirado en Mónaco, pero soltero y sin haber garantizado aún su sucesión.
El perfil tranquilo y algo tímido de Alberto II de Mónaco esconde a un diplomático seguro, un estratega, que, desde que asumió el cargo de más alto rango en el principado, hace casi tres años, ha sorprendido a más de uno.
Su padre, el príncipe Rainiero, y su madre, la actriz estadounidense Grace Kelly, dieron lustre y glamour a Mónaco, mientras que sus hermanas Carolina y Estefanía, se encargaron de dar de qué hablar por sus amoríos.
A la sombra de todos ellos Alberto se ocupó de estudiar y de formarse para suceder un día a su padre, lo que ocurrió en abril de 2005, con la muerte del veterano jefe de Estado.
El viernes 14 de marzo, este príncipe que hoy se esmera por dar un giro positivo a la imagen de su país, cumplió 50 años.
El soberano del pequeño Estado de la Costa Azul, aún soltero, trabaja duro en la nueva estampa del lujoso Mónaco. Su meta: convertirlo, dado que hasta ahora se ha destacado sólo por ser un paraíso fiscal, en un sitio ideal de política ecológica y de investigación comprometida con la salud mundial.
Y por eso es que Mónaco cada vez ocupa menos titulares de la prensa amarilla, pues el príncipe también ha logrado que se reduzcan considerablemente los incansables chismes en torno a su vida privada. Su método, muy sencillo, consistió en demandar regularmente a las revistas del corazón.
Actualmente, el único tema de especulación pendiente en Mónaco es su posible casamiento con la nadadora sudafricana Charlene Wittstock. Ya hace meses que la deportista vive en el pequeño país mediterráneo.
No es la primera vez que la prensa oye campanas de boda alrededor del soberano, pero hasta ahora los augurios nunca se cumplieron. Lo último que se afirmó era que Alberto podría casarse en secreto con la belleza rubia justo el día de su cumpleaños, lo que no sucedió. Mientras tanto, Alberto cumplirá tres años al frente de la pequeña nación sin haber garantizado su sucesión.
Sus preocupaciones
Durante décadas, Albert Alexandre Louis Pierre de Mónaco, Marquis des Baux, estuvo a la sombra de su padre, Rainiero III, que falleció el 6 de abril de 2005.
Por ese entonces, pocos esperaban que este galán de revista y amante del deporte, que participó en varios Juegos Olímpicos de invierno en la categoría de bobsleigh, en distintas competencias de 17 disciplinas deportivas y en un Rally Paris-Dakar, sería un hábil mandatario.
Hoy en día, el príncipe de la casa Grimaldi viaja por todo el mundo persiguiendo temas del medio ambiente: en 2006, partiendo desde Rusia, Alberto recorrió 100 kilómetros en un trineo tirado por perros en dirección al Polo Norte. Quería llamar la atención sobre el calentamiento global.
Como primera medida tras asumir su cargo, el príncipe ratificó el Protocolo de Kyoto. “El medio ambiente es nuestro bien común. Protegerlo es nuestro deber”, así reza su credo.
Sin afectarle que veloces autos de Fórmula 1 zumben en mayo de todos los años a 280 kilómetros por hora en el Gran Premio de Mónaco, un nuevo programa de Alberto propone utilizar vehículos eléctricos y él mismo pone el ejemplo: en lugar de circular en limusina, muchas veces se traslada en su coche eléctrico.
Mónaco cuenta con cuatro casinos de fama mundial y con bancos internacionales de depósitos millonarios. Es una ciudad de ricos con mucho tiempo libre y un oasis fiscal “poco dispuesto a cooperar”, según declaró la Organización de Cooperación y de Desarrollo Económico (OECD).
El soberano quiere poner fin a esa mala reputación. Durante la visita que realizó a Berlín en febrero de este año, declaró que su país estaba dispuesto a colaborar en la lucha contra la evasión fiscal. También acordó un intercambio de información en las indagaciones pertinentes a dicha problemática, al lavado de dinero y la corrupción.
En el aspecto personal, en varias ocasiones ha expresado su deseo de casarse (sin especificar con quién) y de tener un hijo que le pueda suceder.
Si bien es cierto que el príncipe monegasco tiene ya dos hijos reconocidos, la Constitución de su país sólo reconoce el derecho a la sucesión al trono a los nacidos de un matrimonio, que en Mónaco tiene que ser siempre en una ceremonia religiosa.
Poner las cosas en claro
Ni bien asumió sus nuevas funciones, Alberto también arregló cuentas en su vida privada: en el mismo año reconoció a Alexandre Coste, fruto de una relación con una azafata togolesa, y a Jazmin Grace Rottola, que nació del romance con una camarera estadounidense.
En una entrevista con la emisora francesa TF1, Alberto no descartó tener más hijos, y agregó que sabía de la existencia de más pedidos de reconocimiento de paternidad: “Reaccionaremos cuando sea necesario...”, dijo.
En el principado su apodo es “el príncipe con corazón”. Quien vio cómo se comportó Alberto al ser coronado en julio de 2005, bailando totalmente relajado y, lejos de toda pompa y protocolo, saludando a los ciudadanos, sabe por qué.
El príncipe, mientras tanto, mantiene la incertidumbre acerca de su futuro sentimental, lo que seguramente nutrirá más las especulaciones.
Fuente: estadis.eluniversal
domingo, 16 de marzo de 2008
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