miércoles, 17 de diciembre de 2008

Ahora se mata por matar

Argentina - Entrevista con Daniel Scioli. El gobernador bonaerense negó que hayan fracasado las políticas que aplica contra el delito en la provincia, dijo que su desafío es recuperar la institución policial y pidió el apoyo de los legisladores y de los jueces.
Hay varias máximas que circulan entre los periodistas políticos, con algo de broma y mucho de cierto.
Por ejemplo: Néstor Kirchner nos maltrata, pero al menos no acepta reportajes. Elisa Carrió y Luis D´Elía atienden siempre el teléfono y son la mejor garantía de títulos escandalosos. Roberto Lavagna cambia de vocero como de ropa interior.
Algunas de ellas pueden estar sujetas a discusión, obviamente, pero sobre una, en especial, podría decirse que hay unanimidad en todas las redacciones del país: hacerle una entrevista a Daniel Scioli es una de las principales causas de estrés que existen en esta profesión.
Más allá de las ironías, hay algo que nadie discute: el actual gobernador bonaerense nunca se especializó en las definiciones concretas, en los conceptos más contundentes. Más bien es partidario de recurrir a un repertorio de slogans efectistas y de frases que parecen elaboradas por asesores de imagen, cuyo efecto se diluye en el instante de ser repetidas.
Dice que no habla mal de nadie y que dialoga con todos. Se muestra como un optimista empedernido. Es todo lo contrario de lo que buscan la mayoría de los periodistas políticos, esa tribu implacable que olfatea peleas a muerte en cada sílaba y segundas intenciones en cada mirada torva, pero que, sobre todo, cree tener entre sus manos un detector de mentiras.
De allí el estrés que, según aquella broma periodística, causa hablar con él y que desafía la capacidad de interpretación hasta del mejor analista: ¿es un milagro de la política? ¿Un digno emergente de la crisis que envuelve a la dirigencia? ¿Un bluf ? ¿Un adelantado a su época? La personalidad de Scioli deja más interrogantes que certezas.
La charla de una hora y 18 minutos que tuvo con Enfoques confirmó todas las presunciones que había sobre él. Habló como siempre. Eludió las críticas a los Kirchner, a la policía, a Menem, a los jueces. Se mostró serio, concentrado, prácticamente sin permitirse una sonrisa. Obsesionado por intercalar los conceptos sobre los que quería insistir.
Cerca de él, sobre una mesa ratona de uno de los elegantes salones de la residencia del gobernador, había una serie de apuntes que quizá estaba leyendo a nuestra llegada, ayuda memorias de algún discurso o de alguna nota periodística: "Soy un gobernador de firmes convicciones", se leía en uno de esos papeles, con tipografía grande.
-¿Cómo piensa frenar tantas muertes y asaltos que hay en la provincia de Buenos Aires?
-Es un trabajo arduo. Es el desafío que más me preocupa y me ocupa, conjuntamente con apuntalar el empleo y la producción. Y lo encaro con toda la determinación, la voluntad política, que es la de estar al frente de esta dura batalla, articulando con otros poderes del Estado y con la sociedad acciones para ir revirtiendo esta situación. Con un eje central que es la lucha contra la droga.
-¿Por qué, pese a esa batalla, no bajan los índices de delincuencia?
-Por múltiples causas. Que tienen que ver con la exclusión, con la desigualdad, con la pérdida de valores y con la droga, que potencia las características feroces de los delitos, como hemos visto en los últimos días. Estamos ante características de un crimen nunca visto: hoy se mata por matar. Tiene que ver también con el avance de algunas organizaciones de narcotráfico que quisieron instalarse en la provincia de Buenos Aires. Estamos yendo a fondo con este tema como nunca antes se había avanzado, y los volúmenes de secuestro de droga así lo demuestran. También estamos intercambiando experiencias con otras zonas urbanas de América latina. No hay ningún caso que se pueda comparar íntegramente con otro, pero sí hay algunas experiencias que se pueden tomar, como, por ejemplo, los asaltos en moto. En esto hemos logrado impulsar un proyecto de ley, que esperemos que sea rápidamente sancionado, para que las motos estén identificadas.
-Ante los resultados, ¿puede hablarse de un fracaso en la política de seguridad que lleva adelante?
-No, se puede hablar de un esfuerzo muy grande en el cual sabemos que un tema que viene desde hace mucho no se va a revertir totalmente en un año. Pero cuando se sinceran las cosas, se sinceran las estadísticas, los problemas, y se habla de cosas que antes no se hablaban...
-¿De qué cosas?
-Los problemas no desaparecen solos. Hay que debatirlos. Desde el Código penal Juvenil, cuando yo planteé la lucha contra la droga, o la problemática de los asentamientos, en los cuales es necesario urbanizar, abrir calles. Sin ir más lejos, el sábado pasado [ N. de la R.: se refiere al 6 del actual] estuvimos en el mal llamado Fuerte Apache, el barrio Ejército de los Andes, con gran parte de mi gabinete, abriendo calles para que sea accesible el ingreso de la policía, de la ambulancia, de la recolección de residuos...
-¿La Argentina es una base de operaciones del narcotráfico?
No porque tengamos estos volúmenes de secuestro de droga podemos compararnos con otros países de América latina como base de los narcotraficantes. Pero debemos actuar rápidamente, como está actuando el gobierno nacional, o como nosotros en la provincia, y crear conciencia de este tema del que antes no se hablaba con la intensidad de ahora. La droga es la contracara de la vida. Mata, destruye. Física e intelectualmente. La droga es mi enemiga.
-Y entonces, ¿cómo se lleva con el controvertido proyecto del gobierno nacional que apuntaba a despenalizar la tenencia de droga para uso personal?
-Se habló de eso, pero al final nunca se concretó. Creo que el Gobierno habló desde otro lugar, de otro aspecto muy importante que es tratar al adicto como un enfermo y lograr un compromiso fuerte en recuperarlo.
-¿Nadie del gobierno nacional le habló de este proyecto, o le planteó su malestar por su rechazo a esta iniciativa?
-No... En estas cosas tengo una postura de defender la vida, defender la familia de la provincia de Buenos Aires...
-¿Le parece entonces que ese proyecto no defendía la vida?
-No, no digo eso... El gobierno nacional tiene un fuerte compromiso en la lucha contra el narcotráfico. Aparte, hay una colaboración permanente de la Policía Federal, de Gendarmería, de los organismos de inteligencia... Cuando a mí me preguntaron, dije que no. Fijé una posición. Como lo hice con el Código Penal Juvenil. Es mi posición sobre la base de lo que veo todos los días en la provincia. No me lo cuentan, sino que me siento con los familiares, con organizaciones, con la policía.
-¿Cómo se puede convivir, desde su cargo, con tanta tragedia, con tanto crimen que no se puede resolver?
- Y sí... Cuando uno ve familias destrozadas y testimonios desgarradores, obviamente, más allá de la responsabilidad institucional está la angustia, el dolor y la bronca. Pero a mí la gente me votó, me dio esta responsabilidad para que me haga cargo de este problema y de otros sin quejas, sin excusas. Y eso es lo que hago incansablemente todos los días. Creo que la gente percibe la dedicación, el compromiso y la responsabilidad de este lucha, en la cual he sido muy sincero. Dije que necesito del acompañamiento del Poder Legislativo, del Poder Judicial...
-¿Y siente que tiene este respaldo?
-Sí, el Poder Legislativo me ha aprobado ocho cambios en la Justicia y ahora va por el noveno, con la reforma del Código de Procedimiento Penal, para evitar lo que a mucha gente le indigna, que es la arbitrariedad de algunas excarcelaciones y la flexibilidad que hay en la legislación vigente. Debe quedar mucho más claro y tiene que estar tipificado qué casos deben ser excarcelables. Pero ninguno de estos temas, por sí solos, resuelven el problema.
-Igualmente, con el Poder Judicial usted tuvo varios encontronazos...
-Lo peor que podemos hacer, de cara a la sociedad, es que haya una pelea entre los poderes. En el medio, la sociedad termina mirándonos con preocupación y quiere soluciones. Por eso, con toda responsabilidad, he convocado a una mesa de diálogo, de consenso, en la que estuvieron la Corte, la Procuración, representantes de los gobiernos nacional, provincial y de los municipios, las cámaras legislativas... Fue una reunión de más de tres horas, muy sincera, en la que cada uno, al escuchar al otro, se fue con importantes conclusiones...
-¿Por ejemplo?
-Que esto no se arregla sólo con la policía y menos en contra de ella; ni sólo con la Justicia o sólo con la voluntad del gobernador. Y también, como corresponde, le hemos tendido el brazo a la oposición. Estamos abiertos a escuchar a cualquiera que tenga ideas y propuestas superadoras. Y si son buenas, hay que debatirlas y ponerlas en práctica. Esto nos tiene que unir.
-¿Comparte las críticas que se les hacen a los jueces, como las de Néstor y Cristina Kirchner? ¿O esos cuestionamientos basados en la percepción de que los delincuentes entran por una puerta y salen por otra?
-Bueno, por eso este cambio que he impulsado después de haber hecho dos mil consultas y de haber visto otras experiencias, que es la reforma del Código de Procedimiento Penal, para que quede absolutamente limitada la discrecionalidad de un juez con respecto a las excarcelaciones.
-¿Insiste en su idea de bajar la edad de imputabilidad de los menores?
-El tema es más profundo, lo ha dicho hasta la Corte. Hace falta un Código Penal Juvenil. Tenemos un régimen de menores de la época de la dictadura. La provincia ha puesto en marcha su Foro Penal Juvenil y hemos aumentado el presupuesto para los institutos de menores. Hay distintos proyectos presentados sobre el tema, que incluyen la baja en la edad de imputabilidad en el caso de los delitos graves.
-La sensación es que los recursos no van a alcanzar para una reforma integral de los institutos de menores...
-El tema de los recursos no puede ser una excusa. Vamos a invertir lo que haya que invertir. Es un tema central. Tengo que cuidar el futuro de nuestra provincia, del país, que son los jóvenes. Tenemos que darles las herramientas para su desarrollo, su progreso. Con un cambio cultural en algunos sectores para que dejen atrás la cultura de la violencia y se aferren a la cultura de la vida. Que entiendan que vale la pena el esfuerzo, que vale la pena estudiar, que van a tener la posibilidad de un primer empleo. También hay que atender las causas profundas que llevaron a muchos jóvenes a esos niveles, con familias desintegradas, pérdida de trabajo, de valores. Hay que reconstruir toda esta situación.
-En un fallo reciente, la Corte frenó la libertad de 60 menores y reclamó a los gobiernos políticas sociales y de contención. También los jueces de la Corte Carmen Argibay y Carlos Fayt cargaron las tintas en la responsabilidad que tiene el Estado de asistir a los menores. ¿Comparte esa posición?
-Todos tenemos responsabilidad. Y todos tenemos que ser una cuota parte de la solución.
-En materia de seguridad, la legislación se viene endureciendo desde hace bastante, sobre todo tras la irrupción de Juan Carlos Blumberg, pero esto todavía no sirvió para resolver los problemas. ¿Qué le parece esto? ¿Acá hace falta mano dura o mano blanda?
-No, los extremos son malos. Ni la mano dura ni el vale todo y no pasa nada. Esto requiere muchas veces de una actualización de la legislación vigente porque estamos ante una modalidad nueva de los delitos que se están llevando adelante. Pero ningún cambio, por sí solo, asegura una baja abrupta de los índices de inseguridad. Seamos claros: no podemos decir que va a desaparecer este problema en un ciento por ciento. Lamentablemente, la inseguridad está presente. Pero debemos articular: que el Poder Legislativo nos siga acompañando con estas leyes; que el Poder Judicial aplique con fuerza la ley, y que el Poder Ejecutivo consiga que cometer un delito sea cada vez más difícil. Y, además, se necesita que la sociedad esté atenta, que no sea indiferente y se comprometa. Y que la policía, como corresponde, esté absolutamente comprometida con estos principios y valores. Esto ya se puede percibir con más claridad porque hay más policías en las calles, porque hemos sacado a policías que estaban cuidando detenidos en las comisarías y ya están en la calle. Y también están ingresando nuevos policías, que tienen que estar debidamente adiestrados y preparados...
-¿Existe todavía la "maldita policía", esa estructura incontrolable de la policía bonaerense?
-[pausa] Hay una nueva actitud de la policía, un nuevo compromiso... A los buenos policías los motivo, los estimulo, los respaldo. Y a los malos, los apartamos. Mi desafío es recuperar la institución policial de la provincia de Buenos Aires, con todos sus valores, con el respeto por parte de la comunidad. En esta etapa, la policía está muy consustanciada con esto. Incluso hay que recuperar los rangos, las jerarquías tradicionales que tenía la fuerza.
-¿A qué apunta esto? Usted dijo en estos días que no habría más purgas y que restituirá las jerarquías de antes. ¿Es una concesión a la vieja estructura policial?
-El objetivo es restituir la cadena de mandos.
-¿Está en crisis?
-No, pero, por el esfuerzo que se ha hecho este año, quiero que la base y que los oficiales superiores estén mejor. Tendrá que debatirse: estamos trabajando en un proyecto de ley al respecto, pero mi intención es darle forma para anunciarlo el Día de la Policía [N. de la R.: mañana, lunes 15].
-Otro tema polémico, además de la inseguridad, es el juego. El lunes pasado, en una nota de Carlos Pagni en LA NACION, se decía que usted impulsa una ley que permitirá la instalación de nuevos bingos y máquinas tragamonedas en la provincia, que beneficiarían a Cristóbal López, un empresario kirchnerista...
-Yo no traje los bingos ni las tragamonedas a la provincia. Es importante aclararlo. Entre 2003 y 2007 se duplicó el número de máquinas tragamonedas y se renovaron las licencias por decreto. Ahora hay vencimientos que se vienen, contratos muy importantes, entonces estoy trabajando en consensuar alguna iniciativa que me dé el respaldo de la Legislatura para llevar adelante esas renovaciones con el respaldo de la ley. Hoy, además, no hay límites para instalar más máquinas tragamonedas.
-Pero esta ley permitiría instalar más en la provincia...
-Queremos autoimponer un límite del 50 por ciento con una distribución territorial de acuerdo también a demandas de determinados municipios que no tienen la posibilidad de tener ingresos por el lado del juego y que me lo están pidiendo.
-El obispo de San Isidro, Jorge Casaretto, alertó sobre la instalación de nuevas salas de juego en la provincia y dijo que son "destructoras de vida y fuentes de la ruina de muchas familias".
¿Comparte estas críticas?
-Las comparto en cuanto a las preocupaciones de la Iglesia sobre lo distorsivo del juego y a la necesidad de programas de ludopatía, pero en esa diócesis también está el casino de Tigre... En San Fernando y en Tigre hay bingos... Yo no los puse...
-Felipe Solá le dijo al diario Perfil que, cuando era gobernador, Néstor Kirchner le había pedido que no se metiera con el juego. ¿A usted le pidió algo?
-Nadie me pidió nada.
-¿Kirchner no se mete? Cristóbal López es el gran monje negro del juego en el país y está apadrinado por el kirchnerismo...
-Si yo me dejara llevar por rumores o por especulaciones para gobernar... Actúo con responsabilidad y hemos analizado este problema. Tenemos vencimientos muy importantes y hay que ponerles límites...
-La provincia sigue teniendo una gran dependencia económica del gobierno nacional. Otros distritos se quejan de que le retacean fondos. ¿Qué pasa con su distrito?
-Nos van refinanciando el plan que tienen todas las provincias. Se nos va cumpliendo. De las demás, no sé. Tengo entendido que sí. Pero tenemos mucha expectativa en el paquete de leyes anticrisis, para nosotros va a ser muy importante el tema de las pymes y la repatriación de capitales. Y vamos a estar muy activos con un menú de opciones para que se vuelva a poner el dinero en el circuito legal productivo.
-Usted adoptó una postura muy firme en defensa del polémico proyecto de blanqueo de capitales que están en el exterior.
-Sí, porque he estudiado el tema.
-¿Y no comparte los temores de que se convierta en una forma de lavar dinero derivado de hechos de corrupción o del narcotráfico?
-Siempre está el recaudo de la Unidad de Investigación Financiera (UIF). Pero yo me pregunto: supongamos que van a venir capitales... ¿De qué país se imagina?
-Y... De algún paraíso fiscal?
-Creo que van a volver capitales de países importantes. Pero cuando vamos a Miami y vemos la cantidad de departamentos construidos y todo lo que se ha vendido y comprado, ¿no nos llama la atención? ¿Se hizo con plata declarada en su país de origen? No podemos ponernos mal cuando la plata se va afuera, con razón, porque había más confianza y más rentabilidad en otro lado, y ahora nos volvemos a poner mal porque la plata va a volver porque hay más confianza, rentabilidad y seguridad acá....
-Uno se pone mal si se premia a los que sacaron la plata del país. O si no se controla que esos fondos sean de origen legítimo. Hay que extremar los controles, ¿no?
-Obviamente, pero no por eso vamos a dejar de tener esa posibilidad, como la han tenido otros países. A Italia retornaron 40 mil millones de dólares y eso fue el gran movilizador de las pymes. Alemania, México, Colombia e Irlanda también lo hicieron. Fui uno de los más fervientes impulsores de este mecanismo porque he visto cómo fue un dinamizador en un momento en el que hay que apuntalar el crédito, el empleo y la inversión. El tema no es repatriar capitales sino generar empleo. ¿Y cómo se hace? Con inversión. ¿Y cómo se genera inversión? Logrando que sea tentador venir a invertir acá. Lo primero que debemos lograr es que vuelva la plata de los argentinos, que, por muchas razones, se había ido. Para eso hay que ofrecer condiciones de seguridad y de rentabilidad.
-El conflicto con el campo hizo caer su imagen en las encuestas. ¿Se arrepiente de algo que haya hecho?
-Con el tiempo, la gente ha comprendido la responsabilidad institucional. Tengo que ser cuidadoso con estas cuestiones. Y no por eso no reconocer cómo el campo puso el hombro por la Argentina, cómo es el corazón de la actividad agrícola ganadera de los pueblos del interior.... Y la gente del campo sabe muy bien que desde siempre, desde que fui secretario de Turismo, no había feria o exposición del sector en que no haya estado presente con todo mi reconocimiento. Ahora, lamentablemente, el conflicto tomó una dinámica que fue más allá de la objetividad y de la lógica que tienen las reivindicaciones sectoriales. Hasta tal punto que hoy vemos cómo la soja hubiera tenido una retención del 28 por ciento y no del 35. Y hubiera tenido reintegro de fletes y un montón de beneficios adicionales. Ahora hay que atender esta nueva realidad del campo con un espíritu constructivo.
-Pero ahora volvieron las protestas. ¿Qué se puede hacer para evitar que se repita la historia?
-Dialogar. Agotar todas las instancias. Cuando nos sentamos y discutimos empiezan a aparecer las soluciones.
-¿Le parece que el gobierno nacional asimiló alguna enseñanza del conflicto? ¿Lo ve dispuesto al diálogo?
-[Pausa] Al gobierno nacional, primero, hay que reconocerle la responsabilidad fiscal con la que viene administrando y la solidez de la Argentina para atravesar este vendaval. Que pudo mantener un Estado social activo dando un paso adelante, y no atrás, de los acontecimientos, y que puede tener capacidad de respuesta. Y que es capaz de tener señales muy claras también para el campo, que posiblemente no sean todas las que se esperaban. Quizá ningún sector tenga todo lo que se merece. Hay que encontrar un equilibrio. Son tiempos en los que debe haber mucha unidad, mucha solidaridad, y en los que hay que cuidar lo que hemos avanzado estos años. Uno no puede estar gobernando la provincia pensando en la coyuntura o en el golpe de efecto que se puede dar para conveniencia personal. Pienso en la Argentina. Y en ese momento me preocupé mucho por la situación institucional. Si en esos días hacía declaraciones grandilocuentes seguramente hubiera crecido en las encuestas... ¿Y...? Esto no es una carrera de cien metros, es una maratón. Hay que tener perseverancia, prudencia, paciencia.
-¿Mejoró su relación con la Presidenta y con Néstor Kirchner a partir de su gesto de fidelidad en el conflicto con el campo?
-[Piensa]. Siempre fue mejor de lo que los medios querían instalar. Y hablábamos mucho más de lo que se sabía. Fue un vínculo que, como toda relación humana, se fue fortaleciendo en distintas alternativas. El tiempo ayuda...
-¿Qué descubrió en Néstor Kirchner? Leí que usted dijo que ahora se divierte con él...
-Noo... Veo en él a un hombre... [silencio] trabajador... [silencio] apasionado... [silencio] ehhh... un buen amigo. La verdad que fui... Después de haber sido su vicepresidente hoy tengo un trato mucho más llano, más de confianza... [silencio] y eso me gratifica. El estará pensando que conmigo no se equivocó. Yo también digo: me la jugué por algo que valió la pena.
-¿Se siente representado por el gobierno nacional?
-Ehhh... [pausa] El gobierno nacional da el marco para que las provincias aprovechen al máximo... Cuando sale a defender la industria, me ayuda. Cuando sale a frenar las importaciones con dumping , me ayuda, Cuando sale a promover exportaciones, me ayuda. Cuando promueve planes de escuelas, invierte en asfalto o en cloacas, me ayuda...
-¿Y en qué no lo ayuda?
-Son cosas sin beneficio de inventario. Siempre pienso con buena fe. La Presidenta le está poniendo mucha garra, mucho corazón, mucho coraje. Está haciendo un gran esfuerzo que merece ser acompañado con un profundo sentido patriótico por parte de todos los sectores. Es un momento para poner el hombro. Ya vendrán las disputas por el año electoral...
-Que es el año que viene. ¿No lo ponen ansioso las elecciones?
-Algunos están muy ansiosos, pero lo que me pone ansioso es que haya más seguridad, que lleguen los planes que tengo a todos los rincones de la provincia...
-Sí, pero si no le va bien al oficialismo, usted se va quedar sin mayoría en la Legislatura bonaerense...
-Soy optimista. Siempre. Hace pocos días se cumplieron 20 años de mi accidentes. Y yo pensaba en todo lo que me ha pasado desde entonces. Si no hubiera visto la vida con fe y con esperanza... Yo tengo que contagiar eso. Donde muchos ven dificultades, yo veo oportunidades.
-¿Y cómo interpreta haber participado de proyectos políticos tan distintos como los de Carlos Menem, de Eduardo Duhalde, de Kirchner?
-Con cada uno fueron distintos momentos, en los cuales fui convocado para servir a la Argentina desde distintas responsabilidades. A todos les agradezco las oportunidades que me dieron y la confianza que depositaron en mí.
-¿Cree que la gente no le perdona haber sido apadrinado por Menem?
-[Piensa] Primero fui elegido diputado nacional. Los cargos ejecutivos los tuve después... La gente vería muy mal si criticara o hablara mal de los que han confiado en mí en un momento determinado. Porque, fundamentalmente, sentí que, más que trabajar para ellos, trabajé para el país. En determinado momento, ellos pensaron que podía ayudar y me sumé. No por eso dejo de ser como soy.
-¿Hace mucho que no habla con Duhalde? ¿Qué opinión tiene de él?
-Ultimamente no hablé con él... Mire, mi opinión es la que dije antes. Soy respetuoso y agradecido. A la vida, a Dios, a todos los que confiaron en mí. Desde el ingeniero italiano que corría conmigo y me eligió como su piloto hasta mi esposa, con la que nos separamos y volvimos. A las cosas las veo desde otro lugar, más allá de la lealtad o la traición. No desde los lugares tradicionales de la política.
-¿Y cómo juzga la actitud de Felipe Solá de abandonar el kirchnerismo?
-Tampoco lo voy a evaluar. Cada uno hará lo que considere mejor. Yo discuto ideas, programas de gobierno, no discuto sobre las personas. La política es eso, discutir ideas. Una vez me lo enseñó Raúl Alfonsín, a quien quiero mucho y que era muy amigo de mi padre. "Siempre discutí ideas, peleá y trabajá por ellas", me dijo. Tenemos que hacer un aporte positivo. En este nuevo escenario económico hay mucha gente que sufre, que está angustiada. Hay que llevarle tranquilidad.
-Suena a un estilo distinto del de Kirchner, crispado, más proclive a llevar todo a los extremos...
-Bueno, son distintas responsabilidades. A él le tocó conducir la Argentina en un momento en el que había sensaciones de mucha frustración, mucha bronca.
-Pero se supone que ahora no y él se muestra igual...
-No me consta eso... Está activo, sí, como presidente del partido y sigue muy de cerca todo para que el esfuerzo que se hizo no se dilapide.
-¿No cree que esa actitud la complica a la Presidenta?
-Parte de la calidad institucional hace al fortalecimiento de los partidos políticos y es bueno que haya hombres fuertes al frente de los partidos. Obviamente, la figura de Néstor es fuerte...
-Entonces cree que no le hace daño a la investidura presidencial...
-Entiendo su interés periodístico, pero quiero ser muy cuidadoso. Si hace daño o no hace daño se lo dejo a otros dirigentes. Lo mío es gobernar la provincia de Buenos Aires, y ayudar a la Presidenta desde la provincia de Buenos Aires. Y, como vicepresidente del Partido Justicialista, ayudar a Néstor a la reconstrucción y a la unidad del peronismo.
-¿Coincide con voces del oficialismo, como Alberto Fernández o Graciela Ocaña, que piden replanteos en el kirchnerismo, que sea más abarcativo, que haya más diálogo?
-Lo mío es gobernar la provincia de Buenos Aires. Pero cuanto más debate, es mejor para la democracia.
-¿Se ve como presidente de la Nación?
-Me veo trabajando como gobernador. ¿Sabe cuál fue el problema de muchos gobernadores? Que llegaban acá y empezaban a hacer otra cosa. En este lugar lo que hay que hacer es rendir examen todos los días ante el pueblo de la provincia.
-¿Pero no sueña con llegar a gobernar el país?
-Sí, pero primero hay que hacer un buen trabajo. ¿Qué pensaría la gente si en este contexto, con la agenda de temas que tenemos, estuviera pensando en otra cosa? Tengo que trabajar. Después, Dios dirá.
Fuente: Ricardo Carpena - lanacion

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