domingo, 28 de diciembre de 2008

Un año para el olvido K

Argentina - El año 2008, que está llegando a su fin, quedará marcado a fuego para los Kirchner.
Y no es para menos ya que en estos últimos 12 meses el matrimonio gobernante dilapidó el gran caudal de votos, que obtuvo en las elecciones de 2007, al protagonizar una pelea con el campo que puso al país en inferioridad de condiciones para afrontar una crisis global que posee magnitudes insospechables.
Una característica que identifica a los Kirchner es su casi nula predisposición a la autocrítica, a rever lo actuado y buscar asesoramiento de aquellos técnicos y profesionales, que sin banderías políticas, podrían aportar iniciativas para que esta crisis estructural del sistema capitalista pueda constituir, al mismo tiempo, una oportunidad. El Gobierno, por el momento, opta por la estrategia del aislamiento y del revanchismo político. Toda voz disonante, para ellos, se asemeja a una movida desestabilizadora y todo dirigente opositor, tal como lo afirmó el polémico piquetero Luis D’Elía, es un “lacayo” de Estados Unidos.
La nula predisposición a admitir errores hace que el Gobierno incurra en un seria falla de diagnóstico. Es cierto que varias dificultades que tendrá que afrontar la administración K en los próximos meses son producto del abrupto cambio de las condiciones internacionales. Pero también existe un cúmulo de problemas que se generaron a partir de la ineficacia y de la falta de voluntad política del kirchnerismo, que no ha sabido -o no ha querido- aprovechar las tasas chinas de crecimiento económico que tuvo nuestro país para implementar las reformas estructurales que hubiesen permitido desterrar la herencia maldita de los años ‘90 y avanzar en el camino del desarrollo. Dejaron pasar una oportunidad histórica y difícilmente, en los próximos años, vuelvan confluir los mismos factores. El mundo actual es muy diferente y exige otro tipo de respuestas.
Ahora prácticamente todos los indicadores de la economía argentina muestran un notorio enfriamiento, que hace prever un escenario recesivo. También comenzaron deteriorarse los indicadores sociales. Luego de varios años, empezó a aumentar la pobreza y este es el principal caldo de cultivo de la inseguridad. Por eso no llama la atención la sucesión de delitos violentos en el Conurbano y en el Gran la Plata, que ni siquiera se detuvieron por las fiestas de Navidad. Este flagelo cada vez golpea con más fuerza y hasta están resurgiendo los secuestros extorsivos.
Lamentablemente, las autoridades nacionales parecen no tomar nota: en los que va de su gestión, Cristina prácticamente no habló del tema en los actos oficiales. Pero si tuvo tiempo para mencionar proyectos como traer la muestra de Tutankamón a la Argentina o presentar con bombos y platillos el plan canje de heladeras, como si fuese la recreación de los planes quinquenales que puso en marcha Juan Domingo Perón en sus dos primeras presidencias.
En los cinco años de bonanza económica que tuvo nuestro país, poco hicieron los Kirchner para construir un país federal. Prácticamente no impulsaron iniciativas para favorecer a las economías regionales, que se encuentran aisladas y que, en pleno siglo XXI, tienen serias dificultades para conectarse con el resto del país. La tan mentada reconstrucción del sistema ferroviario quedó en la nada y existen trenes que tardan 48 horas en ir desde Capital Federal hasta Misiones. Los anuncios, que hablaban de electrificación de ramales y de reactivación de talleres ferroviarios, fueron fuegos de artificio.
Otra deuda pendiente es el manejo de los recursos naturales. Tal como se mencionó en reiterada veces en las páginas de este diario, no existe proyecto de país viable si los recursos estratégicos se encuentran en manos de multinacionales que poco tienen que ver con la defensa de los intereses nacionales. Es más, durante el Gobierno K, se profundizó la crisis energética y cayeron sostenidamente las reservas de gas y petróleo, lo que ocasionará que en poco tiempo nuestro país se convierta en importador neto de combustible, con los riesgos que eso implica.
Balance provincial
El gobierno bonaerense también tuvo un año complicado. Si bien Scioli no sufrió el mismo revés político que el Gobierno nacional, lo cierto es que su estrecha relación con los Kirchner le está jugando cada vez más en contra.
En la mesa chica del sciolismo reconocen que el 2009 será complejo. A la crisis social que ya se ve en el Conurbano, se le suma la sequía, la baja de los precios de los commodities y las erráticas políticas oficiales de la Casa Rosada, que ponen en jaque al interior bonaerense, donde predomina la actividad agropecuaria.
La Provincia, el año que viene, volverá a ser la madre de todas las batallas en términos electorales. Lo que suceda en los comicios legislativos no sólo puede cambiar la relación de fuerzas en el parlamento provincial, sino también en el Congreso nacional donde los Kirchner corren serio riesgo de perder la mayoría automática y, por ende, la gobernabilidad.
Algunos cambios ya se están visualizando. Los operadores sciolistas, en las últimas semanas, tuvieron que transpirar para lograr que se apruebe el presupuesto 2009, pero para ello hicieron concesiones en materia impositiva, por lo cual quedaron desactivados algunos estrambóticos proyectos del recaudador Santiago Montoya para obtener nuevos recursos con métodos poco ortodoxos.
“No la pasamos tan mal como Macri, que tuvo que recurrir a Elisa Carrió para que lo salvara con el presupuesto porteño”, le dijo a Hoy un operador sciolista, intentando desdramatizar la tirante relación que por momentos se produce entre el Poder Ejecutivo y la Legislatura en la Provincia.
Scioli también tuvo que hacer un impasse con su proyecto para regular el juego (tragamonedas), que seguramente se reflotará en febrero cuando se someta a una ronda de discusión, que incluirá a las autoridades de la Iglesia. Pero el debate no sólo abarcará la posible ampliación de las salas con maquinitas, sino también al esquema actual que rige en la Provincia y que permite que algunas entidades, de dudosa labor social, reciban parte de los millonarios recursos provenientes de la actividad lúdica.
El Estado bonaerense, que arrastra un déficit millonario, necesita recursos. Y muchos ven al juego como una fuente de financiamiento. Pero eso implica avalar una actividad que tiene un fuerte impacto social negativo. El debate está abierto.
Fuente: diariohoy

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