España - El sector ingresa más que la I+D: 31.000 millones frente a 13.300.
La obsesión por el juego se ha disparado en España a medida que la situación general se hace más adversa. Sucede lo mismo en Europa, donde se multiplican las loterías y donde las casas de apuestas, los torneos de póquer y los casinos juveniles se abren paso en zonas de ocio. Internet abre en todas partes perspectivas enormes: según un informe de la consultora Global Betting & Gaming Consultants, el mercado mundial del ocio se verá beneficiado hasta 2012 por las posibilidades globalizadoras de lo virtual.
Eso permite a alguien de Fuenlabrada apostar a una carrera de caballos inglesa desde la cama, con lo que aún implica de novedad y exotismo, sin que la operación se vea lastrada en tiempos de crisis por los gastos de desplazamiento.
Sin embargo, en España el apartado físico tiene mucha importancia. Los casinos se han adaptado a las circunstancias económicas convirtiéndose en espacios lúdicos aptos para todos los bolsillos.
Los torneos de cartas se multiplican y atraen a legiones de aficionados que sueñan con abandonar sus trabajos. Las tragaperras ocupan lugar de honor incluso en bares alternativos, llegando a traspasar el 40% del mercado del juego. La ONCE consolida el éxito de su lotería instantánea Rasca y Gana, considerada adictiva a causa de su inmediatez de estímulos por muchas asociaciones de ludópatas. Y el gran momento de todo jugador de azar está a un paso, porque el lunes 22 se reparten 2.000 millones en premios durante la Lotería de Navidad, con un Gordo al billete de tres millones de euros (300.000 euros el décimo). Según las administraciones de lotería, en el sorteo del año pasado gastamos 2.800 millones de euros, y este año se espera un incremento del 2%. En todo el sector del juego, el gasto medio por español fue de 685 euros. Todo un torrente de dinero, que cobra fuerza en épocas magras como ésta.
"Si hay una industria que puede ayudar a que este país salga de la crisis es la del juego, porque es de las menos afectadas". Lo dice Fernando García Gudiña, presidente del Foro Alea, plataforma de las administraciones loteras que ha elaborado el Libro Blanco sobre el Juego en España. Según una encuesta de esta plataforma, 7 de cada 10 españoles se ha jugado dinero alguna vez en el azar. "Aunque en una situación económica complicada, la tendencia es un trasvase desde el juego privado al público". Se refiere a un posible salto desde el subsector de los bingos, casinos y tragaperras al de Loterías y Apuestas del Estado (LAE).
El motivo es que la crisis empuja hacia los juegos más baratos que puedan aportar gran beneficio.
Según eso, el sorteo de Navidad, por los 20 euros que valen los décimos, no se vería especialmente favorecido. Tampoco ayuda el hecho de que Manuel de León, director del Instituto de Ciencias Matemáticas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, haya recordado que la posibilidad de hacerse con el gran premio es de una entre 85.000.
Sin embargo, no hay que olvidar la costumbre que nos consolida como líderes en el juego de la lotería al frente de Europa, y que estalla en Navidad: la de compartir los décimos. Más del 70% de jugadores lo hará el lunes. Un informe del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), realizado por Roberto Garvía, señala que esta costumbre -compartir un billete, reforzando así redes sociales y lazos de amistad- ayuda a explicar su éxito y hace que gastemos más en el sector del juego que en I+D. Lo que, traducido en cifras de 2007, significa 31.000 millones de euros frente a unos 13.300. Según el profesor de psicología Mariano Chóliz, director del pionero Diploma sobre Adicción al Juego de la Universidad de Valencia, "la lotería antigua vino de Italia, y fue desmantelada para dar paso a lo que llamamos lotería nacional, que iba a ser más cara".
Muchos empezaron a jugar en compañía para afrontar el gasto, hasta convertirlo en una especie de refuerzo de las relaciones.
"Hoy, sin embargo", explica Chóliz, "sucede al contrario, es esta costumbre la que favorece el consumo de la lotería en Navidad y no al revés, ya que mucha gente juega por si le toca a otra persona y uno se queda sin nada, o bien porque le ofrecen participar, o por no ser menos..."
Jugamos por cualquier cosa, y a casi cualquier cosa. Aunque perdamos más que ganemos.
Quizá por eso, con su gran capacidad adictiva, las máquinas de clase B -las tragaperras o slots- son las protagonistas del sector, con una recaudación de 12.500 millones de euros. Si bien los bingos decrecieron el año pasado, cabe destacar la evolución de los 40 casinos españoles, que alcanzaron los 2.551 millones. La inmensa mayoría se ha esforzado en adaptarse a la situación actual del mercado, basada en una gran masa que tontea jugando con menos dinero, en vez de en una serie concentrada de jugadores capaz de perder fortunas. Por necesidad, se han acercado al común de los mortales con cena bufé a 20 euros. Los casinos aumentaron su volumen en un 3,7%, pero las máquinas tragaperras lo incrementaron en un 15,43%.
Pese a que durante el año 1981 los españoles gastaron en esas máquinas un billón de pesetas (6.000 millones de euros) del momento, según los trabajos de Mariano Chóliz, la regulación del mercado rebajó su impacto. Sin embargo, el ascenso del último año es enorme. "Existen unas 260.000 máquinas tragaperras en España", apunta Chóliz. Y cada vez son más modernas y llamativas. "Están obligadas a devolver el 70% de lo que recaudan en premios, y al año pagan de impuestos unos 4.000 euros al Gobierno autonómico". En España se transfirió en su momento la competencia del juego privado a las autonomías.
Cada 20.000 ciclos -o jugadas- las tragaperras dan el premio gordo, y hay grandes grupos empresariales nacionales que las generan y distribuyen. "Como dan más dinero, en época de sequía te llaman más", reconoce Adela, de 60 años, que almuerza cada día fuera de casa, y que casi cada día se juega algo. "La lotería y las maquinitas son fáciles de jugar, y como sabes que toca, te da ilusión". Según la psicóloga Esperanza Casals, con experiencia profesional en afecciones por ludopatía, "las slots están basadas en un refuerzo intermitente que las hace muy adictivas". "El jugador sabe que hay premio inmediato, pero no sabe cuándo, y eso le hace no parar". Todas prohíben en un pequeño cartel el juego a menores e indican que puede producir ludopatía. Pero hay que tener vista de lince para verlo.
"En los últimos tiempos hay muchas máquinas que recaudan hasta 500 euros más al mes cada una", indica un representante empresarial de este sector que prefiere no revelar su nombre. "La crisis no se ha notado, porque la gente que está desempleada pasa tiempo en el bar jugándose dinero a ver qué tal", añade. En opinión de este experto del ramo, hay varias claves que explican el dominio del mercado de las máquinas tragaperras en pleno siglo XXI. "Uno, que ahora aceptan billetes". "Dos, que el jackpot o premio gordo ha pasado de 120 euros a 240 euros". "Tres, que, si bien la partida mínima es de 20 céntimos, ahora puedes jugar al doble o al triple, a 40 o 60 céntimos". Según este testimonio, aparte de los salones de juego y de los casinos "el mercado se ha dispersado". "Los bares de copas y de gasolineras, los pubs universitarios, los bares de barrio y los clubes de alterne se han convertido en bazas clave", apunta.
"Ciertamente, no faltan locales de alterne que han llegado a incorporar especies de salones de juego", apunta el psiquiatra especialista en conductas adictivas Juan José Llopis. "En ellos, aparte de los clientes, las prostitutas se dejan el dinero, ya que pasan mucho tiempo muerto allí".
Según Llopis, "el auge de la cocaína ha encajado con el del juego virtual y físico, y, como ha sucedido con el alcohol, ahora nos encontramos ambas adicciones encajadas". Esto mismo se ha señalado recientemente desde diferentes asociaciones de ex jugadores, que alertan sobre un consumo "lúdico y de fin de semana" del juego. Por ello, hay una moda en auge de organizar timbas ilegales de póquer en plan after hours, cuando cierra un bar. O incluso en chalets apartados, en las que el jugador participa de una especie de "todo incluido" con droga, prostitutas, comida, bebida. "Estas sesiones pueden durar una noche o todo el fin de semana, según lo que se pague al organizador, y hay bastante dinero encima de la mesa", apunta Llopis.
Y es que si bien el juego, con la amenaza de la escasez, reverdece por la posibilidad de conseguir dinero a toda velocidad, también lo hace como dispensador de adrenalina. Los grandes casinos físicos españoles organizan torneos de póquer auspiciados por casinos virtuales de Internet, la mayoría radicados en paraísos fiscales o en el ámbito anglosajón (la regulación online aún no existe en España). Hasta se dan campeonatos de póquer para universitarios, ya que ellos se han convertido en grandes jugadores en los últimos años. Siguen el ejemplo de Raúl Mestre, un estudiante de Químicas que empezó jugándose 0,50 euros en la Red y que, según él mismo confiesa en su página web, se percató "de que en el póquer se podía ganar mucho dinero por el hecho de que una inmensa cantidad de gente estaba dispuesta a apostarlo sin tener idea de lo que hacía".
Empezó a usar estadísticas y a ganar torneos de más de 50.000 dólares. Hoy, según él mismo relata, vive holgadamente y juega en diferentes convenciones mundiales. "Él es el modelo para muchos", explica otro jugador español universitario, aunque reconoce que lo normal es que para que uno gane, tiene que haber muchos que pierdan.
"Yo mismo también jugué por Internet, pero a las tragaperras", explica David Fernández, autor del libro Diario de un ludópata, recién publicado por Éride Ediciones. Ahora David tiene 25 años, pero a los 21 se enganchó a ellas, como recoge en su corrosivo testimonio. "Viví en un coche, deshice la empresa familiar, me intenté matar", admite. Hoy está recuperado en su Galicia natal y es monitor de la Asociación Gallega de Jugadores de Azar (Agaja). "Los principales problemas están en la Red", opina, "todas las grandes casas de apuestas patrocinan a equipos de fútbol como el Real Madrid, el Sevilla o el Valencia, con lo que se normaliza el juego de un modo brutal".
"Algunas te dan crédito para jugar de entrada, incluso te garantizan un 15 % de las pérdidas", insiste. Algo que, según Fernández, "tiene al joven como principal receptor". Según la valoración de Juan José Lamas, director de Agaja, "hace diez años la edad de la persona que venía a pedir ayuda era de entre 30 y 40 años, ahora es de entre 19 y 20 años". Un problema que, según avance la crisis, "será peor".
Fuente: elpaís
domingo, 21 de diciembre de 2008
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