miércoles, 29 de octubre de 2008

Góndola Ride, la representación del futuro.

USA - ¿Se puede predecir el futuro? Probablemente sí. Está escrito, prefigurado, en algunos acontecimientos, en algunos signos y en algunos lugares que nos rodean. Uno de ellos es el Gondola Ride, en el Hotel The Venetian de Las Vegas.
Se trata de la representación, en el interior del hotel, de un canal veneciano de alrededor de doscientos metros de largo y rodeado de edificios de estilo veneciano con góndolas que le recorren. Tiene embarcaderos, puentes que lo atraviesan y un cielo azul con algunas nubes que se mantienen siempre con una luz de atardecer. Al igual que en Venecia las góndolas se alquilan, el gondolero da explicaciones y canta una canción. No estamos ante una copia; aunque las góndolas están traídas de allí, todo el mundo sabe que eso no es la hermosa ciudad italiana. No estamos ante una interpretación; no hay una reelaboración de la ciudad de Venecia como, por ejemplo, ocurre con San Peterbusgo respecto a Ámsterdam. No estamos ante un engaño; nadie resulta confundido o perjudicado por ese diseño. No estamos ante un simulacro; nadie pretender simular la Venecia italiana. Estamos ante una realidad diferente de todas las mencionadas. El Gondola Ride y el Venetian «son» Venecia, son un concepto, una manera de concebir Venecia en la que podemos vivir unos días. Aunque resulte escandaloso desde la mirada clásica de los europeos, ese hotel y otros semejantes en Las Vegas, no pueden entenderse dentro del pensamiento clásico, sino desde lo que se viene conociendo como postmodernismo. Permítanme una explicación para no usar esta palabra como un comodín vacío. De las muchas definiciones del postmodernismo la más perspicaz es, a mi juicio, la que le describe como un sistema de «desdiferenciación». Pensemos en arquitectura -disciplina en la que el término nació- del Centro Pompidou de París. Este edificio rompió con los estándares de la arquitectura de manera radical. Antes de él las fábricas parecían fábricas y se diseñaban como tales y los museos parecían museos y así se trazaban.
En el Pompidou la fábrica se convierte en un museo y el museo se convierte en una fábrica: de ideas y conceptos. Por todas partes, y Las Vegas es la vanguardia, la desdiferenciación avanza.
En esa ciudad lo público se entremezcla con lo privado. Por eso las calles se interrumpen y continúan por los vestíbulos de los hoteles y casinos. Y así ocurre con lo verdadero y lo falso o con el actor y el espectador. Clásicamente uno iba a ver un espectáculo pero no formaba parte del espectáculo. El cine rompió esta división. Nos conmueve, nos emociona, nos aporta ideas, modos de pensar y vivir pero el cine no existe como materialidad; sus personajes tampoco es una realidad virtual que tiene efectos de verdad. Las Vegas lleva al plano de la realidad material esta idea. Las Vegas no nace con el cine pero sin duda es el cine quien la realimenta y amplifica. Por eso comparten esa cualidad de verdad virtual, más poderosa aún que la real.
El europeo tiende a despreciar Las Vegas pero lo hace con la misma actitud de los padres de los años sesenta que despreciaban a los Rolling Stones frente a la «verdadera»música, la de los siglos XV al XIX. No ven el valor anticipatorio de esta ciudad. Pero lo que produce el Góndola Ride no es tan nuevo. En las iglesias románicas la materialidad del edificio era lo menos importante en relación a la decoración, las figuras, las pinturas o la estatuaria que trataban de crear un estado de ánimo espiritual en los fieles a partir de la recreación de historias del pasado. Lo mismo hace ese canal: produce un estado mental y físico, un estado del espíritu. De ahí su éxito.
Venecia existió en un espacio y un tiempo. Cuando la visitamos en la actualidad vamos al espacio pero nos olvidamos el tiempo. Hoy esa ciudad no existe más que como hermoso monumento. En Las Vegas se da un paso más allá. No solo se salta el tiempo sino también el espacio y recrea una Venecia que, para quien así lo quiere, es Venecia a todos los efectos. La desdiferenciacion, la artificialidad, lo virtual, lo pactado, lo emocional, lo lúdico , se convierte así en la metáfora del mundo, de la ciudad que viene. Puede decirse que estar en esas terrazas que bordean el canal en The Venetian es una forma de evasión o de consumo. Sin duda, pero ¿es que la oferta cultural actual no es así siempre? ¿No es evasión Marbella, el deporte o las exposiciones monográficas de El Prado? Puede decirse que ese canal, ese hotel, esa ciudad generan una autismo acrítico. Sí, pero ¿acaso más que la que se produce en las dos o tres horas que la visitan los turistas en algunos viajes organizados por Italia? El Góndola Ride como resumen de Las Vegas supone una pregunta y una respuesta acerca de lo que es humano, emocional, verdadero y esa respuesta prefigura el futuro. Lo humano nace como lo artificial, lo diseñado, lo ideológico. Lo humano nace con el intercambio, con el consumo y con el poder. Las Vegas no son, aunque también, la apoteosis de lo banal o del Kitsch. Sobre todo puede que sea un laboratorio donde podemos observar el futuro. Veánlo.
Fuente: eldiariomontañes

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