Argentina - Horas de profunda reflexión en la intimidad del matrimonio presidencial.
Cambios en el gabinete, Kirchner debe llamarse a silencio y los chacareros se quedaron sin nada.
La derrota del Gobierno en el Congreso Nacional va a terminar por provocar los cambios en el gabinete que Cristina Fernández de Kirchner no se atrevió a realizar en el primer semestre de mandato, como lo había pensado al asumir el 10 de diciembre del año pasado.
El revés del gobierno en el Congreso con el rechazo a su proyecto de retenciones móviles acelerará los tiempos de cambios porque el golpe fue duro e inesperado por la forma en que se dio, con un vicepresidente que votó en contra del oficialismo.
Tras la finalización del debate en la Cámara alta, con aquella sorpresiva inclinación del vicepresidente y titular del Senado a favor de los reclamos del campo, titulamos en Agencia NOVA que “Julio Cobos descomprimió un conflicto que parecía no tener fin y ahora hay que desdramatizar el tema”.
Este reclamo del campo, cinco años atrás, se hubiera llevado puesto al gobierno y hasta el 10 de diciembre de 1983 en que se recuperó la democracia de manos de Raúl Alfonsín, un “grito de Alcorta” (como acostumbra a rememorar la gente de la Federación Agraria Argentina), pero de manos de la Sociedad Rural Argentina significaba un golpe de estado o un recambio de presidentes como ocurrió con la destitución del general (RE) Juan Carlos Onganía y su reemplazo por el general (RE) Marcelo Levingston el 18 de junio de 1970.
Con Onganía se dio un proceso distinto que con el vicepresidente Cobos porque al comienzo de su gestión fue llevado en carroza por el predio de la Sociedad Rural y terminó con el portazo de éstos y con la caída de su gobierno.
Este es el poder que tiene el sector agropecuario más allá de tanta pluma que insiste en descartar las comparaciones.
Esta vez hubo a favor del actual gobierno un sistema democrático afianzado, las Fuerzas Armadas apegadas al respeto de la Constitución Nacional y un Estado fortalecido en lo macroeconómico y sólido fronteras adentro capaz de soportar un conflicto como el que intenta cerrarse porque aún esta historia de desencuentros no ha concluido.
Néstor Kirchner y la tozudez de los dirigentes agropecuarios fueron los grandes responsables del gran desmadre, la locura y la crisis que se consumió 128 días en los que de los cruces verbales, en varias oportunidades, se pasó a las agresiones y los escraches reprobables vinieran del sector que vinieran.
Al titular del Partido Justicialista le cabe la mayor responsabilidad porque dejó de lado su condición de ex presidente y se arrastró desde el nivel de una trinchera para, desde cualquier tribuna del país, encabezar un intercambio de acusaciones e imputaciones con una virulencia tal que contribuyó a generar día a día mayor desconcierto y aumento en los niveles de agresividad.
Mintió Néstor Kirchner cuando sugirió que si no se aprobaba el proyecto del gobierno en el Congreso Nacional se venía todo abajo. De hecho, tras el voto de Julio Cobos, la actividad presidencial y sobre todo el desenvolvimiento de la sociedad argentina en todos sus ámbitos volvió a la normalidad y no hay el más mínimo riesgo de peligro de la gobernabilidad.
Alfredo De Ángeli derrapó varias veces al hablar en estos 128 días de conflicto –sobre todo cuando señlaó de que debiéramos pagar 80 pesos por un kilo de lomo- pero estuvo certero y absolutamente realista cuando desconfió y preguntó a gritos en el acto del Monumento a los Españoles “¿Qué tan débil está este Gobierno que lo puede tirar abajo una resolución?”.
Fue la expresión más acertada entre los dirigentes de campo que ya comenzaron a dividirse porque uno, Eduardo Buzzi (titular de la Federación Agraria Argentina) dice que la puja con el gobierno aún no terminó porque los pequeños y medianos chacareros están en la misma situación de desigualdad que regía al 10 de marzo; y otros, como Luciano Miguens (Sociedad Rural Argentina) y Mario Llambías (Confederaciones Rurales Argentinas) aclaran “pero si el conflicto ya terminó”.
Había que desdramatizar el tema y ello se fue dando de forma natural desde el mismo momento en que votó Julio Cobos el último jueves y hoy, con los ánimos calmados y la prudente distancia en el tiempo desde aquella sorpresiva definición en el Senado es necesario volver a fijar posiciones respecto de la discusión de fondo.
Queda como saldo de la crisis, en el debe del gobierno, un alarmante fracaso de su política comunicacional porque, a la hora de informar, confundió. Cuando quiso aclarar oscureció y con esa falencia contribuyó a alimentar el incendio que comenzó a producirse minutos después del anuncio del ex ministro de Economía, Martín Lousteau, de la resolución 125 de retenciones móviles.
Apañó a personajes como Luis D’ Elía y Guillermo Moreno que, amparados en el paraguas de Néstor Kirchner, tienen chapa de matones que todo lo atropellan; y a último momento hizo salir a escena al impresentable senador catamarqueño Ramón Saadi, un muerto que revivió el kirchnerismo a la hora de la votación, al que vaya a saber qué recursos o prebendas le prometieron. Algunos dicen que sería el candidato a gobernador en los próximos comicios catamarqueños.
Por otra parte, a la hora de los discursos, fue como si Cristina Fernández de Kirchner y su esposo (desde el comando del Partido Justicialista) se hubieran empeñado, cada vez que se referían al reclamo del campo, a postergar cualquier alternativa de acuerdo para superar el conflicto.
Desde Agencia NOVA siempre mantuvimos firme nuestra sospecha de que, cuanto más se extendía la crisis, el gobierno se permitía disimular, por un lado, la estampida inflacionaria que se registró desde el 11 de marzo a la fecha; por el otro, la crisis energética y de abastecimiento de combustible que está a la orden del día, y ni hablar de los niveles de inseguridad alarmantes que afectan sobre manera al Conurbano que a toda hora es tierra de nadie y una virtual zona liberada para el delito.
La votación de Julio Cobos le asestó un golpe muy duro a un gobierno que había programado, con un triunfo en el Congreso y más allá de que el conflicto se iba a redimensionar si hubiera ganado la postura oficial, afrontar con oxígeno ganador lo que se viene con inminente aumentos de tarifas y la inflación que no logra controlar con la agravante de que el Ejecutivo miente, falsea los datos.
Por el lado del campo, en el debe quedó esa sensación de negación que enarbola la dirigencia cuando el Estado pretende inmiscuirse en su actividad y sobre todo con sus niveles de rentabilidad. Para hacer frente a esta puja con el gobierno contaron con el total respaldo de los medios, sobre todo del Grupo Clarín que vio en el resultado de esta crisis la posibilidad de restar fuerzas al Poder Ejecutivo para imponer una nueva Ley de Radiodifusión a la que en las esferas de poder y en el establishment se denomina como Ley Anti Clarín.
Con la derrota del oficialismo en el Congreso al gobierno -por el momento- le va a resultar imposible seguir hablando de la nueva ley. El golpe fue durísimo.
Cuando se entremezclan los objetivos empresariales con los reclamos del sector agropecuario; cuando los partidos de la oposición, huérfanos de aciertos políticos y con estructuras partidarias resquebrajadas como las de la UCR y la Coalición Cívica, por citar dos claros ejemplos; cuando se mezclan el agua y el aceite, y se deja de lado la coherencia política y discursiva (¿Alguien alguna vez imaginó que Vilma Ripoll iba a compartir una tribuna con Luciano Miguens y Mario Llambías?), puede lograr por resultado la derrota del oficialismo pero se deja a los pequeños y medianos chacareros peor que cuando comenzaron los reclamos.
Pero el colmo de las lealtades que destiñeron la pelea de los agropecuarios se dio con el respaldo al campo de Luis Barrionuevo, Carlos Menem y Eduardo Duhalde. De terror.
Con este desenlace provisorio, está a punto de perderse desde el Estado la gran posibilidad de que la dirigencia agropecuaria registre la actividad productiva y la labor de los trabajadores del campo no registrada que está en un nivel por encima del 60 por ciento. El Gobierno va a pagar caro su soberbia y autoritarismo. Con una política comunicacional eficiente y una disposición al diálogo pudo haber logrado un muy provechoso ordenamiento de la actividad del sector para que se vieran beneficiados, sobre todo, los peones rurales que laboran a la buena de Dios, en total desamparo en los puntos más recónditos de la Argentina.
El Estado
El Estado argentino no sufrió alteraciones en materia económica en 128 días de conflicto con el campo. Fue posible porque hay casi 47 mil millones de reservas (eran 50 mil pero 3 mil millones el Banco Central las destinó a intervenir en la contención del valor del dólar); el superávit de la balanza comercial supera los 10 mil millones de dólares y el sistema financiero está sostenido en pesos.
Además, en los últimos cinco años, ha ido recuperando empresas que habían sido rifadas en los 90. Acaba de enviarse al Congreso el proyecto de recuperación de Aerolíneas Argentinas y dentro del mismo proceso de desprivatización se encuadran el Correo Argentino, el Ferrocarril General San Martín, Aguas Argentinas, los Yacimientos Carboníferos de Río Turbio, el control del espacio radioeléctrico y TANDANOR.
Es imposible negar estos aciertos que son tapados por los desaciertos que en materia comunicacional, con anclaje en la soberbia e irascibilidad de los Kirchner, sumergen al país en una crisis como la que se entabló con el campo.
También es cierto que el reclamo de los agropecuarios se fue transformando en un enfrentamiento de tinte ideológico, además de político y económico, con posiciones absolutamente encontradas. Hay bien diferenciada a partir de este conflicto una derecha en la que se van a recostar Duhalde, Barrionuevo, Menem, Gerardo Morales, Ricardo López Murphy y Elisa Carrió; y un sector progresista que aspira a sostener políticas para los sectores que menos tienen, según acaba de afirmar Cristina Kirchner en Salta y en Olivos, en la reunión con los legisladores que votaron a favor del oficialismo en las dos últimas semanas.
Distribución del ingreso. Se vienen medidas salariales.
Pero esas declaraciones tienen que trasladarse a los hechos porque antes del 11 de marzo muy poco habíamos escuchado sobre la distribución del ingreso. Es que desde la perspectiva, precisamente, de esa distribución del ingreso, está todo por hacer. A las exigencias a que se pretende someter al campo hay que sumar las que deben aplicarse a las rentas minera, financiera y de los juegos de azar cuya actividad comanda un amigo del matrimonio Kirchner, Cristóbal López, a quien le firmaron la concesión del juego en el país por diez años.
Por otra parte, el Gobierno va a tener que hacer algo para superar el mal humor de los sectores medios. Para ello asoma una modificación en el piso del mínimo no imponible y una batería de medidas relacionadas con los salarios y las asignaciones familiares, además de un inminente anuncio sobre la movilidad que va a beneficiar a más de 4 millones de jubilados.
De esta forma, el Gobierno podrá rebatir ese concepto negativo que indica que los intereses de los que menos tienen no tienen futuro si no se dan en una alianza con los sectores medios. Un último consejo para la mandataria: Va a tener que borrar del mapa al “malevo” Guillermo Moreno y ordenar definitivamente los datos del Indec para que se informe los porcentajes de subas de precios reales y no los que acostumbra a falsear el nefasto secretario de Comercio Interior.
Fuente: Pedro Noel Romero - Agencia NOVA
lunes, 21 de julio de 2008
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