sábado, 26 de julio de 2008

Remanentes de la Revolución

Rusia - Moscú en verano: 30 grados en la calle. Nada prepara al turista para tantos cambios en tan sólo 17 años. ¿Por qué no nos dijeron que el fin de las revoluciones se precipita así?
Los atoramientos de tránsito en la calle ocurren todo el día, causados por las 4x4, por vehículos lujosos, que incluyen enormes Jeep y los Hummer civiles que parecen militares, los Bentley, Rolls Royce y Lamborghini, las motocicletas de gran potencia con motores al máximo aceleran por la avenida Novi Arbat; acelerar, disfrutar, morir. El gas y el petróleo pagan todo, la corrupción, la nueva riqueza, la nueva vida, la muerte en el tránsito, o a manos de la mafia. La avenida Novi Arbat es calle de casinos que parece Las Vegas, por su competitivo colorido de neón que ilumina el único objetivo, ganar dinero, mucho. Las tiendas Gum, el supermercado soviético más conocido por sus góndolas vacías que por los productos en venta (que atraían largas colas para comprar cualquier cosa, cuando había cualquier cosa), en la Plaza de la Revolución, y en otras sucursales, hoy reúne a las grandes marcas de París, Milán y Nueva York; Dior, Gucci, Zara, y otros más. Los restaurantes son variados, concurridos, y carísimos. No hay para todos; una maestra en Moscú gana 1.200 dólares, en Kiev, Ucrania, 200 dólares, por mes.
Moscú ciudad abierta. Las luces brillan toda la noche, los supermercados abren las 24 horas, con marcas francesas e italianas, también vinos de Mendoza y de Chile. En Moscú los turistas no interesan, el petróleo paga todo.
¿Y el pasado? ¿Qué pasó con el pasado? El profesor Vladimir Davydov, director del Instituto de América Latina, fundado en 1961, parte de la Academia de Ciencias de Rusia, dice que hay un revisionismo en marcha.
“Ya comenzó una medida de revisionismo.” Se refiere al pasado reciente, la época de Gorbachov, y de Boris Yeltsin (1931-2007). “El neoliberalismo fue un desastre.” Sí pero, ¿y mas atrás?
“El pasado no hay que olvidarlo, pero por ahora no hay que tocarlo mucho”, dijo el profesor Davydov.
El ex presidente, hoy primer ministro, Vladimir Putin declaró a fines de los 90 que el desmoronamiento de la Unión Soviética fue un desastre para los rusos. No reivindicaba el stalinismo, pero la voz tutelar de Washington hizo que el comentario así pareciera. Putin se refería al sufrimiento, al hambre, a la pérdida de todo, incluyendo las empresas estatales, que produjo el cambio sin transición. La propaganda occidental no ofreció corrección alguna.
El fin fue enfatizado por una novela, Los niños del Arbat, de Anatoli Rybakov, traducido al inglés y castellano recién en 1994, vio la luz en 1987 con la Perestroika, pero endilgaba al régimen soviético, a sus casi setenta años, que jamás había preparado a la Unión Soviética para el cambio. Rybakov escribía su novela allá en los años 60 como ardiente sostenedor de la Revolución que lo había condenado al exilio interno. Su advertencia que todo se perdía fue publicada con la autorización (¿beneplácito, aliento?) de Gorbachov.
Los jóvenes de 25 años ya no recuerdan los recitales de Yevgeni Yevtushenko (1933), cuando un poema, Babi Yar (1961), se constituyó en cautelosa, autorizada crítica del régimen soviético. Pocos jóvenes saben que Vladimir Mayakovsky (1893-1930) fue el poeta de la Revolución, y no sólo la estación rosada, la más impresionante de la red del Metro moscovita. Nikolai Gogol (1809-1852), Anton Chekhov (1860-1904), Maxim Gorky (1868-1936), Mikhail Bulgakov (1890-1939), y tantos otros grandes escritores del siglo de la Revolución son museos. Fyodor Dostoievsky (1821-1881), por suerte, sigue siendo reeditado.
Los jóvenes visten modas osadas. Franelean como nunca, antes estaba prohibido, en la escalera mecánica del metro, en la calle, en el trolebús. Las muchachas, ah, las chicas, son rubias hermosas, bien vestidas. Y hay que ofrecer a la vista un generoso escote. Hace calor.
Muchos viejos tienen vergüenza de que todo el pasado se haya desvanecido. La Revolución es un mercado de souvenirs en el parque Izmaylovskaya (y los recuerdos soviéticos parecen de reciente fabricación, para los turistas). El 17 de julio, en el 90º aniversario de la ejecución del zar Nicolás II y familia, se concentraron más de diez mil devotos en la capilla en Yecaterinburgo, en los Urales, el lugar de los fusilamientos. “Pensar que sacrificamos tanto, para volver a esto.”
Fuente: Andrew Graham-Yooll - perfil

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