España - El programa de recuperación que propone Jugadores Anónimos y que sigue Egun Bat consta de 12 pasos, «pero sólo en el primero se habla del juego, ya que en el resto se trata de aprender a vivir sin él», explica Fede, que se encuentra en el paso 12. «Se supone que te has liberado de los efectos colaterales de la ludopatía y exige una especie de compromiso. Agradezco lo que han hecho por mí y me siento obligado a ayudar a otras personas que están sufriendo», confiesa.
A estas alturas del plan de recuperación «sabes más o menos dónde estás, aprendes a conocer quién eres y has recuperado parte de la autoestima». Pero no es fácil llegar hasta donde él. En la gran mayoría de los casos, subraya, el primer paso lo dan los familiares, que descubren lo que sucede y buscan soluciones.
Puestos a 'desintoxicarse', «el preámbulo de todo es la abstinencia», enfatiza. «No se debe jugar a nada, ni siquiera cuando te ofrecen una rifa, porque es un dispositivo que puede poner en marcha el mecanismo, como el primer cigarro para un fumador o el trago para un alcohólico». Tampoco es una montaña insalvable, pues el proceso es tan gratificante que «a veces conviene mirar por el retrovisor para comprender que no quieres volver atrás por nada del mundo».
Lo primero que se retoma es «la sinceridad», y a renglón seguido «la humildad». El propósito perseguido es poner el problema «a buen recaudo», aunque «nunca desaparece». Para explicar el porqué, utiliza un símil . «Es como quien deja el coche en el garaje durante una temporada. Cuando vuelve a cogerlo sigue con los mismos kilómetros recorridos, no ha bajado el contador a cero».
Quitarse de en medio
Fede echa la vista atrás y recuerda que en plena crisis ludópata llegó a robar a su familia, no aceptó ayuda, su mujer se separó y perdió el cariño de sus hijos. «Mi remordimiento era muy gordo y ya había dejado de jugar, pero el resto de los defectos que conlleva la ludopatía seguían ahí, hasta tal punto que a los seis meses de verme abandonado tomé todas las pastillas que había en casa y ni siquiera así pude quitarme de en medio. Al cabo de dos semanas de psiquiátrico me pregunté: pero muchacho, ¿qué haces tú aquí?, y comencé la terapia». ¿Cuánto tiempo ha transcurrido?. «24 horas. Esto es día a día, porque el riesgo sigue ahí».
Fuente: elcorreodigital
lunes, 25 de febrero de 2008
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