Eustaquio Pietranoria era un hombre muy callado, media 1.55mts., pesaba 52 kilos, era calvo a pesar de sus 43 años y usaba gafas con vidrios muy gruesos debido a su miopía. Debido a su timidez y a su apariencia era "el candidato" para toda clase de burlas entre sus compañeros y compañeras. Siempre pensaba que si tenía tantas facilidades para las matemáticas tendría que conseguir algo que le reportara mayores ingresos. La idea se le cruzó, cuando conversando con su señora, ésta le comentó que un vecino había ganado $10.000.- jugando a la ruleta en un casino que había concurrido en sus vacaciones. Si ganó mi vecino, quiere decir que la ruleta no es un juego infalible y se le puede ganar, pensó Eustaquio. Comenzó a documentarse, consiguió revistas que incluían 5.000 jugadas de ruleta. Con esto comenzó a preparar estadísticas. Luego se enteró que un monje, el que había inventado la ruleta, se suicidó porque no había podido vencerla. De todas maneras Eustaquio siguió con sus cálculos trabajando durante tres largos años. Un día creyó que tenía "su cábala" terminada, y le dijo a su señora que iba a un Casino a ponerla a prueba. Se dirigió a uno donde había mucha gente para pasar desapercibido. La primer noche ganó $ 5.000.- La siguiente ganó $10.000.- y regresó a su casa debido a su estado de nervios por temer ser descubierto. Dejó pasar una semana y se dirigió a otro casino, para comprobar que "La Cábala" le había hecho ganar y no una racha de buena suerte. Al tercer día de ganar volvió a su casa y decidió renunciar al trabajo y radicarse en Mar del Plata para estar cerca de "su nuevo trabajo". De todas maneras para no levantar sospechas cambiaba continuamente de casino y dentro de estos, de distintas mesas. Después comenzó a jugar en casinos del Exterior. Pero...Si, siempre hay un pero. A pesar que trataba de mantener un perfil bajo alguien comenzó a pensar que Eustaquio andaba en algo raro. Al seguirle los pasos se dieron cuenta que había una cábala, pero nadie podía saber como era. Se enteraron los casinos, pero no podían negarle la entrada porque no veían algo ilegal en lo que estaba haciendo Eustaquio. Comenzaron a asediarlo para que les venda la fórmula mágica de "su cábala". Iban atrás suyo desde los dueños de los grandes casinos de Las Vegas hasta Asociaciones Religiosas dedicadas a la defensa del jugador compulsivo, pensando que si popularizaban la cábala a través de los distintos medios, inclusive por Internet los casinos cerrarían porque no podrían ganar nunca más. Sin embargo Eustaquio en vez de negarse a venderles la fórmula, por temor a represalias, dilataba su respuesta para más adelante. Era tan grande la presión que soportaba, que tuvo un infarto fulminante y falleció. Como buitres todos fueron a negociar con la viuda, ofreciéndoles sumas fabulosas. Doña Juana (así se llamaba la viuda), le explicó que la fórmula debería estar en una caja de seguridad que tenía en un Banco Suizo. Cuando pudieron al fin abrir la caja encontraron en ella mucho dinero, y una carta en la que Eustaquio le decía a su mujer que prefería no escribir la fórmula para que ella no sufriera las presiones que le había tocado vivir a el. Por lo tanto se descubrió que Eustaquio se había llevado a la tumba el secreto de "su cábala". Tal vez en este momento Eustaquio esté jugando a la ruleta apostando con carbones o con pedacitos de nubes, depende donde haya ido a parar. Mientas tanto, los casinos siguen tentando a la gente para arruinar sus vidas, ya que los pobres no saben tantas matemáticas como nuestro amigo Eustaquio.
jueves, 8 de noviembre de 2007
La cábala de Eustaquio
Era un hombre sencillo, humilde y trabajador. Ayudante de Contador. Muy apreciado por sus jefes por su contracción al trabajo y su facilidad para las matemáticas. Era casi un don especial que tenía en esta materia.
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