Jueces de Alemania, Francia, Italia, Suecia, Austria, Reino Unido, Corea, Japón y Estados Unidos han pedido ayuda a sus colegas españoles para buscar y castigar a los desalmados que están comiéndose los ahorros de decenas de víctimas. La estafa es conocida como la del euromillón. Es un timo en dos tramos. Primero obligan a pagar falsas tasas a diferentes organismos oficiales; y después, cuando se ve que el premio nunca llega, a pagar más para recuperar lo ya adelantado.
Así han limpiado muchos bolsillos. Por ejemplo, el del trabajador italiano Ghirmai Kifle. Vive desde 1988 cerca de Milán, aunque es oriundo de Eritrea. Es un timo tan bien pergeñado y adornado (con sellos y membretes de organismos oficiales españoles que parecen reales) que resulta difícil no telefonear al móvil que se indica en la carta, con remite de Madrid, que mandan los estafadores a sus víctimas. Los estafadores envían miles de cartas al azar a ciudadanos extranjeros, mayoritariamente europeos. Sus nombres y direcciones los obtienen por internet. La carta informa a su receptor de que le ha tocado el gordo del euromillón de la lotería de España: 320,000 euros ($448,000).
El descaro que le echan al asunto los estafadores, que dominan varios idiomas, resulta sobrecogedor. Llega un momento en que la víctima ya no quiere el premio, sino recuperar lo adelantado para obtenerlo. Pero incluso para recuperar ese dinero tienen que dar más dinero aún.
El 20 de mayo de 2006, Ghirmai recibió una carta en casa. La abrió y estaba llena de sellos, firmas y membretes de organismos oficiales españoles. Nada menos que 320,000 euros le habían tocado. Pero su alegría se tornaría pronto en un calvario que aún no termina.
En la carta se le decía que para cobrar los 320,000 euros debía ponerse en contacto con su agente en España, el señor Pepito Richmond (Foreing Operations Manager Santa Lucía).
Richmond hablaba español e italiano perfectamente.
—Le voy a enviar un formulario, lo rellena y me lo devuelve. Inmediatamente recibirá los millones.
—¿Tengo que pagar algo por el premio? —preguntó Ghirmai.
—No, el dinero ya es suyo...
El mismo día 20, pero por la tarde, Ghirmai recibió la primera llamada de Pepito Richmond.
—Para recibir el dinero debe enviarme 550 euros (unos $770). Son mis servicios.
—Pero usted decía que no debía abonar nada.
—Le pido disculpas. Esta mañana no he caído en ese detalle.
El día 24, Richmond le dice: “El organismo de loterías español ha aprobado el pago del premio.
Debe enviarme 950 euros ($1,330) para los gastos de transferencia.”
Pasaron los días y el dinero no llegaba. El 2 de junio, Richmond volvió a llamar: “Lo siento, señor Ghirmai. Maphre Marketing pide una comisión y el Ministerio de Economía de España, otra. En total, 10,500 euros ($14,700)”.
Los estafadores complican la trama para obtener más dinero. Le dicen que Suiza ha bloqueado pagos porque faltan los certificados de que Ghirmai está “libre de terrorismo” y “libre de drogas”. Le piden 950 euros ($1,330) para el viaje en el que obtendrán los papeles. Luego, le dicen que necesita un abogado que verifique la entrega de los certificados, que Suiza impone una tasa, al igual que el Banco de España. En total 28,300 euros adicionales (más de $39,000). Un día, Ghirmai se desesperó y llamó a Richmond. “Quiero que me devuelva todo el dinero que adelanté. Me da igual el premio”, le dijo. Para su sorpresa, Richmond estuvo de acuerdo. “Quizás sea lo mejor, sí.” Acto seguido le pidió otros 900 euros para tramitar la devolución. Después le pidió más dinero para otros trámites. A finales de octubre, Ghirmai le telefoneó: “Yo voy a Madrid por el dinero”. Pero su interlocutor le dijo que un señor Jaboro iría el 3 de noviembre a dejárselo, aunque precisaba que le enviara 900 euros para el viaje. Envió el dinero, pero Jaboro no llegó. Entonces Richmond aseguró que el emisario había sufrido un accidente y estaba en el hospital.
El 12 de diciembre le anunció que él mismo le llevaría el dinero el día 15, y que llegaría a Milán a las 10 de la noche. “Pero envíeme 150 euros para el cambio de billete.” Como Ghirmai se resistió, el hombre le advirtió: “O paga o no le llevo la devolución. Mi empresa no invertirá ni un euro más en este asunto”. Ghirmai pagó. “Fui al aeropuerto y ningún vuelo de Madrid llegaba a esa hora. Nunca más volvió a contestarme.”
Después de haber entregado más de $55,000, Ghirmai contrató un abogado para que le ayude a buscar justicia.
Fuente: LAPRENSAGRAFICA.COM
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