viernes, 18 de enero de 2008

Redadas en casinos clandestinos

USA - Ante vacíos legales, HPD busca violaciones a códigos para frenar auge de casas de juego.
Cuando los nueve agentes de la Policía de Houston (HPD) llegaron al casino clandestino, el administrador corrió a un cuarto al fondo del local a esconder una cantidad de dinero indeterminada.
Una vez los identificó —cinco de ellos iban encapuchados, el resto vestía uniforme policial—, el hombre, oriundo del Medio Oriente, volvió a la entrada y abrió la puerta. "Pensé que eran ladrones; ya me han robado tres veces, me han puesto la pistola al pecho [otras veces]; me dio miedo".
El operativo, efectuado el martes 15 de enero en dos casinos de la calle Antoine, al noroeste, no era un robo sino una más de las redadas de la división de delitos contra la salud (Vice) de HPD.
Ocultos en pequeñas plazas comerciales y usualmente en barrios hispanos, la policía ha identificado al menos 60 pequeños casinos que operan al margen de la ley, pese a que sus máquinas tengan los sellos autorizados del ayuntamiento, el condado y el estado.
El número de locales que operan así, según agentes de HPD, va en aumento. Lo mismo que los robos y la inseguridad en su interior.
"Los jugadores llevan la de perder", dijo Charlie Vázquez, teniente de Vice y quien coordinó las redadas. "La gente debe entender que esto es ilegal; en Houston no hay una comisión de juego que regule estos locales, como en Las Vegas o Luisiana, donde la casa debe pagar cierto porcentaje o es multada. Acá los dueños pueden programar las maquinas para que les den ganancias de 99% si quieren".
La proporción de hispanos que asiste a estos lugares es tan alta que cada vez que los agentes de HPD hacen una redada deben ir acompañados de un traductor.
Durante la primer redada del martes 15, los nueve agentes —cinco de Vice, dos de la división de cumplimiento de normas (Code Enforcement) y dos patrulleros— encontraron en el lugar más de 100 máquinas de juego, a ocho personas que jugaban en ese momento y a un guardia de seguridad, que no hablaba inglés.
En un cuarto ubicado al fondo del local, uno de los agentes halló además un contador electrónico de dinero, una calculadora y la razón por la que el administrador corrió hasta ahí cuando vio llegar a la policía: un fajo de billetes de unas cuatro pulgadas de grosor.
Ni el dinero ni las máquinas, sin embargo, fueron incautadas por los agentes. Para lograrlo, hace falta una larga investigación, pruebas que apunten al dueño real del lugar y una orden de búsqueda.
En operaciones como las del martes, los jugadores reciben una infracción clase C y son puestos en libertad. El encargado recibe una cantidad indeterminada de multas, incluyendo una infracción clase A por operar el local.
Los agentes buscan cualquier violación a códigos legales. "Estos lugares operan con las mínimas condiciones, no tienen cableado adecuado para las maquinas, cierran las puertas de emergencia, permiten que su clientes fumen, venden comida sin permiso, a veces no hay agua, tienen problemas con la estructura del inmueble, operan con permisos vencidos", dijo Vázquez. "Las multan pueden alcanzar $35,000". En la primera redada del martes, el administrador obtuvo 37 infracciones por un total de aproximadamente $37,000.
Ley insuficiente para atajar el crimen
Los vacíos legales en los reglamentos de las máquinas de juego, que valen lo mismo para éstas que para las máquinas expendedoras de golosinas y gaseosas, posibilitan la existencia de estos casinos.
"Las máquinas deben ser sólo para diversión", dijo Vázquez. Si el premio es más de 10 veces superior a la cantidad que la persona metió en la máquina, el juego es ilegal. No importa que los premios no sean en efectivo, sino en forma de televisores u hornos de microonda, explicó el teniente de HPD.
Según Marc Brown, funcionario de la Fiscalía del Distrito, es muy complicado cerrar estos lugares porque el proceso es largo y muchas veces el negocio ya se cambió de sitio o desapareció antes de que el caso llegue a corte.
Brown estima que, en los últimos cinco años, se han manejado más de 300 casos pero han sido pocos los dueños que han terminado en la cárcel. El máximo castigo que se le puede aplicar a un dueño por operar uno de estos lugares es una multa de $4,000 y un año de cárcel.
Uno de los obstáculos más comunes que enfrenta la policía para acabar con estos casinos es que, por lo regular, el dueño del establecimiento no está presente al momento de la redada o pone los permisos de las máquinas a nombre de la persona encargada, responsable de todas las infracciones.
Estos locales están equipados con cámaras de video de transmisión vía internet (webcams), que permiten monitorizar lo que pasa en su interior a distancia. Cuando se da un robo o una redada, quienes operan estos casinos pueden alertar a otros locales sobre la presencia de la policía.
La tarde del martes, mientras la policía se dirigía al sitio de la segunda redada, alguien parecía haber avisado al administrador, que comenzó a sacar a la gente de ahí.
Cuando los agentes llegaron al casino sólo encontraron a la encargada, una mujer hispana que no hablaba inglés, que dijo ganar $11 por hora y que rompió en llanto en cuando los vio llegar.
Según Vázquez, era la tercera vez que la encontraban administrando ese lugar. En los libros contables que halló la policía había registro de un retiro de dinero por $8,000 hecho ese mismo día.
Fuente: rumbonet

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