jueves, 31 de enero de 2008

Llegó el Comandante y mandó a parar

Cuba - Los cubanos de la primera década del siglo XX, con fina estocada irónica, sentenciaban: "el tiburón se baña, pero salpica". La expresión nada tenía que ver con el temible escualo. Más que desenfado criollo, era la forma exacta de calificar la "generosidad" del presidente José Miguel Gómez para beneficiar a sus correligionarios con el botín proveniente del saqueo y la malversación de los fondos públicos.
No fue precisamente este mandatario quien inventó la corrupción política y administrativa en aquella república neocolonial surgida el 20 de mayo de 1902. Más bien heredó un mal cuyos orígenes se remontan a la administración colonial española, que durante larga y sangrienta permanencia en la Isla confirió títulos de nobleza a los traficantes de esclavos africanos.
Lejos de fomentar el desarrollo de una industria nacional productora para el mercado interno, José Miguel Gómez (1909-1913) redujo su labor gubernamental a complacer a su clientela política con la repartición de prebendas, para lo cual restableció la Lotería Nacional, duramente criticada y rechazada por patriotas honestos por constituir un instrumento para sobornar opositores y satisfacer apetitos de los banqueros.
La Renta de Lotería, desde su fundación, fue patrimonio exclusivo del Presidente de la República. Como expresara el historiador cubano Emilio Roig de Leuchsenring, el nombramiento en el cargo de director "era igual que encontrar una mina de oro, o de diamantes, o de petróleo".
Sin excepción, los falsos gobiernos que padeció Cuba durante 58 años convirtieron el robo del presupuesto estatal en línea permanente y habitual de su política.
Esa bochornosa descomposición moral tuvo ejemplos notorios. En su turno presidencial, entre 1925 y 1933, Gerardo Machado recibió préstamos sin intereses del banco norteamericano Chase National Bank de Nueva York para inversiones industriales en La Habana y abrió una cuenta corriente por la suma de 400 mil dólares. Sus principales atracos estuvieron asociados a la edificación del Capitolio Nacional (hoy sede de la Academia de Ciencias de Cuba) y la Carretera Central, que va de un extremo a otro de la Isla.
El periodista cubano Pedro Luis Padrón, en su libro ¿Qué república era aquella?, apunta que "el escándalo por los negocios sucios entre Machado y el Chase fue de tal magnitud en Estados Unidos que la Comisión de Banca y Moneda del Senado se vio obligada a realizar una investigación en 1932". La pesquisa —señalara el autor— reveló que en el financiamiento de las obras públicas el Chase fue beneficiario junto a Machado y varios miembros de su gabinete.
EN OTRAS ETAPAS
También en las décadas del 40 y el 50, la corrupción administrativa en el seno gubernamental alcanzó niveles insospechados.
Durante el período presidencial de Ramón Grau San Martín (1944-1948), una de sus singularidades fue la entronización de la "botella", hasta entonces sin precedentes en la historia de Cuba. Consistía en ubicar oficialmente en la nómina de pagos de un ministerio o dependencia estatal a un individuo que tranquilamente aparecía el último día de cada mes a cobrar, sin trabajar, su salario proveniente de ingresos al tesoro público por la recaudación de determinados impuestos. En no pocos casos el sobre que contenía la remuneración llevaba el membrete de la oficina del presidente de la República con un rótulo que advertía: "asunto personal".
Una figura de entonces, célebre por su conducta corrupta, fue José Manuel Alemán, senador de la República y ministro de Educación de aquel gobierno, quien con la malversación de fondos destinados a las escuelas adquirió una cadena de hoteles, un estadio de pelota y numerosas viviendas en Miami, Estados Unidos.
Bert Collier, cronista del diario Miami Herald, calculaba entre 70 y 200 millones de dólares el monto de los negocios del connotado magnate cubano. Según el propio periodista, Alemán llegó a convertirse en un personaje tan influyente como el gobernador floridano Warren, quien era, además, uno de sus mejores amigos.
Carlos Prío Socarrás, sucesor de Grau, además de utilizar la máxima dirección del Estado para lucro personal, dio riendas a un bochornoso nepotismo al colocar a sus dos hermanos en puestos clave que ambos aprovecharon para agenciarse jugosos ingresos mediante dudosas inversiones en las industrias azucarera, cafetalera y tabacalera, y el fraude con billetes de lotería.
No faltaron hombres honestos para desenmascarar públicamente esas y muchas otras fechorías. En un informe al Tribunal de Cuentas, el joven abogado Fidel Castro Ruz, reveló cómo Prío utilizaba soldados para laborar en sus fincas particulares y cómo la familia del mandatario obtuvo en tres municipios de una provincia nada menos que 34 fincas.
El secretario general del Partido Socialista Popular, Blas Roca, también denunció: "Hemos tenido cosas tan escandalosas como una combinación entre falsificadores yanquis y funcionarios de Hacienda, para introducir billetes fraudulentos, la circulación de billetes que oficialmente fueron quemados".
En una carta abierta, Eduardo Chibás, líder del Partido Ortodoxo, emplazó directamente a Prío al preguntarle: "Cómo puedes comprar tantas fincas y construir en ellas obras tan numerosas y variadas al mismo tiempo que declaras que no hay dinero ni material para construir caminos vecinales ni para continuar las obras públicas del Estado; que no hay dinero para pagarles sus adeudos a los veteranos de la Guerra de Independencia; que no hay dinero para pagar los alquileres de las casas escuelas ni las medicinas de los hospitales y que te ves obligado por falta de dinero a dejar cesantes a miles de empleados públicos".
Entre marzo de 1952 y diciembre de 1958 Cuba padeció aun más el robo de cientos de millones de pesos, organizado por la camarilla militar que llevó a la presidencia de la República con un golpe de Estado a Fulgencio Batista.
Una de las principales peculiaridades de su régimen dictatorial fue el estrecho vínculo con altos jefes del hampa en Estados Unidos. La asociación con tahúres como Meyer Lansky y Santos Trafficante, por citar dos ejemplos, involucraría decenas de millones de dólares con la instauración de salas de juego que rivalizarían con sus similares de Las Vegas, en el vecino país del norte.
Como buen socio de la mafia, Batista utilizó los millones de la caja de retiro del sector gastronómico para la edificación del Hotel Havana Hilton (hoy Habana Libre) y para el Havana Riviera entregó cinco millones de pesos del Tesoro de la nación, de los nueve que costaba su construcción.
Como práctica habitual, cientos de miles de pesos provenientes de la lotería, la ruleta y otros juegos iban a parar a los bolsillos de jefes policíacos y miembros de la camarilla batistiana.
Los hampones yanquis veían a la dictadura de Batista como un gobierno estable. La revista Times, en diciembre de 1958, comentaba: "Parece que para los pandilleros del Este de los Estados Unidos, que se encuentran operando nuevos casinos de juego en La Habana, este invierno será la zafra de mayor bonanza".
Como castillo de naipes se deshizo tal pronóstico cuando a finales de ese mes el empuje de las fuerzas del Ejército Rebelde, dirigidas por el Comandante en Jefe Fidel Castro, desmoronó aquel oprobioso régimen tiránico. Desde entonces, los cubanos ilustran el fin de los gobiernos corruptos en la Isla con el estribillo de una tonada popular: "Llegó el Comandante y mandó a parar".
Fuente: cubahora

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