Hay situaciones en la vida que marcan definitivamente nuestro destino.
... cuando apenas había terminado el colegio llegó su primer gran amor, un apuesto ingeniero nacido en Rusia y educado en Alemania que casi podía ser su padre. Corrían los años 20 se casó y se instaló en La Pampa donde su marido tenía trabajo. Allí armó una casita de postal, quedó embarazada y era feliz. Viajó a Bs. As. para tener a su bebé. Tuvo un parto terrible, pero la nena nació sana y la llamó como su madre, quien murió dos meses después de nacida su nieta. Cuando se repuso volvió a su casita de muñecas en La Pampa se enteró que su casa estaba embargada, que su marido era jugador compulsivo y que había perdido absolutamente todo.
Se divorció, y con una niña a su cargo volvió a Buenos Aires. Necesitaba ganar dinero para las dos o resignarse a que sus hermanos la mantuvieran. Entonces es cuando un amigo le ofrece colaborar en una revista de chismes sobre la radio (la revista “Sintonía” la mayor revista de espectáculos de los años 30.) con algunos comentarios como oyente. Ella aceptó, empezó con una educada y ocurrente columna que se llamaba Alfilerazos con el seudónimo Mitzi. Ella misma ilustraba su columna con dibujos humorísticos. Le gustaba pintar y también cantar…
A esto último sí que le sacó provecho. Se presentó a un concurso para nuevos valores del éter en el programa radial “La Voz del Aire”, en 1934, como la “cancionista Ivonne D’Arcy cantante internacional en cinco idiomas” -que todo lo imitaba y que todo lo cantaba- y ganó. Este personaje, con un rótulo cursi, le permitió modelar el oficio de la genial imitadora y descubrir los recursos que le ofrecía la radio. Nunca cobró un peso de los 400 que había ganado, pero se sintió en carrera y logró cantar en varias emisoras.
Había tenido que dejar a su hija con mucha culpa a una de sus hermanas hasta tanto pudiera tener un lugar donde vivir con ella. Y ese fue el momento, alquiló un cuarto en una pensión y con su hijita se divirtieron jugando como dos criaturas en ese cuarto. Ganaba poco pero lo suficiente como para ser feliz.
Tenía por entonces veintitantos años y era enamoradiza, llegó Marcelo Salcedo, un contador paraguayo bastante mayor que ella y quien le inspiró su apellido artístico. Mar por Marcelo y sal por Salcedo. Con una h y una l que alguien incorporó por ahí, nació Marshall, la recordada e inigualable NINI MARSHALL.
Extraído de: uncajonrevuelto
martes, 29 de enero de 2008
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