jueves, 20 de noviembre de 2008

Una historia del juego

España - El hombre es animal ludópata por naturaleza. Eso ya lo sabían los griegos de la Antigüedad (de donde viene casi todo), los cuales se gastaban los dracmas apostando a la belleza de los efebos y a la fuerza y velocidad de los atletas en el Estadio, cuando no en partidas de tabas en la sobremesa de los banquetes.
El juego le va en la sangre al género humano porque el juego significa siempre un reto contra algo o alguien y es una forma más de progresión social, otra forma de distinción animal del individuo frente a otros de su misma especie. Hablamos, por ejemplo, de aquellos cuya profesión consiste en jugar con dinero, invirtiendo aquí y vendiendo allá. Los inversores en Bolsa, sin ir más lejos, juegan diariamente a la lotería de los valores y las acciones. Las grandes Bolsas del mundo están llenas de ludópatas. La Bolsa es ese gran bingo para pijos engominados que se creen Michael Douglas en Wall Street, paradigma cinematográfico de la cosa bursátil. Pero los griegos de antes ya jugaban a la Bolsa (de hecho son sus inventores), tenían su propio parqué en las plazas de las grandes ciudades como Atenas, en donde se jugaba a la Deigma, una Bolsa mercantil en la que comerciantes de distinta procedencia negociaban mercancías variadas con diversa fortuna. Pero el precedente más claro de la Bolsa de Valores es la Basílica romana que aparece unida a la actividad de los publicani, individuos que en la antigua Roma controlaban la recaudación de impuestos y la gestión de la mayoría de las empresas públicas. Para conseguir los fondos necesarios, los publicani constituyeron grandes sociedades con capital dividido en acciones o partes que se negociaban en la Basílica, dando lugar a un claro antecedente de la Bolsa Moderna. Luego vendrían las Lonjas medievales y demás adefesios, hasta llegar al nipón Nikkei.
Pero no hay que subir tan alto ni ir tan lejos para demostrar que, de una u otra forma, el juego nos posee. Quien más quien menos echa cada semana su primitiva, su bonoloto, su cuponcito o la quinielita. Quien más quien menos se juega el disponible extra en fechas tan señaladas como la Navidad. Quien más quien menos (más del sesenta por ciento de la población) juega a las compras de crédito, una apuesta en la que siempre se termina perdiendo (a plazos, pero perdiendo). Quien más quien menos tiene su hipoteca en vigor cosechando ganancias a terceros. Pero lo último en ludopatía son los casinos por Internet. Algunas sociedades de ludópatas anónimos han puesto el grito en el cielo por este asunto. Yo también lo pongo: estoy harto de entrar en una página web y que me salga el dichoso anuncio de un fulano que ha descubierto el método infalible para ganar a la ruleta en los casinos digitales. Que se lo monte él solito y nos deje a los demás tranquilos con nuestro bobalicón cuponcito.
Fuente: laopinion

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