USA - Las Vegas. Lujo y extravagancia se reúnen al oeste del país bajo una explosión de luces de neón. Además, el Gran Cañón, ofrece una aventura natural a la que se puede llegar hasta en helicóptero.
Las Vegas brota como una flor exótica en el desierto. No en cualquier parte se encuentran, a lo largo de una misma calle, una pirámide y una esfinge; una réplica de la Estatua de la Libertad, con todo y los rascacielos de Nueva York; una reproducción del David, de Miguel Ángel, y una copia de la torre Eiffel.
Los 39,2 millones de turistas que vienen cada año a esta ciudad se deslumbran con los paseos en góndola a través de los canales del hotel Venetian, se admiran de las limosinas Hummer, brillantes y negras, que se estacionan frente al hotel Caesar's Palace; y se desplazan por las escaleras eléctricas, al aire libre, que conectan los andenes con los puentes peatonales.
Aquí se le rinde culto al lujo. Sin embargo, no es solo a punta de excesos como la 'capital mundial del entretenimiento' hechiza a sus visitantes.
Su magia tiene que ver con la ubicación en una zona rodeada de carreteras vacías que atraviesan enormes extensiones de tierra arenosa, pobladas por cactus y rocas puntiagudas.
Al aproximarnos a Las Vegas desde el suroriente, por la carretera interestatal 215, el resplandor de las luces de neón de la ciudad se asoma por encima de las colinas.
Atrás queda el paisaje inhóspito del desierto. El sol cae y el protagonismo se lo apropia Las Vegas Boulevard, una avenida de 6,4 kilómetros de largo donde se concentran los mejores hoteles y casinos.
Esta vía, más conocida como el Strip, es el corazón de la ciudad. Una torre de Babel horizontal en la que se confunden asiáticos millonarios a quienes los hoteles alojan gratis para que apuesten; mexicanos que reparten tarjetas que ofrecen 'Hot girls' a domicilio y parejas en busca de una capilla pequeña para casarse, con la bendición de un Elvis Presley improvisado que les cante Love me tender.
Las luces de la noche
La noche ofrece el espectáculo del Circo del Sol, shows estilo Broadway y presentaciones de artistas como Elton John o el comediante Jerry Seinfeld, mientras que durante el día, cuando la temperatura alcanza sin problemas los 35 grados centígrados, el refugio ideal son los hoteles.
Mejor dicho, los que albergan los casinos, y que en sí mismos son una atracción y una extensión de la calle, pues varios de ellos están unidos por túneles con aire acondicionado.
Cada uno tiene un tema específico. Está el Luxor, con su edificio principal en forma de pirámide y jeroglíficos hasta en las paredes de los ascensores; y, justo al lado, el Excalibur, en donde estatuas de caballeros con armaduras plateadas y lanzas ambientan los pasillos que conducen a los salones de juego.
Y, así, todos: el New York-New York, el Paris, el Venetian, el Caesar's Palace, el Circus Circus... Todos saben cómo capturar a sus clientes, y están diseñados para que adentro sea imposible notar el paso del tiempo.
Por eso, en el Venetian el techo está pintado de azul, con nubes incluidas, y al mirar hacia arriba se siente como si fuera de día, cuando en realidad podrían ser las 11 de la noche.
La idea es que los jugadores no se den cuenta de cuánto tiempo han pasado en los casinos, ni de cuánto dinero han dejado en las tragamonedas y en el black jack.
Este empeño en atrapar a los apostadores es menos perceptible unas cuadras al norte del Strip, en la calle Freemont, donde hace cien años los carteles de madera anunciaban bares, tiendas y bancos.
No había llegado la década de los 40, cuando los avisos de neón comenzaron a invadirlo todo. Hoy, Freemont Street, el sitio donde se fundó la ciudad en mayo de 1905, es un complejo de casinos, restaurantes, bares y hoteles, entre ellos el más antiguo de Las Vegas, el Golden Gate Hotel & Casino, inaugurado en 1906.
Se trata de cinco cuadras en las que todas las noches, cada hora, se proyectan en el techo, de casi 10 metros de alto, espectáculos generados por computador que ponen a vibrar a la gente con 12 millones de luces LED y un sistema de sonido de 550.000 vatios.
A diferencia del Strip, en Freemont no se venden collares de diamante, ni existen tiendas de Gucci o Prada. Aquí se viene a esconderse del sofocante sol del desierto. Y a alejarse un poco de ese caos programado que la gente viene a buscar unos kilómetros al sur, en el corazón de Las Vegas.
De paso por el Gran Cañón
A solo dos horas y media de Las Vegas, en carro, se encuentra una maravilla natural, el Gran Cañón del Colorado, al que se puede llegar en bus, en tours organizados por los que se cobra alrededor de 90 dólares. También es posible contratar el servicio de helicóptero.
Una nueva atracción del Gran Cañón es el skywalk, una pasarela con piso de vidrio que permite ver el fondo entre los puntos sur y oeste del Gran Cañón.
En esta zona 100 hectáreas son propiedad de la tribu hualapai, el resto hace parte de los parques nacionales de Estados Unidos. Los hualapai se conocen en esta región desde los años 1800.
Tisha L. James, navajo, de 23 años; y Jarvis Hunter, hualapai, de 35 años, son los que toman las fotos y hacen los videos para los turistas, pues lo hacen justo al borde del abismo, en una parte del cañón que está cediendo, pero aún es segura, al menos para ellos, que conocen el terreno. Son dos millas para abajo, donde está el río Colorado.
Si usted va
Una opción de transporte en la ciudad es tomar el monorriel, que viaja por encima de las calles entre los principales hoteles.
Un pasaje cuesta 5 dólares. Un pase por un día vale 9 dólares y permite viajar ilimitadamente durante 24 horas.
En la ciudad hay alojamientos por cerca de 120 dólares por noche.
Para llegar a Freemont Street se va en el monorriel hasta la estación del hotel Sahara. Desde ahí se puede tomar un taxi o el bus de la ruta 108.
Una licencia de matrimonio cuesta 55 dólares en Nevada, y muchas parejas escogen casarse aquí porque en este estado no se requiere ni examen de sangre ni período de espera para hacerlo.
A la reserva de los indígenas hualapai, en el Gran Cañón del Colorado, se puede llegar en carro. El viaje dura cerca de dos horas y media.
Fuente: eltiempo (Clombia)
jueves, 24 de julio de 2008
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