domingo, 3 de agosto de 2008

Señorial Biarritz

Francia - UN primer vistazo lejano a la costa de Biarritz (Lapurdi) es suficiente para ver sus majestuosos edificios y percibir que se trata de un enclave turístico de lujo, con rasgos aristócratas y elegantes, y un glamour decadente de comienzos de siglo. Sin embargo, es más que eso. Los surfistas y golfistas, la sencillez y el lujo o los festivales y los casinos se dan la mano sin complejos. Biarritz es un espacio abierto, un abanico de posibilidades donde todos son bienvenidos.
La historia de la ciudad no dista mucho de la de otras localidades de la costa cantábrica. Su origen está fuertemente ligado a la pesca de ballenas, hasta que a partir de mediados del siglo XIX, la nobleza europea lo escogiera como lugar de veraneo y cambiara sus hábitos para siempre. En 1854 el emperador Napoleón III y su esposa, la española Eugenia de Montijo, compraron unas dunas frente al mar llamadas Lou Sablanat. Allí, construyeron su palacio. A la muerte de Napoleón, la emperatriz abandonó Biarritz y vendió la propiedad que pasó a ser el Hotel du Palais.
Esta herencia, unida a la creación de un casino en 1901 hizo que se convirtiera en el lugar de vacaciones preferido por la alta sociedad europea. Incluso la familia real británica pasaba largas temporadas en su residencia biarrot. Por ello, una escapada a esta bella localidad, debe incluir en su itinerario un paseo por los bellos palacetes que, en su día, construyó el nutrido séquito de nobles que acompañaba a la realeza. Una buena opción para ello es subirse en el Petit Train de Biarritz. Su itinerario permite visitar los lugares más famosos, la costa y los museos.
Por supuesto, nada mejor para sentirse como un auténtico emperador que pasar una noche en el Hotel du Palais donde los bolsillos más acaudalados descansan y se relajan con baños terapéuticos en el balneario. Otro de los lugares más emblemáticos de Biarritz y de visita obligada es su casino municipal, que fue construido el siglo pasado y remodelado en 1992.
Los exiliados rusos de la época también quisieron aportar su granito de arena y construyeron una espléndida iglesia ortodoxa para su culto particular que aún está en activo. Una de sus peculiaridades es que los curas rusos, en el intento de unir a su congregación, atrajeron a personalidades de la talla del compositor Igor Stravinsky, que vivió en la villa entre 1921 y 1924.
Es por ello por lo que se puede ver una placa en la fachada del edificio.
Por otro lado, los amantes del surf pueden acercarse a playas como La Grande Plage, Le Port Vieux o La Cote des Basques. Estos arenales se caracterizan, además de por sus olas, por su arena fina y por las numerosas algas que confieren al mar una sustancia muy beneficiosa para la salud, el yodo, del que se sirve el balneario que ofrece curas de recuperación a la carta. Y, cómo no, donde hay lujo, hay golf. Biarritz aúna una oferta de hasta once campos, uno de ellos al borde del mar.
Hay, además, tres lugares de interés que visitar para convertirse en un experto de la localidad. El museo del mar, con más de 150 especies; el museo del chocolate, un verdadero examen de las tentaciones y el faro, de 73 metros de altura y 248 peldaños desde donde los días despejados se puede disfrutar de una de las mejores vistas de la costa.
Para terminar la visita con un buen sabor de boca, los viajeros no pueden perderse una cena en alguno de los restaurantes más famosos de la localidad, como Les Platanes o Beau Soleil. Pero si el bolsillo comienza a resentirse, se puede buscar otra opción entre los 120 restaurantes que hay en el centro. Para los sibaritas está Chez Albert, restaurante emplazado en el puerto de pescadores que sirve pescado recién capturado.
Fuente: noticiasdeálava

No hay comentarios.: