Venezuela - El incremento de casinos y otros establecimientos de juegos de azar, se presenta como un hecho común en la mayoría de las sociedades civilizadas del mundo. La gente, sin discriminar entre ricos y pobres, pero adicta a las apuestas, dilapida considerables cantidades de dinero, pensando que la suerte siempre le resultará favorable.
Sin embargo, y aunque parezca inverosímil, en los juegos de envite, la suerte acompaña muy poco a los apostadores de escasos recursos. Tanto es así que mientras más dinero invierten,las posibilidades de ganar se reducen en términos porcentuales a cifras excesivamente ínfimas.
Visto así, habría que analizar y valorar los parámetros específicos de estos juegos de interés, que afectan de manera negativa y notoria el patrimonio económico, la fama social y la calidad de vida de los participantes. El jugador empedernido, con algunas excepciones, diseña un modelo de distribución presupuestaria en el que incluye como prioridad un monto mensual para el desarrollo de apuestas, restándole importancia al gasto familiar corriente, a la sana diversión y al ahorro.
Para nadie es un secreto que el jugador compulsivo persigue la fortuna incesantemente. Sueña con ella, y con sólo conocer que alguien acabó millonario por un golpe de suerte, se imagina ser el próximo agraciado, sin saber que progresivamente va minando su vida y destruyendo a las personas que lo rodean.
Regularmente, el ludópata, por su incontrolable necesidad de jugar, menosprecia cualquier consecuencia negativa. Su dedicación enfermiza al juego, produce en la familia síntomas de depresión, en virtud de presentar un elevado riesgo de llegar al suicidio, cuando carece de recursos para apostar y recuperar de alguna manera el dinero perdido.
Algunos autores, con amplios conocimientos en la materia, categorizan la adicción lúdica como una patología humana de origen psicológico, que puede llegar a ser en la vida del apostador, algo más importante que su familia, trabajo o bienes materiales. Tan fuerte y dominante puede ser la dedicación al juego, que para el ludópata la alimentación, el sexo y las relaciones sociales, pasan a constituir algo secundario.
Esto implica que en cierto modo, la adicción al juego representa en si misma un trastorno de salud integral, que obliga a la persona afectada a someterse a terapias intensivas, destinadas a cultivar nuevos valores y una forma de pensar que le garantice gobernarse a si mismo y asegurar para su familia estabilidad económica, seguridad alimentaria y bienestar espiritual. La rehabilitación del apostador será efectiva cuando vea restringido su acceso al dinero y a locales de juego, no arriesgue su patrimonio y evite la tentación de recurrir a la estafa o al delito.
Fuente: elnuevodía
viernes, 29 de agosto de 2008
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