miércoles, 27 de agosto de 2008

Cuando La Habana fue de la mafia

Cuba - Antes de que Fidel Castro y sus soldados barbudos revolucionaran el Caribe, un grupo de delincuentes puso La Habana patas arriba. La convirtieron en el burdel de Norteamérica.
Érase una vez. 1933 fue, oficialmente, el año en el que La Habana y la Mafia italonorteamericana tuvieron su primera cita. El presidente del país Fulgencio Batista recibió en sus dominios a Meyer Lansky, un genio financiero de la Cosa Nostra cuyo poder económico, en esos momentos, era superior al del presidente de la General Motors. Tras la reunión, Batista le concedió al mafioso el control del Hotel Nacional y su casino, gracias al cual Lansky creó las estructuras idóneas para convertir La Habana en una gigantesca empresa al servicio de la Mafia. Poco después, ese mismo modelo financiero sería aplicado en Las Vegas con los mismos exitosos resultados. En los años siguientes, La Habana, la llamada 'París del Caribe' se convirtió en el 'burdel de Norteamérica' con todo lo que ello significaba: un turismo masivo protagonizado por miles de norteamericanos que aterrizaban en la isla para emborracharse de vicios que, en su país, todavía estaban en pañales. Baste un ejemplo: catorce años después de la legalización del juego en Nevada, en 1945, Las Vegas seguía siendo un mero poblado con apenas 9.000 habitantes. La Habana, mientras tanto, rozaba el millón de habitantes. Más de la mitad de ellos vivían en el más profundo de los desamparos, tratando de recoger las migajas que los negocios de drogas -cocaína, principalmente-, hostelería, juego y prostitución iban dejando caer por el camino.
Entonces. En 1946, La Habana cumplió la mayoría de edad: Lucky Luciano, el Don, el Padrino, organizó, en la última planta del Hotel Nacional, una cumbre de la Cosa Nostra en la que se citarían todos lo altos mandos del Crimen Organizado. ¿La finalidad? Planificar y reorganizar el futuro de la Mafia para los próximos años. Casi una treintena de líderes llegados de diferentes partes de Estados Unidos, entre los que se encontraban Joseph y Rocco, primos de Al Capone, se reunieron en la capital cubana. Lansky fue el encargado de que la cumbre mafiosa fuera lo más parecido a unas vacaciones: reclutó un ejército de 150 prostitutas para satisfacer a los capos y solicitó los servicios de Frank Sinatra para que amenizara las veladas y, de paso, sirviera de tapadera a todo el evento. La admiración entre Sinatra y Luciano era mutua, así como las ganas de conocerse y estrecharse la mano. El encuentro fue un éxito: todos los grandes capos lograron fotografiarse junto a un sorprendido Sinatra y las jornadas laborales mafiosas marcharon viento en popa. Fue en estas sesiones de diciembre de 1946, cuando se tomó la decisión de acabar con la vida de Benjamin Bugsy Siegel, el potentado de la Camorra que estaba supervisando la construcción del hotel Flamingo. Las obras del primer gran alojamiento-casino de la ciudad de Nevada habían excedido, con mucho, los gastos presupuestados. Bugsy sería asesinado en Los Ángeles pocos meses después, el 20 de junio de 1947.
Finalmente. En 1959, Fidel Castro y los suyos tomaron el poder: había llegado el ocaso para Fulgencio Batista y el hampa italonorteamericana. Cuando Lucky Luciano murió en 1962, la policía italiana que registró su mansión napolitana halló una pitillera de oro en la que podía leerse el siguiente grabado: «A mi amigo Lucky, de Frank Sinatra».
Fuente: diariovasco - GONTZAL LARGO

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