No se veía a sí mismo como un jugador empedernido, sino como un empresario de fiar. "Inversores, beneficios hasta el 30%", rezaba un anuncio que puso en la prensa española a mediados de 1996.
La carnada surtió efecto. Un habitante de Burgos arriesgó 12.000 €, que depositó en una cuenta bancaria a nombre de Francisco Javier. Dos semanas después, el inocente inversor recibió 600.000 3.600 € de intereses, pero no la cantidad inicial. Aun así, vista la rentabilidad, invirtió 18.030 € más.
La historia no se repitió: un par de meses después no había rastro de aquel dinero.
Vino la denuncia y el descubrimiento. El falso empresario, vecino del municipio madrileño de Alcalá de Henares, había invertido todo el dinero en la ruleta y el bacará. Cuando fue interrogado por la policía, confesó que aquella rueda le quitó lo que los naipes le habían dado. Francisco Javier decía que tenía un método infalible para ganar siempre en el bacará. Pero nunca se le ocurrió pensar en la posibilidad de vender su valioso secreto para salir del apuro en que se había metido.
Nota de: Christopher Pawlicki
La carnada surtió efecto. Un habitante de Burgos arriesgó 12.000 €, que depositó en una cuenta bancaria a nombre de Francisco Javier. Dos semanas después, el inocente inversor recibió 600.000 3.600 € de intereses, pero no la cantidad inicial. Aun así, vista la rentabilidad, invirtió 18.030 € más.
La historia no se repitió: un par de meses después no había rastro de aquel dinero.
Vino la denuncia y el descubrimiento. El falso empresario, vecino del municipio madrileño de Alcalá de Henares, había invertido todo el dinero en la ruleta y el bacará. Cuando fue interrogado por la policía, confesó que aquella rueda le quitó lo que los naipes le habían dado. Francisco Javier decía que tenía un método infalible para ganar siempre en el bacará. Pero nunca se le ocurrió pensar en la posibilidad de vender su valioso secreto para salir del apuro en que se había metido.
Nota de: Christopher Pawlicki
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