Es que la capital egipcia es algo más que monumentos y bazares exóticos para los árabes procedentes de países conservadores como Arabia Saudí y Kuwait, que en los veranos se permiten en El Cairo ciertas licencias vedadas en sus países.
Ése es el caso de joven saudí Raed Naser, de 28 años, que suele venir a El Cairo una semana cada dos meses porque "en Egipto hay más libertad que en Arabia Saudí".
Ni las pirámides ni el museo de antigüedades: a él lo que le gusta es la parte oscura de El Cairo, confiesa Naser, sentado en el vestíbulo del hotel Flamenco, en un barrio acomodado. "Voy todas las noches al club nocturno del hotel Marriott con amigos egipcios y saudíes", comenta Naser, que dice ser "empresario", aunque más tarde un empleado del hotel Flamenco revela que, en realidad, es funcionario del Ministerio de Interior saudí.
Como si de una de las fortalezas de Sodoma y Gomorra se tratara, el hotel Marriott se alza frente al Nilo, convirtiéndose en el centro neurálgico de los devaneos veraniegos de muchos turistas árabes.
Al contrario que los occidentales, los árabes huyen del calor, atrincherados durante el día en sus habitaciones con el aire acondicionado a fondo. Salen cuando empieza a anochecer.
Las opciones "Venimos a Egipto porque estamos más a gusto que en otros países y porque, desde el punto de vista religioso, su gente es más cercana a nosotros", dice el empresario kuwaití Aied Alazmy, quien no invierte su tiempo precisamente en la visita a mezquitas.
Alazmy, que ha optado por viajar a El Cairo con un amigo, dejando a su mujer e hijos en su país, dice que lo que más le gusta son los casinos que, según afirma, no existen en Kuwait, e ir de compras. "Me estoy gastando mucho dinero porque aquí todo es más barato y puedo comprar más cosas", asegura. En cuanto a los clubes, ni pisarlos, "porque ya estoy un poco mayor", dice el empresario tras confesar, coqueto, que tiene 40 años.
Pavoneos varios el tiempo pasa rápido y pronto llega la hora de la "caza" vespertina. La terraza del Marriot se abarrota de turistas árabes y occidentales; éstos últimos, ajenos al juego de sutilezas que se despliega a su alrededor.
Jóvenes provocativas con ropas ajustadas y con varias capas de maquillaje, poco habituales en las calles cairotas donde el hiyab (velo islámico) es el último grito, toman asiento en mesas próximas a señores saudíes que, solos o acompañados, lanzan miradas furtivas: la tensión sexual se palpa en el ambiente. Lo que pueda o no pasar queda en la imaginación del avezado espectador de la escena...
Contra lo que pueda parecer, los turistas lo tendrán complicado para dar rienda suelta a sus pasiones en los hoteles del pacato El Cairo, y surge así la imprescindible figura de los "simsar", la versión egipcia de los agentes inmobiliarios, que hacen su agosto en verano a costa de alquilar apartamentos a los visitantes árabes.
Y tras la tarde, llega la movida nocturna; la acción se traslada a los cabarés donde todavía se practica la danza del vientre. Allí, los saudíes y kuwaitíes son los clientes más deseados, ya que mantienen viva la costumbre de "regar" con billetes a las bailarinas más talentosas, y a veces, también a los músicos. Por ello, es frecuente ver a todo el personal del espectáculo deshaciéndose en zalamerías, halagos y servilismo hacia unos clientes que pueden dejar en una noche los ingresos del cabaré de todo un mes. "Cuando llegan, lo primero que preguntan es dónde están los restaurantes; segundo, el club nocturno y, por último, las tiendas", confirma Tarek Jalifa, director de ventas del Hotel Flamenco, que tras 18 años de experiencia es todo un experto en turistas árabes. Y ya para soltarse la melena no faltan las bebidas alcohólicas porque "los hombres árabes prefieren emborracharse aquí, donde lo tienen más fácil", añade Jalifa.
Más sencillo lo tenían en Beirut y en las capitales europeas, pero la situación actual en el Líbano y las restricciones de visado en los países occidentales tras el 11-S han convertido a El Cairo en el destino número uno para los árabes.
Agosto ha llegado a su fin y pronto los turistas del Golfo regresarán a sus países, a esperar de nuevo a que llegue otro verano para volver a El Cairo y disfrutar de los placeres del paraíso terrenal.
Susana Samhan (EFE)
El Litoral.com
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