viernes, 7 de septiembre de 2007

El Ludópata

Desde el primer día que el hombre pisó la tierra el instinto de supervivencia creó en el la necesidad de competir.
Ganar significaba alimentarse, reproducirse, tener un lugar para soportar el inclemente clima, vencer a lo que se le pusiera enfrente significaba la vida.
Al correr de los siglos llegó el dinero, con él llegó lo malo. Se acrecentó la codicia, la avaricia, la envidia.
Ahora el ser humano no tenía que competir contra las cosas creadas por la Dios, ahora tenía que competir contra algo creado por el mismo. Así la forma de conseguir monedas trajeron consigo los juegos. Una forma fácil de obtenerlo, una forma simple de hacerse ricos rápidamente, sin mucho esfuerzo, un poco de astucia bastaría.
Apuestas y más apuestas seducían a muchos. Las casas de juego empezaron a proliferar como una gran plaga maldita, los grandes apostadores se hicieron presentes, saciando su sed de competencia para sobrevivir, así como los antiguos, ahora el juego les daría techo, comida, sexo, todos los placeres carnales inimaginables. Pero ellos nunca ganarían.
Richie como le llamaban sus amigos, nació en un hogar donde el juego no era la actividad que les daría el dinero necesario para comer, vestirse o educarse. Su padre era una persona inteligente. Que llegó desde un lejano país a causa de la guerra para abrirse camino a punta de trabajo y superación. Richie era distinto, desde muy pequeño le llamaron la atención los juegos, el ganar con poco mucho. Tal vez su padre por ser una persona metódica y ahorrativa, no le cubría sus caprichos. Así instintivamente afloro ese enfermizo deseo de satisfacer sus necesidades.
Al cumplir la mayoría de edad, tenía permitido ingresar a cualquier establecimiento de juego. Él se inició en el fascinante mundo de las carreras de caballos.
Como todo juego tiene su ciencia Richie se dedicó al profundo estudio de esos mamíferos que hacían delirar a muchos por su fortaleza y rapidez. Con el poco dinero que le podía dar su padre empezó a ganar sus primeros centavos. Pero el necesitaba más dinero para que las ganancias fueran mayores.
Richie no era una persona sin futuro, él se dedicó a estudiar para terminar su carrera universitaria y así ser alguien en la vida, eso sí, sin dejar del lado su gran pasión que era el mundo de las apuestas.
Al ingresar a su primer trabajo, se dio con la sorpresa de que el no era el único que se interesaba por los caballos. La gente ahí apostaba colectivamente la famosa “Polla”, que ganar en ella era tan difícil como sacarse la lotería. El dinero de la “Polla” era mucho, a tal punto que podías llegar a ser millonario si acertabas con los resultados de todas las carreras que se disputaban una tarde.
Este joven nunca ganó ese gran juego, pero estuvo cerca. Lastima de estar a puertas del gran triunfo, porque ahí radica el juego. El “casi” es el motor del ludópata, el “casi” te puede llevar al abismo y sepultarte eternamente. Los bolsillos de Richie un día podrían estar rebalsando de dinero, pero al otro solo le servirían para llevar unas cuantas monedas para transportarse. El jugador nunca gana ni recupera, solo pierde.
La vida le sonrió. Se casó, tuvo hijos, muchas veces “ganaba” en las apuestas. Él era un empleado más, con mucha habilidad en los cálculos, su carrera de contabilidad lo habían hecho astuto con las cuentas. Hasta que un día su suerte cambió. Postulo a una empresa para el puesto de contador general, con un sueldo seis veces más al que percibía. Él fue el elegido.
Con este cambio de vida trataría de reemplazar su antiguo vicio por otro. Pasó a probar suerte con los juegos de “Bingo”. Este juego tenía una particularidad, que los premios mayores se repartían a altas horas de la noche.
Sus horas de dormir se acortaron, su mujer también entro a ese mundo para hacerle compañía, porque un hombre solo por las calles en la madrugada y con dinero en el bolsillo es propenso al vicio de las mujeres de la vida alegre, así lo entendió ella.
El éxito laboral le había dado un gran status de vida. Una gran casa que construyó en una de las zonas más residenciales de la capital, tres automóviles ultimo modelo, educación cara para sus hijos, hacían que Richie se sintiera orgulloso de su estilo de vida, que con el juego al lado y con un buen empleo lo tenía todo.
Como su status había venido en crecimiento, también tenía que crecer su forma de apostar el dinero. Los famosos casinos empezaban a hacer su aparición en la gran ciudad deslumbrando a todos, en especial a las personas como Richie que necesitaban tener esa inyección de adrenalina que cada noche les suministraba el juego.
Las cantidades que se movían ahí cada noche eran exorbitantes y hacían que el dinero no valga nada para las personas que estaban inmersas en ese mundo.
Richie no era un simple jugador de tragamonedas, a él lo llamaba el juego de mesa, el de los casinos. La competencia contra otros apostadores lo seducía.
El dueño de la empresa donde el laboraba le dio toda su confianza, lamentablemente Richie tenía una habilidad natural con los números y hacía uso del dinero de la empresa para saciar su sed de juego. Todo iba perfecto, era tan buen cliente del casino que le otorgaron un crédito ilimitado, podía gastar lo que se viniera en gana, luego tendría que pagarlo, como todo en la vida.
Como en este mundo nada es para siempre, una mala racha llegó a sus apuestas, meses y meses sin ver una sola ganancia empezaron a afectarlo en todo sentido, problemas familiares, auditorias en la empresa donde él era contador general, deudas en el casino. Todo le cayó de golpe, era algo que se veía venir hace muchos años, desde sus inicios en el juego. Una auditoria arrojó los malos manejos que solo el sabía. El despido inmediato de la empresa lo dejaron en el aire.
El salón de juegos también tomo cartas en el asunto he hizo efectiva la cobranza del crédito apropiándose legalmente de su casa que con mucho esfuerzo la había construido. Una única opción le quedaba, usar sus ahorros de toda la vida para probar suerte. Suerte que se había esfumado. A espaldas de su mujer retiró todo el dinero y una noche fatídica lo jugó todo, hora tras hora los billetes iban desapareciendo, hora tras hora su cuerpo y mente se iban debilitando, pero sólo faltaron unos segundos para que el juego terminara con su vida.
Así el gran jugador que era Richie se marchó de este mundo sin ninguna moneda en el bolsillo para regresar a su casa.

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