lunes, 4 de mayo de 2009

De renegados a estrellas

USA - Las Vegas - La cultura ‘lowriders’ es un icono californiano que creció bajo el estigma de las pandillas, pero que ahora se impone en ferias y entre coleccionistas.
Durante décadas, la modificación de automóviles, conocidos como "lowriders", fue asociada con las pandillas latinas, pero hoy sus modelos se exhiben en ferias de todo el mundo y se cotizan en cientos de miles de dólares.
Los modelos "Vestido para Matar" y "Las Vegas" reposan bajo la protectora sombra de un garaje, en una casa de la comunidad suburbana de Rancho Cucamonga, al este de Los Ángeles.
El primero es un Buick Riviera modelo 71 de color naranja, con un ataúd en su parte trasera y macabras escenas de cementerios en sus grandes puertas laterales; el segundo es un Lincoln Continental del 79, con tapizado rosa y una ruleta para apuestas en el asiento posterior, entre otras coloridas adiciones.
Los dos automóviles son las creaciones de Joe Ray Camarena, de 50 años y madre mexicana, cuya vida y afición representa en parte la evolución del fenómeno de los "lowrider" en California.
El particular estilo de bajar los autos lo más cerca posible al suelo, con bolsas de arena como en sus modestos inicios, o con sofisticados sistemas hidráulicos, a partir de finales de los cincuenta nació en el mundo chicano de California, Arizona y Nuevo México.
"Yo asistía a una secundaria en la ciudad de Montebello, a una cuadra de Whittier Boulevard y ahí fue donde se hizo más popular el fenómeno de 'lowrider'. Era un tiempo en donde la juventud, como en el caso de los hippies, demostraban su rebeldía y se atrevían a ser diferentes, y tomaron los autos americanos que sus papás compraban y los bajaron contra el suelo", dijo Camarena.
"Mientras más pequeña la rueda, mejor se veía el auto", agregó el ahora editor de "Lowrider Magazine", una de las más populares publicaciones dedicadas a la promoción del pasatiempo, y presidente del Autoclub, LifeStyle, también sobre esta afición.
Aunque hoy en día sus adornos y brillos cromados se exhiben en ferias automovilísticas en todo el mundo y sus modelos clásicos se cotizan en los cientos de miles de dólares, el "lowrider" no siempre fue así.
Desde principios de los cuarenta y hasta bien entrados los años ochenta, la fiebre por la modificación de ciertos modelos de autos fue asociada con el peligroso mundo de las pandillas mexicoamericanas y combatido por las autoridades con firmeza.
"A comienzos de los 70's los 'lowriders' eran pandillas sobre ruedas", recordó Camarena.
Pero los días en los que los pandilleros del Este de Los Ángeles paseaban lentos y desafiantes sus autos por el bulevar Whittier han dado paso al mundo de los "autoshows", en los que ávidos fanáticos observan los autos como auténticas obras de arte sobre ruedas.
Debido a ataques violentas entre pandillas, la policía prohibió cruzar el bulevar.
"Algunos lo dañaron (el paso del bulevar Whttier) para todos, entonces el autoshow empezó a mostrarse como otra forma de 'cruzar', en la que había que exhibir el carro estacionado", afirmó.
En 2007, el Museo del Automóvil Petersen, en Los Ángeles, realizó una extensa exposición sobre la cultura "lowrider", y actualmente el canal Speed presenta semanalmente un popular "reality show" conocido como "Living La Vida Lowrider".
"El 'lowrider' se volvió un hobby costoso en el que se necesita un buen empleo para arreglar (el auto) y hacerlo lucir bien, sin tiempo para meterse en problemas", afirmó Camarena.
La actividad ha ido ganando popularidad y entró en un proceso de internacionalización.
"Los raperos los querían en vídeos y los japoneses empezaron a comprarlos. Y por un 'lowrider' al que usted le colocaba 15,000 o 20,000 dólares, para luego tener que quitarle la pintura y tratar de venderlo por 4,000 o 5,000 dólares, los japoneses ofrecían 40,000 dólares. Se volvió no sólo un hobby, sino un negocio", aseguró.
Tras gastar buena parte de su dinero en los autos, y no sin algo de frustración, este gran aficionado al lowrider reconoce que su obsesión le costó su matrimonio, por lo que a sus hijos nunca les ha querido inculcar esta afición.
Sin embargo, sigue atado a sus dos singulares autos, y con certeza recalca que nunca venderá a "Vestido para Matar" por el que le ofrecieron 50,000 dólares hace 10 años.
Fuente: impre

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