USA - Tras su auge continuo de turismo nacional e internacional y de casinos con millones de dólares, se apaga el glamour de la ‘Ciudad del pecado’.
Este no es simplemente un lugar en el que la gente nace y vive. Las Vegas es una empresa.
Es un trato que hacen las personas, una serie de supuestos que se aceptan: más es mejor. Más grande es mucho mejor.
Vivir en Las Vegas significa apostar su futuro a esta empresa, para bien o para mal.
En los últimos 20 años ha sido para bien. La tasa de desempleo fue mínima. Se construyeron rutilantes nuevos casinos en "viejos" casinos de la misma manera que se construyen castillos de arena en la playa. Cientos de hermosas casas enyesadas prometieron una palmera o una alberca o ambas cosas casi para cualquiera con un salario.
En Las Vegas, las personas promedio conocen muy bien las estadísticas que impresionan a los parientes del Este y que dan pruebas del éxito del lugar: 39 millones de visitantes, casi 140,000 habitaciones de hotel, 10 nuevas escuelas al año. Era un lugar que no solamente creía en su propio bombo publicitario, sino que también dependía de eso.
Y entonces, de golpe, tranquila y lentamente, todo ha cambiado.
Al igual que muchas ciudades de Estados Unidos, Las Vegas ve cómo su economía se tambalea. Los valores de las casas se desplomaron. La cantidad de embargos se disparó. El desempleo es el más alto de los últimos 20 años.
Por primera vez en décadas, la población dejó de aumentar. Los proyectos de casinos quedaron en suspenso. Los aviones llenos de turistas sin límite de gasto aterrizan con menos frecuencia. La ciudad, que fue durante mucho tiempo la encarnación de la confianza estadounidense, ahora está en un limbo.
En Las Vegas, los problemas de la economía son también una crisis de identidad.
"¡La ciudad del premio mayor!" se leía en el titular.
Encima del titular se veía el rostro sonriente de Jesse Grice. Tenía solamente 27 años, seis como imitador de Elvis. Un Elvis Presley joven. Un Elvis en forma, fresco y vestido de lamé dorado, en la tapa de la revista Time Magazine.
Como lo recuerda ahora, incluso entonces en noviembre de 1998, no podía creer que tuviera tanta suerte. Se había sentido fascinado por esta ciudad desde que era un adolescente en Dallas, Texas, cuando su padre, un vendedor, vendió suficiente jugo de naranja Tropicana para ganar un viaje a Las Vegas, y regresó con historias de esa tierra de fantasía en el desierto.
Cuando Grice llegó allí en 1993, la fantasía había aumentado de tamaño. The Mirage —el nuevo y lujoso polo de atracción del magnate de las apuestas Steve Wynn— había cambiado la definición de casino. La era de las atracciones, de las pirámides y tigres y piratas y mini ciudades europeas había comenzado.
Sin embargo, a Grice le sorprendió ver que el mercado de Elvis aún no había sido explotado.
"Pensé que estaba en el cielo", dice con una voz que imita la del Rey en cada inflexión, solamente que una octava más aguda. "Hace 15 años, si alguien iba a luchar para avanzar, ésta era la ciudad indicada para hacerlo".
Grice se convirtió en un personaje, al igual que la ciudad. No se reservó nada. Estaba hambriento. Hizo amigos fácilmente y se promocionó a sí mismo con encanto. Ganó mucho dinero, rápidamente, llamándose a sí mismo Jesse Garon, el nombre del hermano mellizo de Elvis que nació muerto. En 1996, Grice compró Graceland, un rancho laberíntico de 4,000 pies cuadrados con una palmera baja en el frente y una alberca con forma de frijol en la parte trasera. Pagó a un herrero para que recreara las puertas de la mansión de Elvis en Memphis.
"Las Vegas era mejor que todo para mí", asegura.
Después de años de ver cómo el valor de su casa subía vertiginosamente, Grice se arriesgó y la hipotecó para invertir en un bar en el centro, con la esperanza de tener seguridad económica a largo plazo.
Pero las puertas de Graceland no pudieron dejar afuera la recesión. A medida que el negocio del bar decayó y Grice comenzó a atrasarse en los pagos de la hipoteca, su casa Graceland comenzó a perder valor.
Pasó a manos del banco en octubre. Grice vendió su colección de objetos de personajes famosos en el jardín delantero. Guardó en un depósito las puertas de Graceland y se mudó.
Ahora, en una ciudad que también cambió, un Elvis más viejo, más gordo, vestido de overol, bebe un martini a mediodía en su condominio. Se siente entusiasmado por su vida más sencilla y su nueva empresa, una capilla para bodas.
De todas maneras, Grice asegura ahora acerca de la capital de las segundas oportunidades: "Creo que se ha convertido en una ciudad implacable. Lo lamento por los locos que vienen intentando tener éxito como imitadores de Elvis o algo así. Es una ciudad dura. Miren cuántos años estuvimos subiendo, subiendo, subiendo y la subida tenía que terminar en algún momento. Bien, ya terminó".
A Lavana Jackson —madre de seis, abuela de 17— no le gustan las tonterías. Mira por encima de sus anteojos, incrédula, cuando se le hace una pregunta tonta.
"La estamos sintiendo. Oh, sí, estamos sintiendo la crisis", asegura. Jackson está rodeada por pilas de camisetas, jarras para café, bolas con imitación de nieve, gorras de beisbol, anteojos de juguete y placas decorativas para autos.
Muchos artículos, pero nadie que los compre.
En los últimos siete años, Jackson ha vivido entre los artículos para la venta en el Convention Center Souvenirs, en el extremo norte de Las Vegas Strip.
Las grandes tiendas que iniciaron el auge de la década anterior —The Mirage, MGM Grand, el Venetian— se encuentran a aproximadamente una milla hacia el sur. Aquí los clientes son menos sofisticados, las habitaciones de hotel más baratas y la apuesta mínima en las mesas de blackjack más bajas.
Pero todo eso fue cambiando, dijeron los capitanes de las apuestas en Las Vegas hace un par de años. El nuevo desarrollo sería tan grande que ninguna zona quedaría fuera.
Wynn aceptó el desafío cuando abrió el elegante Wynn Las Vegas de 2,7000 millones de dólares en 2005.
Impulsó una nueva ola de competencia para ver quién es el mejor, un esfuerzo clave en la identidad de Las Vegas. MGM Mirage Inc. anunció su proyecto CityCenter de 9,200 millones de dólares y lo describió como el mayor proyecto de construcción privado de la historia. Las Vegas Sands, propietario del Venetian, gastó 1,9000 millones de dólares en el Palazzo. Donald Trump construyó una torre de condominios más alta. Wynn construyó otro hotel. El Cosmopolitan, el Fontainebleau, el Plaza, los proyectos de miles de millones de dólares se confunden.
Hoy, un trozo de la aparentemente ilimitada expansión se encuentra frente al Convention Center Souvenirs. Iba a ser el proyecto Echelon de Boyd Gaming. Se planificaban 5,000 habitaciones en seis hoteles en un complejo que tendría paisajes exuberantes y lujosas instalaciones. Todo por solamente 4,8000 millones de dólares.
El casino Stardust, de 50 años, fue demolido para hacer sitio y construyó durante más de un año hasta llegar a casi 12 pisos, hasta que comenzó la crisis en los mercados de créditos. En agosto, los ejecutivos de Boyd súbitamente pusieron la empresa en suspenso. Casi 800 obreros de la construcción debieron buscar otro trabajo.
Para Jackson fue algo indignante. En su descanso para fumar, mira hacia las siete grúas de construcción que se balancean sobre un enorme esqueleto de hormigón. Se parece a un tapón para el flujo de personas que pasan caminando frente a la tienda.
El horario de trabajo de Jackson se ha reducido debido a la caída en el negocio.
"Nuestra esperanza era que comenzara de nuevo, pero mírenlo, solamente está ahí, oxidándose. Al menos cuando el Stardust estaba ahí ganábamos algo de dinero", dijo.
Jackson, de 52 años, ha vivido en Las Vegas y trabajado en Strip la mayor parte de su vida laboral. Se mudó pero volvió. Se casó, tuvo hijos, dejó a su esposo y volvió a vivir con él. La constante fue Las Vegas.
"En Las Vegas siempre se podía conseguir trabajo. Una mujer podía cuidar de sus hijos", dijo, moviendo las blancas trenzas de su peinado sin poder comprender. "No sé qué sucedió, pero Vegas realmente está sufriendo. Las personas no lo comprenden y yo tampoco, porque Vegas nunca estuvo así".
Cuando la época era buena, el sonido del auge de Las Vegas era un canto de sirenas para todo tipo de personas. Jubilados, familias jóvenes, californianos atraídos por los impuestos bajos, habitantes de la Costa Este atraídos por las altas temperaturas. Durante años, Las Vegas ocupaba los primeros puestos de las listas de las ciudades con crecimiento más rápido.
El crecimiento era un tema de conversación en las fiestas. ¿Han visto el nuevo centro comercial que abrió? ¿Han ido al nuevo casino?
Cada inauguración significaba nuevos empleos. La voz se diseminó. Llegó hasta Atlantic City, que había sido rival de Las Vegas, donde una pareja de empleados de casino, Donald "Butch" Youshaw y su novia, Bernie Jones, oyeron el llamado.
"Vengan al Oeste. Consigan un empleo, están teniendo mucho éxito, están contratando", recuerdan que les dijeron. "Los casinos están creciendo, el mercado inmobiliario está creciendo".
En 2002, la pareja atravesó el país en su clásico Mercedes Benz. Youshaw, junto con su madre, una enfermera retirada, compró una casa de tres dormitorios. Tenía una higuera en el jardín trasero y no tenía escaleras, lo cual era bueno para su hermana, que usa una silla de ruedas y que tenía planes de unirse a ellas.
Pero los empleos en los casinos eran más difíciles de obtener de lo que pensaron. "Todo depende de a quién se conoce", dijo. Él no conocía a nadie.
De todas maneras, a otros parecía irles muy bien. Su vecino estaba acumulando propiedades para inversión, mientras los valores de las casas continuaban subiendo. Youshaw pensó que podría probar su suerte con los bienes inmobiliarios, pero antes necesitaba dinero para mejorar la casa que ya tenía.
Su madre vio un anuncio en la televisión sobre un programa de refinanciación. Llamó por teléfono y obtuvo un nuevo préstamo fácilmente y sin muchas explicaciones.
Pero el préstamo incluía tarifas ocultas y pagos mensuales más altos, y Youshaw se atrasó en el pago de 25,000 dólares antes de que el banco embargara la propiedad.
Sorprendido por la rapidez con que su suerte había cambiado, Youshaw dice: "Estoy viviendo como lo hacía cuando tenía 19 años".
Actualmente él y Jones viven en una casa que alquilaron a unas manzanas de distancia de la que perdieron. Youshaw ha empeñado joyas y hasta tomó un préstamo hasta el día de pago al 200% de interés para cubrir la factura del gas.
Jones, que parece mucho más joven que los 51 años que tiene, continúa buscando trabajo en los casinos, aunque algunas personas le han dicho que ya es demasiado vieja para ser camarera.
Al hablar de Las Vegas ahora, Youshaw comenta: "No es lo que dicen. Es como un espectáculo. Al final del día guardan todo y se lo llevan. El escenario se cierra. Váyanse. Pero yo estoy atrapado. No puedo irme. No tengo dinero para mudarme".
Fuente: Kathleen Hennessey - Associated Press
martes, 6 de enero de 2009
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