Macao - La ex colonia de Portugal obtuvo en el 2007 utilidades por 6.850 millones de dólares, frente a los 6.600 millones de Las Vegas. Milenaria tradición ludópata china le garantiza un gran futuro.
En 1999, cuando Portugal devolvió a China el último reducto de sus colonias asiáticas, Macao era una ciudad deprimida, violenta, repleta de burdeles y tocada por un puñado de casinos decrépitos, con las alfombras deslustradas y con los crupieres peor encarados del planeta.
El único récord de esta pequeña ciudad de menos de 500 mil habitantes eran sus matones a sueldo, considerados los más efectivos de Asia.
Nueve años después, la ex colonia portuguesa es uno de los lugares donde la riqueza crece más rápido de todo el mundo, a un ritmo cercano al 30 por ciento, lo que significa que cada dos años y medio la ciudad duplica sus ingresos.
La industria del juego de Macao, además, superó a la de Las Vegas oficialmente en el 2007, al alcanzar los 6.850 millones de dólares de ganancias, frente a los 6.600 millones de la ciudad enclavada en el desierto estadounidense.
Entre rascacielos y gigantescos neones se siguen viendo grúas por todas partes. Las autoridades de Macao aseguran que el despegue no ha hecho más que empezar. El año pasado, la ciudad batió de nuevo sus propios récords y va camino de pulverizarlos en el 2008.
Según datos del Servicio Estadístico Nacional, casi 27 millones de turistas entraron en la isla el año pasado, el 55 por ciento procedentes de China y el 30 por ciento de Hong Kong. Y en marzo de este año, la tasa de visitas aumentó en un 28,5 por ciento respecto a la temporada pasada.
Con un 'mercado cautivo'
Macao vibra al ritmo de las apuestas, de las inversiones extranjeras y de los opulentos turistas llegados desde China, un país con una tradición jugadora centenaria que, sin embargo, está prohibida en todo el territorio continental.
"Cuando los chinos quieren apostar su dinero legalmente vienen a Macao. Cada vez son más porque en China cada vez hay más riqueza. La fórmula es imparable", explica a EL TIEMPO José Ocha, director del Jornal de Macao, diario en portugués y uno de los pocos vestigios de la colonia europea.
A pocos metros del aeropuerto se alza el edificio más grande del mundo, cuatro veces más espacioso que el Empire State Building y tres veces mayor que el más voluminoso de Las Vegas.
Se trata del bloque central de The Venetian, una gigantesca reproducción de la Venecia italiana en la que no faltan canales navegables, góndolas, ni reproducciones de las principales joyas de la ciudad de los canales.
Las estatuas clásicas, de brillante estuco, combinan con las pretensiosas columnas doradas y con frescos que pretenden imitar la belleza de los palacios italianos. Todo costó 2.400 millones de dólares.
Como otros muchos casinos de Macao, The Venetian fue levantado por un constructor extranjero. En este caso el dueño es el magnate estadounidense Sheldon Adelson, uno de los diez hombres más ricos del mundo y titular de Sand, una empresa de Las Vegas que no ha querido perderse las oportunidades de lucro del nuevo paraíso del juego.
"Hay quien dice que Macao es Las Vegas en Asia, yo prefiero decir que Las Vegas es el Macao de América", suele decir el multimillonario.
"China ha batido a E.U. en manufacturas, electrónica, en consumo de acero y cemento, en inversiones. Ahora también es líder global en una industria de servicios: el juego", explica por su parte David Hoff, economista británico.
Dos claves del éxito
Dos son las claves del éxito. La primera, la decisión tomada por los chinos el mismo día que los portugueses se fueron para siempre: liberalizar el sector del juego, acabando con el histórico monopolio de Stanley Ho, un magnate de Hong Kong que en el 2002 perdió la exclusividad en las licencias, a pesar de lo cual su volumen de negocios apenas se ha resentido, pues 'juega' con el glamour de tener los casinos más antiguos.
La segunda explicación al éxito está en el inacabable vivero de turistas que supone China, un país que se está enriqueciendo a un ritmo espectacular. Los chinos (contando a Hong Kong) suponen más del 85 por ciento del turismo que recibe Macao y a simple vista pueden identificarse dos tipos de visitantes. Por una parte, los que bajan del bus con un emparedado preparado en casa y ni siquiera duermen en los hoteles.
Por otra, los que aterrizan en el moderno aeropuerto y pasan la noche en una de las 7 mil habitaciones de los hoteles de cinco estrellas. Estos últimos apuestan fortunas en salas VIP, a las que el común de los mortales no tiene acceso.
Al caer la tarde, el volcán artificial más grande del mundo lanza su lava de colores al cielo, mientras en una falsa fortaleza medieval que parece de plástico se interpreta un espectáculo de bailarinas. Empieza la noche en Macao.
Fuente: el tiempo
domingo, 25 de mayo de 2008
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