Argentina - "El pueblo de Empedrado fue fundado en el año 1826. Está situado a 16 leguas de Corrientes, a los 27º longitud sur y a los 60º longitud oeste de Paris; sobre una elevación del Paraná.
La vista se extiende con placer por las orillas de este río, uno de los más hermosos y mayores del mundo, entrecortado en su marcha majestuosa por islas cubiertas de una vegetación poderosa." (Apuntes de Viajes publicado por Pablo Casseau en 1857).
Empedrado comprende una zona privilegiada por la naturaleza con un litoral de 45 kilómetros sobre el río Paraná, y según estudios climatológicos realizados en esa época lo señalaron como el lugar ideal, porque su temperatura media anual, de 16 grados centígrados, era igual a la de San Remo, Venecia, Niza, El Cairo y Málaga, en ese tiempo las estaciones invernales más famosas del mundo.
En ese marco de agreste belleza caracterizado por elevadas barrancas erosionadas y espaciosas playas, se edificó tiempo atrás una ciudad de invierno llamada a constituirse en un atrayente centro turístico del mundo. De aquella ambiciosa iniciativa, no quedó nada en pie. Solamente restos reveladores del pasado esplendor y una historia que parece más obra de la fantasía. Las ruinas del soberbio palacete al estilo "belle époque", son mudos testimonios de un proyecto fallido en los prósperos años de la anteguerra.
La historia comienza durante el auge de la "Belle Époque", a principios del siglo XX, cuando un grupo de inversores de Buenos Aires decidió construír un hotel de lujo al estilo de Mónaco, para que la gran sociedad porteña pudiera pasar sus vacaciones durante el invierno de Buenos Aires y lo mismo hicieran los europeos que visitaran nuestras exóticas costas.
Se estimaba que la obra cuyo costo total ascendía a 30 millones de pesos moneda nacional, se terminaría en 2 años. Así, el 29 de junio de 1913 se inauguró la “Ciudad de Invierno” y también el hipódromo y las canchas de críquet, golf y tenis. La mansión comprendía un hotel con capacidad para 1500 personas, provisto con salones de lectura, conferencia, muelle sobre el Río e instalaciones para bañistas, un casino para todo juego similar a los que funcionan en Europa, teatro, una escuela capaz de albergar a 100 alumnos. La concesión era de 35 años, constaba de 4 pisos y 2 subsuelos unidos al casino por largo pasillo cubierto de Vitreaux donde crecían plantas exóticas y muy llamativas, en la sala mayor se encontraba emplazada una cúpula de bronce.
El mobiliario fué traído desde Paris, la porcelana de Florencia y la cristalería de Murano. Toda la decoración mostraba el mayor lujo disponible de la época. Los visitantes serían traídos por los lujosos buques de la Mihanovich y desembarcados a corta distancia del edificio, en un rápido viaje desde Buenos Aires.
Lamentablemente estos visionarios inversores no contaban con la 1ª Guerra Mundial, que cortó de plano el lujo y dispendiosidad de la época y el hotel debió cerrar sus puertas a los tres meses de haber abierto. El suntuoso mobiliario fué vendido, al igual que la vajilla, cristalería y todo lo que se podía rescatar, parte del mismo fué a parar al Hotel Bristol de Mar del Plata, incluso las grandes luminarias.
El edificio se demolió en parte y el resto lo hizo la naturaleza misma, dejando sólo ruinas. Las mismas están dentro de una propiedad privada, cercanas al río Paraná; al ser restringidas las visitas, alrededor de la Mansión de Invierno se han tejido todo tipo de leyendas urbanas, distintas en cada ciudad de Corrientes donde se hable de la misma.
Hoy las ruinas son dignas de una pelicula de Indiana Jones, con trozos de mampostería y marmoles de Carrara emergiendo entre la espesa vegetación, cual un templo Maya.
Por Lic. Sebastián Streuli.
Datos del texto fueron extraído de "Mansión de Invierno", artículo de Carlos J. Mey.
Fotos: Arq. Gabriel Romero.
sábado, 31 de mayo de 2008
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