miércoles, 12 de septiembre de 2007

Cuanto se pierde en un casino

Muchos de los apostadores esperan un golpe de suerte para convertirse, de la noche a la mañana, en millonarios.
Un estudio de Global Betting & Gaming Consultants demuestra que es más común perder que ganar. En Australia, el 80% de los adultos que jugaron en las más de 200 mil máquinas tragamonedas que existen perdieron US$ 641 en el año.

Una trampa más costosa que el premio

El ingenio no siempre va de la mano con la astucia.
A finales de 1981, un británico, un italiano y un español que jugaban en un casino instalado en el municipio madrileño de Torrelodones ganaron de manera fraudulenta unos 3.000 €. El truco consistía en una bola provista de un alma imantada, idéntica a la que lanzaba el crupier sobre la ruleta.
El trío, con la complicidad de dos empleados del casino, colocaron un electroimán bajo la mesa, de suerte que la atracción permitió que cuatro veces consecutivas cayera en el número 28. El servicio de seguridad del casino no se convenció de la transparencia de aquella maniobra que en siete minutos ya había dado 3.000 € a uno de los jugadores. La Brigada Especial de Juego acudió al lugar de los hechos y desmontó el fraude. Al concluir el incidente, los servicios de seguridad calificaron la bola falsa como perfecta, pero no el mismo calificativo mereció la inversión de los tramposos: el artilugio les había costado, al menos 12.000 €.
Nota por: Christopher Pawlicki

martes, 11 de septiembre de 2007

Jacobo y Gerardo

Soy de Mar del Plata y años atrás he visto a Jacobo y a Gerardo muchas veces jugar en ruleta.
En el caso de Jacobo es un jugador compulsivo, soberbio y con una personalidad muy nerviosa. Siempre jugó a 3ra docena ampliada hasta el 23 inclusive (por supuesto con el valor de ficha mas alto y en muchas ocasiones jugaba el máximo ya en la primera bola). Si ganaba sus gritos de festejo se escuchaban en todo el salón (incluido un "Viva Perón") y si perdía sus insultos eran igual de fuertes. En ocasiones los insultos iban dirigidos directamente a la madre del croupier y varias veces estos reaccionaban y terminaban a los golpes. Tampoco le agradaba que otro jugara en su mesa a otra docena, en una ocasión una señora muy humilde jugó 2 fichas verdes del valor mínimo en "su" mesa, y antes de que tiraran la bola le gritó al croupier "Pagador, si las verdes no cobran hay buena propina"... sin palabras. Este ya era un motivo para ser expulsado pero siempre arreglaba afuera "comprando" su derecho para que lo dejen entrar. Pero la causa principal de su expulsión fue debido a que siempre tenía dos o tres "amigos" que él decía no conocer, y entonces cuando cobraba les daba la orden de comprar otro color y jugar el máximo a sus números, para de este modo superar el limite de postura permitido. Pero no es un jugador expulsado por aplicar un sistema y ganar.
En el caso de Gerardo, es el típico jugador frío, caballero, un verdadero gentleman. También jugador de 3ra docena al máximo. No estoy seguro del motivo de su expulsión, pero probablemente también por superar el máximo haciendo jugar a otros para él. En definitiva, en Argentina pienso que al Casino no le preocupa el jugador que aplique un sistema para hacerse una ganancia diaria, ya que sostienen como la mayoría en primer lugar que no hay sistema que le gane a la ruleta, y en segundo lugar porque casi siempre el sistemista hace jugadas de poco valor y en consecuencia poca ganancia comparada con las cantidades de dinero que apuestan los típicos jugadores fuertes de alguna docena, que son los que pueden afectar seriamente su contabilidad. Casualmente hace unos días vi a un jugador ganar una suma importante, y los jefes del casino estaban enloquecidos, o sea que si un sistemista se lleva poco todos los días a ellos no les importa, solo les importa los números grandes.
Enviado por Aníbal Rascovsky, Mar del Plata.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Una historia de hoteles y carteles


El Hotel Anaconda, de Leticia, fue célebre en los años 80. Allí, solía parar para cerrar negocios, el capo del cartel de Medellín: Pablo Escobar Gaviria.
Cuentan que en uno de los salones del Anaconda había un casino, donde Escobar, Evaristo Porra y otros traficantes, como, Gonzálo Rodríguez Gacha, apostaban millones de dólares.
Entre ellos estaba también el brasileño Antonio Mota, más conocido en el lugar como Curica, y el colombiano Mario Alberto Cano Guzmán, hijo de un ex senador.
Tatá Cano como lo llaman en Leticia vive en Tabatinga preso, con régimen abierto.
Evaristo Porra fue quién re-fundó Leticia como capital de la droga en la década del 70. Dueño de propiedades y también de las almas de la ciudad, cuentan que Evaristo -borracho y con una ametralladora- asesinó, una noche, a 40 personas.
Con la destrucción de los carteles de Medellín (con la muerte de Escobar) y Cali (de los Ochoa), Leticia perdió la posición estratégica que tenía hasta los años 80 para los narcos.
El Hotel Anaconda, y el Colonial, antes preferidos por los mafiosos, hoy reciben americanos que realizan el circuito de turismo de aventura entre la peruana Iquitos y la colombiana Leticia.

Suerte mal camuflada

La codicia puede más que la prudencia.
A finales de 1988, dos ciudadanos estadounidenses lograron arrebatarle unos 42.000 € al casino Taoro, en el Puerto de la Cruz (Tenerife), mediante un sistema electrónico que combinaba lo último en procesamiento de datos y transmisión de voz. Una semana les bastó para sacar adelante su ingenioso plan jugando al black jack.
Inconformes con lo obtenido, y orgullosos de la eficacia de su aparato, decidieron regresar al año siguiente. No pasaron inadvertidos. En una hora ganaron cerca de 4.200 €. Fueron expulsados y denunciados ante la Brigada del Juego, que desenmarañó el mecanismo del fraude. Los implicados llevaban un teclado especial y un ordenador en sus trajes. El aparato trasmitía el desarrollo del juego a un ordenador madre que, desde el hotel, reenviaba las órdenes oportunas. Ellos las recibían mediante unos receptores ocultos en los oídos. Todo estaba perfectamente camuflado. Todo, menos su suerte prominente.
Nota por: Christopher Pawlicki

Reconocimiento facial

Cross Match Technologies, Inc., proveedor líder mundial de aplicaciones y soluciones de identidad biométrica interoperables de alta calidad, ha anunciado que Casino Esplanade, el nuevo casino de Spielbank Hamburg de Hamburgo (Alemania), ha desplegado el sistema de reconocimiento facial FaceSnap/FaceCheck de Cross Match para garantizar la seguridad y control de los visitantes del casino.Este sistema examina a todos los visitantes individualmente sin una interacción física directa. Cámaras de video especiales recopilan los datos faciales de los visitantes a medida que entran en el casino con el fin de buscar coincidencias de esta información en una base de datos e identificar posibles ladrones y estafadores.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Cayó un pedazo de techo en un bingo, pero siguieron jugando

Argentina - La Plata - Insólito episodio, hubo cuatro heridos leves, pero se dejó de apostar cuando clausuraron el lugar.
La impulsividad por jugar fue más fuerte. Un obrero cayó junto con un pedazo de techo justo en medio de una sala de las máquinas tragamonedas en el Bingo de La Plata, pero la escena no impidió que unos 50 apostadores que estaban ubicados a pocos metros continuaran intentando suerte.
El accidente provocó cuatro heridos leves y, recién media hora después, cuando inspectores municipales clausuraron las instalaciones, los jugadores abandonaron el lugar.
El insólito hecho ocurrió en una ampliación de la casa de juegos ubicada en diagonal 80 entre 116 y 117. Fue en una sala donde funcionan más de 30 máquinas (incluyendo una ruleta electrónica) y una confitería. Está ubicada en el fondo y a la izquierda del edificio, cerca de la salida a un estacionamiento.
En ese momento y mientras un empleado de mantenimiento se encontraba realizando conexiones de cables para cámaras de seguridad en el entretecho, se produjo la rotura de un caño de agua que venció parte de la estructura construida con aluminio y paneles de material liviano parecidos al yeso.
El hombre cayó al piso junto a una superficie de 10 metros de largo por tres de ancho y por la maniobra recibieron golpes también otras tres personas. Los heridos fueron atendidos por un servicio de emergencia pero no tuvieron que ser internados y están fuera de peligro.
A esa hora había 50 personas jugando en la sala principal del Bingo -la mayoría mujeres de más de 40 años-, quienes lejos de abandonar el lugar continuaron apostando y a cinco metros del desmoronamiento.
"No me saquen que llevo perdiendo 500 pesos y tengo que recuperar", casi imploró un apostador en las tragamonedas cuando le indicaron que, por seguridad, debía salir a la calle.
La actividad se prolongó hasta que llegó una patrulla policial y un equipo de inspectores de la municipalidad de La Plata. Los funcionarios clausuraron preventivamente todo el edificio, que permanecería cerrado hasta que se complete un relevamiento para verificar las medidas de seguridad en la construcción. En las actuaciones intervino el juez de Faltas de La Plata, Oscar Piloni.
"Pudimos determinar que no estaban habilitados los planos de la extensión de la construcción original, donde ocurrió el accidente", explicó a Clarín el director de Control Urbano municipal, Luis Patiño.
Mónica Galmarini - Clarín

Se remodelará el Casino Central

Argentina - El gobierno de la provincia de Buenos Aires autorizó a realizar obras de remodelación en el interior del Casino Central de Mar del Plata, que incluyen la apertura de un "corredor gastronómico" y la habilitación de tres nuevas salas, una dedicada a apuestas especiales y otras dos para intermedias.
Según explicó ayer el secretario general de la Asociación de Casinos, Jorge Baino, en el Boletín Oficial del 17 de agosto fue publicado un decreto del gobernador Felipe Solá, mediante el que quedaron aprobadas varias obras, para ofrecer nuevos servicios y poner otra vez en funcionamiento áreas que se encontraban cerradas.
Baino precisó que el Ejecutivo le otorgó el negocio a la empresa Bolt, que es la que en la actualidad explota las máquinas tragamonedas.
El sindicalista dijo que parte de los trabajos se ejecutarán sobre la entrada que está a la altura de la calle Rivadavia, donde se desarrollaría un emprendimiento gastronómico. Por otra parte -dijo- se definió que serían rehabilitadas dos áreas ubicadas sobre la ya desaparecida Confitería París, para instalar allí una sala para apostadores de alto poder adquisitivo y otras dos para las apuestas intermedias.
Baino destacó que el gremio apoyará la realización de estas obras siempre y cuando no impliquen modificar sustancialmente las características del edificio y si "son realmente una mejora" para el Casino. "Hay que otorgarle al público apostador mayor comodidad y sobre todo mayor seguridad, porque hemos perdido un poco de público con el retiro de los cajeros automáticos dentro del edificio", subrayó Baino.
Fuente: La Capital OnLine

Formosa apuesta

Argentina - Luego de un año y medio de operaciones, el sitio www. formoapuestas. com. ar, sitio para operar con apuestas deportivas a través de la Web en la Argentina, renovó completamente su imagen y el sitio con una inversión de 100. 000 dólares.
La renovación busca hacer el sitio más simple parael usuario, con la posibilidad de apostar fácilmente a otros juegos, como ser los slots o las salas de juego de black Jack además de las apuestas deportivas.
"Buscamos una estética que esté más de acuerdo con el gusto argentino. A falta de ejemplos locales recibimos en su momento asesoramiento de expertos internacionales, pero luego de casi tres años de estudiar el tema y con casi dos de operaciones decidimos innovar de acuerdo con nuestra propia experiencia", dijo Ignacio Agüero, gerente general de Formoapuestas.
Fuente: bae

viernes, 7 de septiembre de 2007

Los bingos bonaerenses aportaron 655 millones de pesos

Argentina - Las 46 salas de bingo radicadas en la provincia de Buenos Aires aportaron en lo que va del año más de 655 millones de pesos a la Lotería bonaerense.
"Suma destinada a sostener programas sociales, ministerios y gastos de infraestructura", informó la Cámara Argentina de Salas de Bingo y Anexos (CASBA). Además se otorgaron 30 millones a Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) dedicadas a la ayuda social en cercanías de las salas.
"Esta contribución porcentual a la recaudación de cada sala es independiente de los fondos que tributa la actividad y derivan en ayuda social", explicó CASBA en el parte. El titular de la entidad, Daniel Angelici, consideró que "el juego y el entretenimiento a nivel mundial generan empleo, movimiento económico y lo más importante: fuerte tributo, que se traduce en obras para la comunidad", y destacó que bingos y tragamonedas "resultan un beneficio para la sociedad".
Fuente: La Prensa

Casino Club entregó un importante pozo acumulado

Argentina - En el Casino Club de Trelew siempre se gana. La suerte le tocó a un apostador y la máquina Cash Fever (denominación 10 centavos) de video digital lanzó un pozo de 73.382 pesos.
Casino Club Trelew cuenta actualmente con 340 máquinas tragamonedas que tienen importantes pozos acumulados, y entre ellas se encuentra el pozo progresivo colectivo mencionado, con 25.040 pesos.
Además pueden participar de cualquiera de sus juegos de mesa ya que cuenta con 6 mesas de Ruleta, 2 de Black Jack, 1 de Punto y Banca, 1 de Poker, y 1 de Craps. La fortuna visitó una vez más la sala de Casino Club.
Fuente: El Chubut

El Ludópata

Desde el primer día que el hombre pisó la tierra el instinto de supervivencia creó en el la necesidad de competir.
Ganar significaba alimentarse, reproducirse, tener un lugar para soportar el inclemente clima, vencer a lo que se le pusiera enfrente significaba la vida.
Al correr de los siglos llegó el dinero, con él llegó lo malo. Se acrecentó la codicia, la avaricia, la envidia.
Ahora el ser humano no tenía que competir contra las cosas creadas por la Dios, ahora tenía que competir contra algo creado por el mismo. Así la forma de conseguir monedas trajeron consigo los juegos. Una forma fácil de obtenerlo, una forma simple de hacerse ricos rápidamente, sin mucho esfuerzo, un poco de astucia bastaría.
Apuestas y más apuestas seducían a muchos. Las casas de juego empezaron a proliferar como una gran plaga maldita, los grandes apostadores se hicieron presentes, saciando su sed de competencia para sobrevivir, así como los antiguos, ahora el juego les daría techo, comida, sexo, todos los placeres carnales inimaginables. Pero ellos nunca ganarían.
Richie como le llamaban sus amigos, nació en un hogar donde el juego no era la actividad que les daría el dinero necesario para comer, vestirse o educarse. Su padre era una persona inteligente. Que llegó desde un lejano país a causa de la guerra para abrirse camino a punta de trabajo y superación. Richie era distinto, desde muy pequeño le llamaron la atención los juegos, el ganar con poco mucho. Tal vez su padre por ser una persona metódica y ahorrativa, no le cubría sus caprichos. Así instintivamente afloro ese enfermizo deseo de satisfacer sus necesidades.
Al cumplir la mayoría de edad, tenía permitido ingresar a cualquier establecimiento de juego. Él se inició en el fascinante mundo de las carreras de caballos.
Como todo juego tiene su ciencia Richie se dedicó al profundo estudio de esos mamíferos que hacían delirar a muchos por su fortaleza y rapidez. Con el poco dinero que le podía dar su padre empezó a ganar sus primeros centavos. Pero el necesitaba más dinero para que las ganancias fueran mayores.
Richie no era una persona sin futuro, él se dedicó a estudiar para terminar su carrera universitaria y así ser alguien en la vida, eso sí, sin dejar del lado su gran pasión que era el mundo de las apuestas.
Al ingresar a su primer trabajo, se dio con la sorpresa de que el no era el único que se interesaba por los caballos. La gente ahí apostaba colectivamente la famosa “Polla”, que ganar en ella era tan difícil como sacarse la lotería. El dinero de la “Polla” era mucho, a tal punto que podías llegar a ser millonario si acertabas con los resultados de todas las carreras que se disputaban una tarde.
Este joven nunca ganó ese gran juego, pero estuvo cerca. Lastima de estar a puertas del gran triunfo, porque ahí radica el juego. El “casi” es el motor del ludópata, el “casi” te puede llevar al abismo y sepultarte eternamente. Los bolsillos de Richie un día podrían estar rebalsando de dinero, pero al otro solo le servirían para llevar unas cuantas monedas para transportarse. El jugador nunca gana ni recupera, solo pierde.
La vida le sonrió. Se casó, tuvo hijos, muchas veces “ganaba” en las apuestas. Él era un empleado más, con mucha habilidad en los cálculos, su carrera de contabilidad lo habían hecho astuto con las cuentas. Hasta que un día su suerte cambió. Postulo a una empresa para el puesto de contador general, con un sueldo seis veces más al que percibía. Él fue el elegido.
Con este cambio de vida trataría de reemplazar su antiguo vicio por otro. Pasó a probar suerte con los juegos de “Bingo”. Este juego tenía una particularidad, que los premios mayores se repartían a altas horas de la noche.
Sus horas de dormir se acortaron, su mujer también entro a ese mundo para hacerle compañía, porque un hombre solo por las calles en la madrugada y con dinero en el bolsillo es propenso al vicio de las mujeres de la vida alegre, así lo entendió ella.
El éxito laboral le había dado un gran status de vida. Una gran casa que construyó en una de las zonas más residenciales de la capital, tres automóviles ultimo modelo, educación cara para sus hijos, hacían que Richie se sintiera orgulloso de su estilo de vida, que con el juego al lado y con un buen empleo lo tenía todo.
Como su status había venido en crecimiento, también tenía que crecer su forma de apostar el dinero. Los famosos casinos empezaban a hacer su aparición en la gran ciudad deslumbrando a todos, en especial a las personas como Richie que necesitaban tener esa inyección de adrenalina que cada noche les suministraba el juego.
Las cantidades que se movían ahí cada noche eran exorbitantes y hacían que el dinero no valga nada para las personas que estaban inmersas en ese mundo.
Richie no era un simple jugador de tragamonedas, a él lo llamaba el juego de mesa, el de los casinos. La competencia contra otros apostadores lo seducía.
El dueño de la empresa donde el laboraba le dio toda su confianza, lamentablemente Richie tenía una habilidad natural con los números y hacía uso del dinero de la empresa para saciar su sed de juego. Todo iba perfecto, era tan buen cliente del casino que le otorgaron un crédito ilimitado, podía gastar lo que se viniera en gana, luego tendría que pagarlo, como todo en la vida.
Como en este mundo nada es para siempre, una mala racha llegó a sus apuestas, meses y meses sin ver una sola ganancia empezaron a afectarlo en todo sentido, problemas familiares, auditorias en la empresa donde él era contador general, deudas en el casino. Todo le cayó de golpe, era algo que se veía venir hace muchos años, desde sus inicios en el juego. Una auditoria arrojó los malos manejos que solo el sabía. El despido inmediato de la empresa lo dejaron en el aire.
El salón de juegos también tomo cartas en el asunto he hizo efectiva la cobranza del crédito apropiándose legalmente de su casa que con mucho esfuerzo la había construido. Una única opción le quedaba, usar sus ahorros de toda la vida para probar suerte. Suerte que se había esfumado. A espaldas de su mujer retiró todo el dinero y una noche fatídica lo jugó todo, hora tras hora los billetes iban desapareciendo, hora tras hora su cuerpo y mente se iban debilitando, pero sólo faltaron unos segundos para que el juego terminara con su vida.
Así el gran jugador que era Richie se marchó de este mundo sin ninguna moneda en el bolsillo para regresar a su casa.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Suertudos

Nueva York (AP) - Si ganar la lotería es sumamente difícil (una en 22,5 millones de posibilidades según la banca norteamericana), ganarla dos veces suena casi milagroso. Pero Eugene Angelo, de 81 años, y su esposa Adeline, de 74, lo lograron al alzarse el jueves con 5 millones de dólares en el sorteo Lotto de Nueva York, 11 años después de haberse llevado 2,5 millones en otra lotería.
"Esperamos que el dinero nos permita comprar buena salud y vivir más tiempo", dijeron los millonarios antes de anunciar que repartirán la plata con sus tres hijos. Con lo obtenido la primera vez se mudaron del Bronx al cotizado condado de Putnam, 80 kilómetros al norte de Manhattan. "Seguiremos viviendo modestamente y jugando a la lotería, porque uno nunca sabe", afirmaron.
Fuente: La Prensa

Newton entre los zapatos

La trampa es tan antigua como el juego y algunas veces más noble que otras. Necesaria para ganar dinero o para corroborar teorías científicas.
Esta enemiga inseparable del juego ha creado personajes de toda índole. Algunos la usaron para confirmar las teorías de Newton; otros gastaron más dinero inventándola que ganando con ella; otros quisieron camuflarla pero no disimularon sus éxitos, y otros la guardan como el más sagrado de los secretos profesionales.
El cine también se ha hecho eco de personajes tramposos que buscan realizar el sueño popular de enriquecerse rápidamente y a costa de un casino o una sala de juegos.
“El Golpe”, que reunió a dos grandes estrellas como Paul Newman y Robert Redford, es una de las películas que mejor ha retratado esta fantasía.
Tres zapatos guardaron el secreto para ganarles a los casinos. Durante los años 80, un grupo de estudiantes de la Universidad de California, dirigido por Doyne Farmer, aplicó las leyes del movimiento de Newton y las teorías físicas del caos, la fricción y la predicción al azar de la ruleta. El calzado de los investigadores contenía el ordenador que predecía el número ganador.
Las víctimas del invento fueron los casinos de Las Vegas (Nevada). Thomas A. Bass, uno de los participantes del experimento, dejó constancia de esta experiencia en el libro The Newtonian casino, en el que confesó que el método incrementó un 33% sus ganancias en las mesas.
Las fórmulas matemáticas que resolvía este ordenador andante eran similares a las que utilizaba la NASA para hacer aterrizar naves en la Luna. Tenía en cuenta la órbita, la velocidad y la fricción, entre otras variables. Como cada ruleta tiene su personalidad, el dedo gordo del pie de uno de los jugadores ajustaba los parámetros del ordenador según lo que se veía en la mesa. La predicción se trasmitía al dedo gordo de otro jugador. Éste entendía el mensaje y colocaba las fichas en las casillas donde la probabilidad era más alta.
A sabiendas de que la Universidad llevaba a cabo este proyecto, en 1985 los legisladores de Nevada propusieron severas penas para aquellos que llevaran dispositivos capaces de proyectar los resultados de los juegos de azar: 10 años de cárcel y una multa de 10.000 dólares. Pero los jóvenes ganaron y hoy son prestigiosos científicos en Estados Unidos. Hacer trampa en nombre de la ciencia, será delito pero no es pecado.
Nota: Christopher Pawlicki

martes, 4 de septiembre de 2007

El Cairo, nueva capital del vicio

Los turistas árabes del golfo Pérsico tienen, desde hace un tiempo, en la capital de Egipto, un paraíso terrenal donde pueden derrochar su dinero y entregarse al ocio sin muchas limitaciones.
Es que la capital egipcia es algo más que monumentos y bazares exóticos para los árabes procedentes de países conservadores como Arabia Saudí y Kuwait, que en los veranos se permiten en El Cairo ciertas licencias vedadas en sus países.
Ése es el caso de joven saudí Raed Naser, de 28 años, que suele venir a El Cairo una semana cada dos meses porque "en Egipto hay más libertad que en Arabia Saudí".
Ni las pirámides ni el museo de antigüedades: a él lo que le gusta es la parte oscura de El Cairo, confiesa Naser, sentado en el vestíbulo del hotel Flamenco, en un barrio acomodado. "Voy todas las noches al club nocturno del hotel Marriott con amigos egipcios y saudíes", comenta Naser, que dice ser "empresario", aunque más tarde un empleado del hotel Flamenco revela que, en realidad, es funcionario del Ministerio de Interior saudí.
Como si de una de las fortalezas de Sodoma y Gomorra se tratara, el hotel Marriott se alza frente al Nilo, convirtiéndose en el centro neurálgico de los devaneos veraniegos de muchos turistas árabes.
Al contrario que los occidentales, los árabes huyen del calor, atrincherados durante el día en sus habitaciones con el aire acondicionado a fondo. Salen cuando empieza a anochecer.
Las opciones "Venimos a Egipto porque estamos más a gusto que en otros países y porque, desde el punto de vista religioso, su gente es más cercana a nosotros", dice el empresario kuwaití Aied Alazmy, quien no invierte su tiempo precisamente en la visita a mezquitas.
Alazmy, que ha optado por viajar a El Cairo con un amigo, dejando a su mujer e hijos en su país, dice que lo que más le gusta son los casinos que, según afirma, no existen en Kuwait, e ir de compras. "Me estoy gastando mucho dinero porque aquí todo es más barato y puedo comprar más cosas", asegura. En cuanto a los clubes, ni pisarlos, "porque ya estoy un poco mayor", dice el empresario tras confesar, coqueto, que tiene 40 años.
Pavoneos varios el tiempo pasa rápido y pronto llega la hora de la "caza" vespertina. La terraza del Marriot se abarrota de turistas árabes y occidentales; éstos últimos, ajenos al juego de sutilezas que se despliega a su alrededor.
Jóvenes provocativas con ropas ajustadas y con varias capas de maquillaje, poco habituales en las calles cairotas donde el hiyab (velo islámico) es el último grito, toman asiento en mesas próximas a señores saudíes que, solos o acompañados, lanzan miradas furtivas: la tensión sexual se palpa en el ambiente. Lo que pueda o no pasar queda en la imaginación del avezado espectador de la escena...
Contra lo que pueda parecer, los turistas lo tendrán complicado para dar rienda suelta a sus pasiones en los hoteles del pacato El Cairo, y surge así la imprescindible figura de los "simsar", la versión egipcia de los agentes inmobiliarios, que hacen su agosto en verano a costa de alquilar apartamentos a los visitantes árabes.
Y tras la tarde, llega la movida nocturna; la acción se traslada a los cabarés donde todavía se practica la danza del vientre. Allí, los saudíes y kuwaitíes son los clientes más deseados, ya que mantienen viva la costumbre de "regar" con billetes a las bailarinas más talentosas, y a veces, también a los músicos. Por ello, es frecuente ver a todo el personal del espectáculo deshaciéndose en zalamerías, halagos y servilismo hacia unos clientes que pueden dejar en una noche los ingresos del cabaré de todo un mes. "Cuando llegan, lo primero que preguntan es dónde están los restaurantes; segundo, el club nocturno y, por último, las tiendas", confirma Tarek Jalifa, director de ventas del Hotel Flamenco, que tras 18 años de experiencia es todo un experto en turistas árabes. Y ya para soltarse la melena no faltan las bebidas alcohólicas porque "los hombres árabes prefieren emborracharse aquí, donde lo tienen más fácil", añade Jalifa.
Más sencillo lo tenían en Beirut y en las capitales europeas, pero la situación actual en el Líbano y las restricciones de visado en los países occidentales tras el 11-S han convertido a El Cairo en el destino número uno para los árabes.
Agosto ha llegado a su fin y pronto los turistas del Golfo regresarán a sus países, a esperar de nuevo a que llegue otro verano para volver a El Cairo y disfrutar de los placeres del paraíso terrenal.
Susana Samhan (EFE)
El Litoral.com

Adrenalinas del azar

La suerte es esquiva, y eso se sabe. Pero a veces es más esquiva y ciertos aciertos deberían festejarse como un milagro.
El cálculo de posibilidades de acertar al Quini 6 arroja un resultado apabullante: 0,0000001227738. Sin embargo el país está lleno de gente que gana el Quini o la Lotería y nadie –nadie– cayó fulminado ante la evidencia de que los milagros suceden.
Nuncia Barrientos vive en Mataderos. Hay un cierto día de la semana, siempre el mismo, en que Nuncia se llega hasta la agencia y juega al Quini o a la Lotería o a lo que haya. Hace unos años esa peregrinación le hizo ganar mil quinientos pesos.
–Soñé dos semanas seguidas con números. Iba, jugaba, ganaba. Con eso compramos la heladera y arreglamos el techo. Después se cortó. Vaya a saber. Ahora mismo estoy soñando con números, pero como hay tantos sorteos, a ver si le juego a la tarde y sale a la noche.
Dice, como quien se queja de la ineficiencia del transporte público.
Gabriel Jure, psiquiatra y psicoanalista, es miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
–Freud y K. Abraham descubrieron que el manejo del dinero en la adultez –a través de lo comercial o de lo lúdico– es un sustituto simbólico de la relación que un infante tuvo con las heces, entre sus 18 meses y los tres años, cuando atraviesa el aprendizaje del control sobre el esfinter anal y las defecaciones. Se puede pensar en los juegos de azar como una forma equivalente de placer masturbatorio anal, con el placer relacionado con el uso manual del dinero, análogo a la materia fecal.
Nuncia no juega ni por placer ni por compulsión, ni siquiera necesita que alguien le explique por qué coquetea con el azar una vez por semana desde hace diez años. Marido albañil, modista de toda la vida, juega para ver si hace la diferencia, si sale de pobre. Si le arranca a la buena suerte lo que no pudo arrancarle a la mala vida.
El dinero hace la diferencia, siempre.
Coquetear con el riesgo de perderlo es un ejercicio que calienta. Sin dinero de por medio –sin el riesgo de perderlo–, la diversión se desintegraría como el lujo de Cenicienta a medianoche. Los juegos de apuestas no son entretenidos ni difíciles. Quizás el atractivo sea simple: jugar a perder o ganar y apostar algo que duele, el símbolo del éxito por estos tiempos occidentales y cristianos. Pero jugar puede ser, también, algo divino. En su libro Juegos inocentes, juegos terribles, la doctora en filosofía Graciela Scheines escribió: “Todos los juegos de apostar son ritos que abren un espacio sagrado con la esperanza de que la divinidad se manifieste. En ninguna ocasión quienes acertaron al Prode se vanaglorian de ser expertos en fútbol. Tampoco los que ganan la Lotería emplean el cálculo de probabilidades. Los ganadores no atribuyen sus aciertos a conocimientos o experiencia. Hablan de suerte. El que gana se convierte en favorito de la diosa Fortuna. Se lo valora como recompensa divina. Tiene mérito. Ganar equivale al abrazo místico con la divinidad. El encuentro es esporádico y no aplaca la inquietud, entonces el apostador repite su rito. Pero los juegos de apostar son ritos imperfectos, intentos semifallidos por religarse a esa otra realidad. Los jugadores compulsivos son más juguetes que jugadores. No juegan. Son jugados. El que juega es el azar. Los juegos con el azar grafican la trágica condición humana de juguetes en un juego divino que escapa al entendimiento humano”. En Homo Ludens, Johan Huizinga escribe: “En esta capacidad del juego de hacer perder la cabeza radica su esencia. Ganar quiere decir mostrarse en el desenlace de un juego superior a otro. La mera codicia no es la que juega. La tensión determina la importancia del juego y, cuando crece, hace que el jugador olvide que está jugando”.
El señor H. no se llama H., pero está intentando rehacer su vida y pide que su nombre quede oculto.
–Tuve una carrera de jugador compulsivo de treinta años. Al principio uno se engancha con la ganancia; después viene una etapa que dura para siempre, que es la pérdida. Esto es una enfermedad emocional, progresiva, que se llama ludopatía y que no tiene cura. Se puede lograr la abstinencia, pero vamos a estar siempre en recuperación.
Antes, H. tenía un nombre completo, mujer, hijos, casas. Ahora tiene un maletín, un celular y esa hache que es lo que queda –publicable– de su nombre. Hoy cumple sesenta. Hace dos años, diez meses y un día que no juega y que va todos los días a las reuniones de tres horas de Jugadores Anónimos. Entre otras cosas, y porque no puede permitirse el lujo de ponerse a prueba, evita mirar películas que versen sobre el juego, pasar cerca de bingos, casinos, tener contacto con otros jugadores.
–Salgo con el dinero justo, no me permito tentarme. En la sala de juego uno sabe que se está autodestruyendo, pero es el único lugar donde se siente cómodo, omnipotente. Mi vida era así: jugaba nueve horas por día y después conseguía más dinero para jugar al día siguiente. Entre nuestros hermanos –nos llamamos hermanos en la enfermedad– ha habido gente que ha tenido ganancias importantísimas. Yo mismo. Y las he jugado la misma noche. Esa derrota no te pesa nada. El dinero al final no tiene valor.
H. vive con su madre. Perdió mujer, hijos, autos, departamentos. No quiere saber por qué le pasó. Por qué jugaba.
–Fui estudiante exitoso, trabajador exitoso. Si le ganaba a todo, por qué no le iba a ganar al juego. Pero no le busco explicación. Lo único que pido son fuerzas para continuar con la abstinencia. Porque al final a todos los jugadores compulsivos nos espera la cárcel, la locura o la muerte. También hay jugadores sociales, pero todos los jugadores compulsivos empezaron siendo jugadores sociales.
Hay, en esa aclaración, la convicción irritante de que todos tienen una compulsión al acecho. Antonio Escohotado, autor de Retrato de un libertino, un libro editado el año pasado por Espasa, escribe en el capítulo “Ludopatías”: “El jugador compulsivo exhibe una actitud sacrílega ante el papel moneda: aparentando amar el lucro, su conducta prueba que lo desprecia hasta extremos próximos al terrorismo. Podrá alegarse que, además de vicio, el juego compulsivo no deja de ser una enfermedad. Pero quien lo pretenda olvida que la raíz de esta diferencia es siempre la decisión de la persona. Puedo padecer artritis o insuficiencia cardíaca sin haber traicionado mi idea de lo justo, sin olvidar el cuidado de los míos y sin despreciarme. Pero no puedo ser un reincidente jugador compulsivo sin ello. Soy tan poco responsable de lo uno como responsable de lo otro, y quien sugiera que me declare enfermo propone que renuncie a mi naturaleza de ser humano, dotado de autonomía y discernimiento”.
H. contestaba así a la pregunta sobre si alguna vez había sentido alguna culpa. Algún remordimiento:
–No. Tengo responsabilidades, que es distinto, pero no tengo remordimientos. Porque ¿qué culpa tengo yo si me agarro un sarampión a los sesenta años? Ninguna.
A Gustavo Moreno, treinta y dos años, entrenador de básquet, las ofertas de los clubes no lo conformaron este año, entonces decidió que bien podía hacer otra cosa y ahora es uno de los socios del restaurante El Gran Lebowsky. Cambió una vida diurna y nervios de campeonato casi siempre por una vida nocturna y nervios de campeonato una vez por semana.
–No puedo vivir sin desafíos. Si no tengo presión, me la genero. Antes la vivía con el básquet. Ahora, con esto.
Empezó a ir al hipódromo este año, tras los pasos de la adrenalina perdida. Siempre los lunes y siempre Palermo. Nunca San Isidro ni La Plata; nunca un sábado, ni un martes.
–El lunes es mi día libre y lo del hipódromo tiene que ver con llenar de placeres el día. Trato de que mis trabajos me gusten, de pasarlo bien. No tengo miedo de engancharme mal. Un día uno de los viejos que van, que son divinos, me dijo: “No vengas, pibe, yo dejé mi vida acá”. Pero para mí es esa sensación de jugar a ganar o perder que tenía en los campeonatos. Voy por la adrenalina, por el juego, no por la plata. Juego muy poca guita, son trece carreras y si pierdo en todas pierdo treinta mangos. La derrota no me hace sentir mal, me hace poner muy ansioso con la revancha. Empezás a entender de caballos y te sentís partícipe de tu apuesta. Si ganás decís “Ah, pero yo de esto entiendo”. Para mí es así: cuando uno es chiquito juega a ser grande. Y cuando uno es grande juega a ser chico. Siento el mismo ganar o perder que cuando estaba con un amiguito jugando en el patio de casa a la pelota. Juego a ser chico. Me saco del mundo, apago el celular, lo vivo con una fantasía que me hace creer que soy un entendido de los caballos. Me meto en ese mundo y juego y por ahí lo puedo asociar con cuando era chico y jugaba a ser soldado y andaba a los tiros. Me mimetizo, me meto en ese mundo. Quizás esto de ir al hipódromo es... una cara más de un personaje que tiene varias caras.
El hipódromo es la opción elegante.
Sus tribunas, su césped tan verde, su sector tan very important, sus luces de impresión hacia la noche. En la popular el biotipo es así: todos hombres que atacan los cincuenta de costado, una sola mujer –joven, con su novio–, mucha caspa, camperitas azules demasiado cortas, zapatos descosidos. Si uno viniera aquí en un mal día –un día nublado, digamos, un día en el que el riesgo país afecte especialmente el ánimo– no sería difícil encontrar el paisaje humano algo deprimente, demasiado parecido al que circula por los pasillos de un neuropsiquiátrico.
–¿A qué le jugaste?
–Al ocho, ganó la vez pasada en La Plata. ¿Le jugaste?
–No, yo no les juego a caballos que vienen de ganar.
Las cábalas y las fórmulas atraviesan el ruido ambiente. Todos conocen el modo exacto de ganar pero, claro, lo de la suerte es inmanejable y nunca les sucede a ellos. Un segundo antes de que los caballos atraviesen el disco todos se amontonan junto a la pista a gritar: “Bombero”, “Méndez viejo y peludo” o “Núñez, aprendé a correr”.
Entre carrera y carrera hay un entretiempo de media hora. Los que ganaron van a cobrar con gloria; los que perdieron se lamen las heridas, buscan a qué echarle la culpa. Walter está en un banco. Es canoso, gordote, debe haber dejado atrás los sesenta hace rato y narra su prontuario sin entusiasmo, sin despegar los ojos de la pista.
–Yo gané una casa el 27 de julio de 1974. Jugué al caballo que dio doce pesos, ganó, le jugué en la siguiente al dieciséis y pagó setenta y dos, y después le jugué de nuevo y la triple pagó ocho millones setecientos noventa con cuarenta. Y con eso compré la casa que tengo todavía. Debuté acá un 27 de julio de 1971, o sea que hace treinta años que vengo.
El moflete derecho le tiembla un poco. Los ojos escudriñan esas carnes briosas sobre las que cabalgan sus esperanzas.
–Esto a mí no me domina. Vengo día de por medio. Anteayer le aposté en la segunda carrera al que pagó sesenta y cinco y gané, entonces tengo para jugar hoy. Nunca aposté más de lo que tenía, pero hay gente que viene a pedir un pesito para viajar. Un día le presté a uno para que apostara, y ganó y me vino a cargar porque yo no había ganado. Le dije “Mirame a los ojos”, y le hice la cruz. Porque con mi propia plata me vino a cargar.
Hay gente mala.
Al rato, en la tercera carrera, Walter derrama su grito de júbilo, un vamos todavía tímido y eufórico. Su caballo ha ganado. La Fortuna le lame las orejas y él, con sus setenta, se deja lamer, viejo y exquisito. El vicio sigue siendo problema de otros.
Un hombre sentado en la parte techada de la tribuna, donde la carrera puede seguirse por televisión, dice que no conoce a ninguno que se haya hecho millonario acá.
–Esto es un vicio. Mi hermano no juega ni a la bolita y tiene dos casas. Trabajamos en el mismo negocio y yo no tengo nada. El me lo echa en cara. Si uno es jugador, la familia lo trata como a un hijo de puta.
Para la idea de prosperidad de la clase media argentina –basada en los ladrillos, el esfuerzo y el sudor– jugarse el buen pasar a cara o ceca debe ser una afrenta difícil de tolerar. Una insolencia que merece castigo.
Dicen que Dostoievski (Fiodor) escribió su novela El jugador para pagar, justamente, deudas generadas por su compulsión al juego. El jugador de su ficción dice así: “Fui a la ruleta. Cómo palpitaba mi corazón. No, no era el dinero lo que buscaba. Quería solamente que todas esas bellas damas de Baden, todos se pusiesen a hablar de mí, a contar mi historia y a inclinarse ante mi suerte. Con qué emoción, con qué ansiedad escucho la voz del croupier. Al acercarme a la sala de juego, cuando oigo sonar las monedas, me siento casi desfallecer”. A Gonzalo le gustaba ir cada tanto al casino pero ahora que abrieron uno en Buenos Aires, abandonó. Es empresario, tiene treinta y pico, está casado, dos hijos, casa bonita en Capital, par de autos. Hizo dos viajes a Las Vegas en los que espió la orgía más escandalosa de dinero que haya visto jamás.
–Yo gané tres mil quinientos pesos y me sentía don Corleone, pero esos tipos jugaban cincuenta lucas en una mano. Cuando veo gente que apuesta fuerte y pierde me da una angustia bárbara. Pero es como una borrachera, en el casino te cegás. Por ahí gastaste la misma guita que si hubieras ido a un bar y al cine, pero es distinto, porque estar en el casino no te gusta. Te gusta si ganás. Incluso salir hecho es frustrante, porque sentís que perdiste tiempo sin hacer un carajo. No sólo vas por la plata. Vas para ganar, a todo el mundo le gusta ganar. Embocarle, acertar, predecir el futuro. Decís va a salir el treinta y seis, y sale. En general, aunque se quiera caretear, uno está como tenso porque lo que quiere es ganar. Por ese afán de querer ganarle a la suerte, es como que está hecho a propósito el casino, te está atrayendo como si fuese el diablo. El juego para un chico es diversión, imaginación, y esto es... si vos jugaras a la ruleta sin apostar no existe. Te aburrís.
Dice Gonzalo, y prende un cigarrillo.
–Lo divertido es el riesgo de perder.
Hace años, un domador del circo Royal –uno de esos circos familiares y argentinos– contaba su teoría al respecto. Decía estar seguro de que el público, en el circo, espera secretamente que suceda la catástrofe: que el tigre devore al domador, que el trapecista se mate.
–Casi nunca pasa –decía– pero la gente sabe que puede pasar.
Cuán entretenido es este circo, entonces, en el que el león se come al domador noche tras noche. Cada minuto. Cada tiro de bola.
Por Leila Guerriero

Supersticiones en los Casinos

La mayoría de los jugadores de casino siguen una cultura de las apuestas que es muy personal.
Estas consisten en ciertas creencias, supersticiones, objetos, vestimentas y hábitos que deben o no deben hacer a la hora de jugar. Es importante tener un procedimiento en el casino para poder apostar con más seguridad. A continuación una serie de hábitos y creencias respetadas por muchos jugadores profesionales. Son solo lo que algunos dicen que es cierto, no necesariamente lo son.
La primera es entrar y salir por la misma puerta del casino, lo cual es creíble que traiga buena suerte. Sin embargo, algunos creen que trae mala suerte hacerlo.
Otra de las creencias es a la hora de jugar a los Dados, es importante soplarlos antes de tirarlos en la mesa del juego. Dicen que puede traer buenos resultados.
En el póquer, dicen que jugar una carta que se cayó al piso durante el juego no es conveniente, y puede traer mala suerte.
Usar vestimenta negra puede traer mala suerte en el casino.
Los objetos de la suerte también son parte de la cultura de los casinos. Estos sirven para acompañar a los jugadores en los juegos trayendo buena suerte. La pata de conejo, muñecos de peluche, una foto de un familiar querido, una piedra, o trébol de cuatro hojas son algunos de los clásicos objetos de la suerte.
Las piedras de la suerte están clasificadas por meses. La de Enero es Granate, Febrero Amatista, Marzo Aguamarina, Abril Diamantes, Mayo Esmeralda, Junio Perla, Julio Rubí, Agosto Olivino, Septiembre Zafiro, Octubre Ópalo, Noviembre Topacio, y Diciembre Turquesa.
Jugar con dinero de otros jugadores dicen que trae buena suerte. Sin embargo, otros creen que apostar con su propio dinero es más conveniente.
En el casino, las supersticiones de donde jugar, donde sentarse, son muy importantes. Por ejemplo, elegir la mesa en donde apostaras tu dinero generalmente es la misma. Los jugadores tienen su mesa habitual que les ha traído muy buena suerte en el pasado. El asiento también es de respectiva importancia. Sentarse cerca de alguien quien creas que te traerá suerte es muy común, tanto como sentarse cerca de alguien quien no confías no es recomendable. La vestimenta es parte de las costumbres de los jugadores. En general dicen que vestir de negro no es conveniente, sin embargo la mayoría de los jugadores lucen traje negro.
Muchos, tienen sus números de la suerte escogidos. El 7 es considerado uno de los más comunes, mientras que el 13 no trae buena suerte. Tampoco se acostumbra dejar dinero arriba de la mesa de juego, porque quiere decir que el jugador gano demasiado y suficiente. Sin duda, todas estas costumbres son muy subjetivas y depende en lo que uno cree o no cree. Pero si lo crees, es mejor que lo hagas.
Por: Jack Reider

sábado, 1 de septiembre de 2007

Apuesta a la solidaridad

Mendoza - Argentina - En el marco de su política de responsabilidad social corporativa, el Casino del Hyatt donó dos televisores 29" pantalla plana a los jardines maternales capitalinos Caricias de Miel y Duendelín, ubicados en la Cuarta Sección y el barrio San Martín respectivamente. Elvira Lahoz, jefa de Jardines Maternales, la directora de Acción Social de la Municipalidad de Mendoza, Milagros Suárez, y los representantes del Casino participaron del acto solidario.
Fuente: Uno Digital

Apostarias tu libertad en juegos de casino ?

El ser humano de por si es un ser ambicioso, hay personas que son mas ambiciosas que otras y para conseguir lo que quieren crean diferentes técnicas, una de esas técnicas los juegos de azar, que son utilizados por dinero y diversión.
Hay quienes juegan solo por diversión, pero hay quienes tienen la necesidad de apostar ya sea para perder o ganar.
Para salir de una mala racha económica, las personas a veces lo apuestan todo en juegos de azar, casinos, loterías, etc. y puede que ganen todo, o bien lo pierdan todo, depende de si cuentan con un golpe de suerte o no, pero si no, quedan en la ruina.
El juego se remonta al principio de los tiempos, hay evidencias en el museo británico de elementos que se usaban antiguamente para las apuestas tales como piedras, cascaras y huesos de animales entre otros. En la antiguedad, la gente jugaba a los dados de diferente forma (los cuales habían sido creados por un artesano egipcio) y también eran usados para predecir la fortuna; las personas trataban a los dados como si estuvieran vivos, les susurraban y hablaban tratando de convencerlos de que les dieran suerte para ganar.
Con el tiempo, la gente comenzó a poner cosas de valor, es decir, a apostar sus pertenencias en los juegos de azar, como dinero, joyas, propiedades, y hasta su propia libertad. Luego con la evolución se crearon las cartas que se dice, fueron inventadas en china y que se fueron perfeccionando cada día mas, para darle variedad a los juegos y crear nuevos entretenimientos, y no solo eso, además fueron creadas también las cartas del Tarot para predecir la suerte y fortuna de las personas. En la edad media los juegos de cartas eran muy populares entre los diferentes estratos sociales, extendiéndose desde la corte de un rey hasta el mismo al pueblo.
Hay gente que crea sus propios juegos con sus propias reglas, por ejemplo, el juego de la veintiuna viene de USA, y otros muchos juegos de dados y de cartas vienen de otros países. Hay juegos de azar para todo tipo de personas, para los niños, adultos, jóvenes y otras edades, se puede apostar , o se puede jugar solo por diversión o por lo que sea, la idea es pasar un rato agradable y compartir con los demás. No podemos decir que a partir del juego las personas no se puedan volver adictas, la adicción al juego es como ser adicto al alcohol, comida y otras cosas, la idea es jugar y apostar proporcionalmente sin perder el control.
Cuanto mas madura es la persona, mas complejos son los juegos que el juega, asimismo, cuando el individuo es economicamente independiente, decide en donde apuesta, si juega a las loterías, apuesta a los caballos, o si juega cartas, maquinas o ruleta, o las diferentes variedades de juego que se encuentran en los casinos. Cada quien debe seguir sus instintos pero deben tener en cuenta que todo extremo es malo, así que moderen sus impulsos y diviertanse sanamente, así podrán seguir manteniendo a salvo sus pertenencias, su libertad y hasta su propia vida.
Nota: Mía Pacheco

Playboy construirá un casino en Macao

La firma Playboy estrenará club de juego y entretenimiento en el complejo Macao Studio City -que contempla hotel y casino, valorados en 2.431 millones de dólares que serán inaugurados a fines de 2009, dijo Chistie Hefner, actual presidenta y jefa ejecutiva.
Esta es la apuesta más ambiciosa de la compañía estadounidense en el mercado chino después de que hace dos décadas lanzara su marca de ropa y productos en el país asiático, donde las revistas del grupo, caracterizadas por sus fotos de desnudos femeninos, todavía están prohibidas.
Playboy Mansión Macao, que incluirá varias mesas de juego y como empleadas a sus características “conejitas” -chicas cuya escasa ropa consiste esencialmente en un disfraz de coneja-, ocupará algo más de 3.700 metros cuadrados.
La elección de Macao, único lugar de China donde el juego es legal, sigue al intento fallido de la compañía por abrir un club en la ciudad china de Shanghai en 2004.