Costa Rica - Angie Peraza sobrevivió a dos disparos en la cabeza en octubre unos asaltantes la interceptaron junto a dos compañeras.
Sobreviviente habla por primera vez desde el ataque a balazos.
Algunas noches, Angie Peraza Fernández despierta con la sensación de ser perseguida por un desconocido. “Nunca es la misma persona. A veces ni yo misma me veo en el sueño, pero sí siento que soy yo”, asegura.
Con los sujetos que la madrugada del 28 de octubre intentaron asesinarla a balazos no se ha topado en sus sueños.
En la vida real, ha tenido que encararlos en dos ocasiones: la primera vez el 28 de octubre, cuando a la salida de su trabajo (en el casino de un hotel, en Escazú ) la interceptaron junto a sus compañeras de trabajo Arelis (28 años) y Yerlin Marín Salazar (24).
A todas les dispararon a quemarropa en la cabeza, pero las balas solo le arrebataron la vida la menor de las hermanas Marín.
Los vio por segunda ocasión en noviembre, cuando los identificó durante una ronda de reconocimientos en el Juzgado.
Desde el día del ataque, Peraza arrastra graves secuelas. La bala que le ingresó por el pómulo izquierdo atravesó la cabeza y destruyó el ojo derecho. De paso astilló varios huesos y le arrebató a la joven (de 25 años) dos de sus sentidos: el olfato y el gusto.
“Tengo muchos dolores de cabeza y la mitad de la cara dormida. Me da mucha tristeza la situación del país. Todos los días ocurre lo mismo. Esto no para”, comentó la muchacha. El martes rompió en una entrevista con La Nación el silencio que se impuso desde el día del ataque.
Familia golpeada. A las hermanas Marín las recuerda con cariño. “Se querían mucho; siempre andaban juntas. Eran como las mejores amigas, además de buenas hermanas”, rememoró .
La noche del crimen, de su trabajo en el casino del hotel salieron pasada la 1 a. m.
A escasos 100 metros, los sospechosos –de apellidos Mena y Mora– las emboscaron.
Después de privarlas de su libertad, a Peraza le dispararon en un desolado lote, en San Francisco de Heredia. Necesitaban deshacerse de una de sus rehenes.
“Cuando me hirieron, yo solo pensaba en sobrevivir. Pensaba en mi esposo, que me esperaba en la casa. Pensaba en mi hija (de 8 años). ¿Cómo le iban a decir que su mamá murió? Esas cosas me dieron fuerzas. Al primer disparo le pedí a Dios que perdonara mis pecados; al segundo que no me dejara morir”.
Doblemente herida de bala, la joven perdió la noción de su estado; no sabía a ciencia cierta si estaba viva o si había fallecido.
“Estaba aturdida por el retumbo de los balazos. Fueron muy cerca (de la cabeza) Siempre tuve miedo de morir. Uno sabe que un balazo en la cabeza es fatal; dos con mucho más razón.
“Cuando se llevaron a mis compañeras, yo sabía lo que les iba a pasar”, agregó con tristeza.
La muchacha casi se ahoga con su propia sangre. Al escuchar que el vehículo de sus captores se alejaba, a rastras y con dificultad salió en busca de ayuda.
“Me limpié la nariz para poder respirar. Trataba de mantener la calma, pero sentía que en cualquier momento me entraba el pánico. No podía ver nada.
“Primero sentí zacate; después una acerca... luego la calle. Allí me senté. Yo me decía que no quería morir. Me limpié la cara con el suéter y logré distinguir una calle”.
Aunque gritó y pateó portones, nadie la auxilió. Los vecinos estaban muy atemorizados.
Por su cuenta. “Tenía mucha cólera de que nadie se atreviera a salir. Yo nunca sentí dolor. Tal vez no estaba consciente de la gravedad de mis heridas”, explicó.
Peraza caminó otros 100 metros antes de que una vecina la socorriera y llamara a la Policía.
La operaron en el hospital México 20 horas más tarde.
Mientras tanto, tuvo tiempo de preguntar por sus compañeras. Los agentes del OIJ le dijeron una verdad a medias: las dos habían sido liberadas y eran atendidas en un hospital privado.
Cuatro días más tarde, cuando le dieron la salida, un psicólogo le reveló que Yerlin Salazar no había sobrevivido al ataque.
“Me dolió que sobreviviéramos las dos (Angie Peraza y Arelis Marín) y ella no”, puntualizó.
De regreso en su hogar, a su hija pudo verla hasta 15 días más tarde. “Yo estaba muy mal; quedé irreconocible. No quería que me viera con la cara inflamada. Al principio no le dijeron la verdad. Le informaron que tuve un accidente en el carro y que mamita había perdido un ojo. Yo tenía temor de que me tuviera miedo.
“Antes de verla, le conté lo ocurrido. Ella ya había visto las noticias. Es una niña muy madura. Lo entendió todo muy bien. Al verme, se me tiró encima y me abrazó. No dijo nada”.
Esta joven madre tiene cuatro meses de estar incapacitada y las autoridades médicas desconocen cuánto tiempo permanecerá así.
Para Angie Peraza, el haber sobrevivido es una segunda oportunidad que Dios le concedió. Con la vida se ha reconciliado, aunque aún la acecha el miedo.
“He intentado seguir con mi vida. A veces siento que estoy más asustada que otros días.
“El país ha cambiado mucho; es muy violento. Los delincuentes son ahora más descarados; ni siquiera le tienen miedo a la cárcel”, manifestó.
Peraza no ahondó mucho en el modus operandi de sus atacantes, pues teme entorpecer la investigación que conduce el Ministerio Público con apoyo del OIJ.
Fuente: nacion
lunes, 2 de marzo de 2009
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