martes, 3 de marzo de 2009

El salchichero ruletero

España - Hoy os voy contar una de esas historias de la vieja escuela con una mezcla de lo más extraña: un salchichero alemán, una ruleta trucada y el Casino de Perelada.
El día que saltó la banca en Perelada
Así rezaba un artículo que publicaba el periódico El País en 1984, y sin duda, una de las historias reales más bizarras que he leído jamás. Para aquellos que ya pasen de la treintena como servidor, cierren los ojos y pongan de fondo música de Los Pecos, para ir entrando en situación. ¡Eh! ¡Un momento! ¡Ábranlos para poder seguir leyendo! Imaginen un país de pandereta, más que ahora si cabe, el ambientillo de las películas de Pajares y Esteso (Los Bingueros no está nada mal, pero mi favorita es aquella en que Pajares hace de hombre elefante, la de Los Liantes), con una sociedad recién salida de una transición y muchas ganas de comerse el mundo. Los que lo vivieron, ya están situados, los que no, que hagan memoria de las reposiciones de Verano Azul para ir entrando en ambiente.
Estamos en el Casino de Peralada, es el 6 de junio de 1980, y un alemán, Bern Gerhard Weber, entra dispuesto a comerse el mundo. Tiene un maletín con una cantidad de dinero enorme para la época, 1.200.000 pesetas, algo más de 7.000 euros al cambio actual. Para que los más jóvenes os hagais una idea de la magnitud de dinero que suponía, a falta de burbuja inmobiliaria, era más que suficiente para comprarse un apartamento en la playa o una vivienda en una gran ciudad. El señor Bern no era ningún profesional del juego: es vendedor de salchichas y de pintura en spray para coches en su Alemania natal, así que ese montón de dinero no es muy propio para una persona de su posición, por mucho que la diferencias económicas entre España y Alemania en aquel momento eran enormes. Pero en un casino, si tienes dinero, nadie te preguntará de dónde lo has sacado, a qué te dedicas, o repararán si vas mejor o peor vestido, están allí para hacer negocio.
El señor Bern cambia su millón y pico de pesetas en fichas, y se pone a apostar a la ruleta. Pero no lo hace de una manera convencional: de manera automática, se dedica a apostar únicamente los números que van del 13 al 18. Tras pequeños altibajos en al principio, empieza a ganar, y gana una vez tras otra. Los responsables de la sala se ponen nerviosos, porque la manera de jugar no es nada habitual, con las horas lo gana de manera constante, y unas cifras astronómicas para la época: entrando ya en la madrugada del día 7 de junio, el dicharachero vendedor de salchichas ha ganado ya más de 22 millones de pesetas, más de 130.000 euros de hoy en día.
A lo mejor tuvo una visión mientras se comía un Frankfurt o un Grobe, o a lo mejor tuvo algo de "ayuda" externa por parte de un par de amigos suyos, Erich Friedrich Rettweiller y Anton Alois Winkelhofer. El caso es que por el casino estaban el inspector de juego Auguste Botteau, y el inspector de la Brigada de juego José Luís Núñez, que asistían atónitos al espectáculo que estaba dando el salchichero germano. Inmediatamente, José Luís Núñez llamó al Casino de Sant Pere de Ribes, donde se encontraba su compañero Felipe Román Crespo para explicarle lo que pasaba y pedirle consejo. El señor Crespo había estado hacía poco en Francia, recibiendo entrenamiento especializado por parte de la policía de aquel país para la detección de fraudes en el ámbito del juego.
En cuanto Núñez le explicó lo que ocurría, Crespo en seguida sospechó que el jugador estaba empleando un trucaje denominado "sistema del ingeniero Granec" (Valadimir Granec fue un jugador checo de ruleta, que se estima que ganó de 10 a 50 millones de dólares usando su propio "método", que consiste en aflojar los tornillos de los números en cuestión, lo que hace aumentar la probabilidad de ganar de un 2.70% a un 10%) . Le dijo a Núñez que comprobase el cilindro de la ruleta con una moneda de 50 pesetas (tecnología de última generación de la época, como podéis observar) y que observase si alguna de las aletas de la misma se movía.
Así que raudo y veloz, Núñez se dirigió al director del casino en aquellas fechas, Manuel Olivier, para que cerrase aquella mesa y así efectuar las comprobaciones que le había aconsejado su colega, pero sorprendentemente, el señor Olivier se negó.
Pasan las horas, y sobre las 4 de la madrugada, los croupieres cierran la mesa con absoluta normalidad, pero a la hora de cobrar, ay, el señor Bern, se queda sin cobrar. El casino se cierra en banda, y se niega a pagarle, alegando que han detectado irregularidades en su juego. Y es entonces que se lía la marimorena. Le dicen que van a inspeccionar la ruleta para verificar posibles irregularidades, y el señor Bern exige estar presente en dicha inspección. El director del casino no se lo permite, y es entonces que Núñez y el personal del casino inspeccionan la ruleta. Alegadamente, las cavidades correspondientes a los números a los que apostaba el cliente, 13, 14, 15, 16, 17 y 18 se movían al tacto, cosa bastante extraña. Bern y sus amigos son denunciados por estafa, y el día 28 del mismo mes el Juez de Instrucción del caso se presenta allí, comprobando también esta irregularidad.
Pero hete aquí que estamos en un país de pandereta (recordad que os teníais que poner en antecedentes con las películas de Pajares y Esteso), y las contradicciones entre los propios inspectores de juego, policía y empleados de casino en sus declaracions (al parecer llegó a personarse incluso personal y el mismísimo inspector del Casino de Lloret de Mar, un tal López, me pregunto si conocido de Los Pelayos), hacen que el tema se líe de una manera espectacular. Con las dudas razonables de Bern acerca de su inocencia al no estar presente cuando inspeccionaron la ruleta, las contradicciones entre los propios policías y personal de casino acerca de cómo precintaron la ruleta, hicieron que el asunto quedara muy en el aire, tanto, que no fue hasta pasados 4 años, en 1984 que la Audiencia Provincial de Girona pidió al Casino de Girona que depositase los 22 millones de pesetas como prueba de la estafa para continuar con las diligencias.
Y siguieron pasando los años, y fue en el mes de julio de 1987 que por fín salió una sentencia y más información de lo más jugosa al respecto. La sentencia fue condenatoria para nuestro amigo el salchichero: 2 años y 4 meses de prisión. Vaya, ¿y qué fue lo que pasó? Pues las investigaciones dieron un fruto de lo más sorprendente: parece ser que el salchichero estuvo con sus dos amigos en los madriles, concretamente en el Hotel Altana, donde al parecer estuvieron urdiendo su plan, a finales de Mayo de 1980. Quizá jugaron en Madrid, o quizá tan sólo lo intentaron y vieron que no había posibilidad, el caso es que unos días más tarde se trasladaron a la Costa Brava, y precisamente un día antes de la famosa noche, el día 5 de junio, fueron al Casino de Perelada y pidieron jugar a la ruleta en una sala privada, exactamente la número 7. Al estar ocupada, se marchó del casino con sus amigos, volviendo al día siguiente y pidiendo jugar en la sala privada número 7, que ese día sí estaba libre. Empezó apostando a los números que van de 14 al 20, y al empezar a perder en esas primeras jugadas, cambió los números, apostando sólo del 13 al 18. Y fue entonces cuando en poco más de 5 horas multiplicó su inversión inicial por 22.
¿Y qué ocurrió con los amiguitos del señor salchichas? Pues que nunca más se supo, se quedaron en busca y captura, y si te he visto, no me acuerdo. Al parecer, la Interpol reconoció a uno de los amiguitos como un especialista en trucaje de ruletas de ámbito internacional, pero la gran incógnita es: ¿cómo lo hicieron? ¿Cómo alguien ajeno al casino tuvo acceso a una ruleta para manipularla? ¿Le ayudó alguien desde dentro? Desgraciadamente eso es algo que nunca sabremos ya, han pasado más de 20 años desde la sentencia y casi 30 desde que ocurrió, aunque, quién sabe, quizá alguien esté ahora mismo contando como anécdota aquella noche que hizo saltar la banca del Casino de Perelada.
Fuente: Trallero Reiser - pokernews

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