Por eso, tal vez, su juego es discontinuo. Por ejemplo, cambia cien mil nacionales y los juega en tres tiradas de bola, invariablemente a la primera docena. Ya tiene calculado cuánto cobra cualquiera sea el número que salga entre los que apostó. "Si acierto un central chapo 117.500 pesos", se envanece. Si pierde tres veces seguidas, no juega más por un rato o por toda la noche (le queda un resto de 200 mil).
Tampoco suele quedarse más de media hora seguida jugando. En realidad, más de 15 minutos sin moverse ya son, para él, una exageración. Y andando de mesa en mesa ("A mí me encanta andar bichando por todos lados"), en una semana se perdió un millón de pesos: eso constató Siete Días en el Casino de Río Hondo.
Claro que no siempre pierde. Hace dos años, en Mar del Plata, ganó siete millones. "Es que se me dieron nueve terceras docenas seguidas -explica-. Y yo siempre sigo a la bola hasta que se corta. Nunca le juego en contra. Por eso, donde va la bola, allí voy yo.
"El recuento de sus éxitos en los casinos incluye el de Mónaco: "En 1968, con el dólar a 350, le pasé el trapo a todos los cajetillas de allá, y me levanté 4.500 de los verdes.
" También Uruguay: "En el casino de Punta del Este, donde se puede ir en shorts de baño, cacé dos palos y medio. Pero el que más me gusta es el casino de Las Vegas. Allí estás cómodo, tranquilo, sin que nadie te joda. Imagínate que hasta podes entrar a caballo si queres. La rula es muy linda. La verdad es que es el único vicio fuerte que tengo: haciendo un balance, perdí mucho más de lo que gané."
-¿No te molesta tirar la plata de esa manera.?-
No es para tanto. A mí no me gustan las carreras de caballos, el póker tampoco, porque no le doy valor a las fichas y, además, me aburre. Es que para el póker tenes que ser muy frío, y a mí se me nota enseguida lo que tengo, me vendo fácil. Eso sí, a lo que no me gana nadie es al truco. ¡Cómo será que me echaron de nueve estados americanos porque les ganaba a todos! Venían los sheriffs y me echaban del pueblo. La última vez vino el sheriff de Denver a la barra del salón y me dio doce horas para rajarme del condado. En el poker me deschavo, pero en el truco no hay con qué darme. Pero la más grande de todas fue cuando le gané a Edward Kennedy a bordo de un avión. ¡Cómo ligué! Me vinieron los dos machos todas las vueltas. Claro, Dios los cría y ellos se juntan. El Kennedy éste no lo podía creer. ¡Le gané hasta los calzoncillos! Claro que después lo perdoné.
Extraído de: Reportaje a Ringo Bonavena - Octubre 1973 - Revista Siete Días
Nota: Luis Darío Laplacette - Foto: Rodolfo Lobianco
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