viernes, 31 de agosto de 2007

El Casino de La Rabassada

Barcelona - España - Los escombros del lujo, el juego y la diversión.
Dicen las crónicas que relatan la historia del Gran Casino de l'Arrabassada que tenía una pequeña y discreta habitación, llamada la Sala de los Suicidios, donde los perdedores acudían para acabar dignamente y no tener que soportar la vergüenza de haber hundido a sus familias en la miseria.
Lo cierto es, sin embargo, que el Casino de l'Arrabassada es todavía hoy un lugar lleno de misterio. En sus tiempos fue uno de los edificios más emblemáticos de la Barcelona de principios del siglo XX y, aunque hoy solo quedan los escombros, conserva grandes tesoros arquitectónicos. Algunos cuestan de encontrar porque la espesa vegetación que ha ido creciendo los esconde, pero descubrirlos es lo más parecido a sentirse como un arqueólogo abriendo la tumba de un gran faraón.
Este majestuoso casino fue el símbolo del lujo de una ciudad en plena expansión económica. ¡No le faltaba detalle! Incluso tenía su propio parque de atracciones, restaurante con chefs oriundos de París y orquesta, hotel y grandiosos jardines con vegetación exótica procedente de diversos lugares del planeta.
Una obra faraónica con parque de atracciones
El casino fue diseñado por el arquitecto catalán Andreu Audet i Puig con un presupuesto insólito para la época: 2,5 millones de pesetas. Fue una obra faraónica. De hecho, ridiculizó mucho el coste de monumentos coetáneos tan destacados como el arco de Triunfo y lo que ahora es el Museo de Zoología. Más de trescientos invitados asistieron a su inauguración, el 15 de julio de 1911, diez años después de que se hubiera inaugurado el Tibidabo.
Del parque de atracciones del Casino de l'Arrabassada destacaba la gran montaña rusa, llamada Railway, que a lo largo de dos kilómetros de recorrido tenía desniveles de más de 25 metros y atravesaba dos túneles de 57 metros de largo. El parque de atracciones estaba inspirado en otros parques de Londres, Nueva York y París, como lo demuestran muchos de los nombres de las atracciones que había: Cake Walk Vuilding, Palais duRire, Féu de Boules, Scenic Raiwail, etc.
El lujo del complejo era impresionante. Incluso se ponía a disposición de los clientes automóviles imponentes que salían del centro de la ciudad con destino al casino continuamente desde las 9.30 h hasta las 22.00 h. Pero también se podía acceder en tranvía (hasta finales de 1938) y en funicular.
El hotel, de estilo modernista y neomozárabe, también era de primer nivel. ¡Incluso tenía un oratorio público! Los folletos publicitarios de la época decían: "La situación topográfica, desde el punto de vista pintoresco y sano, no tiene rival en Europa. Hospedaje desde 8 pesetas sin desayuno. Restaurante a la carta y cubiertos desde 5 pesetas".
Los misteriosos túneles de la montaña rusa
La montaña rusa discurría, en gran parte del trayecto, por largos túneles soterrados, algunos de los cuales todavía se conservan bastante bien, en concreto, tres. Dos tienen cuatro metros de ancho por cinco de alto y conservan la salida. El tercero, en cambio, fue tapiado y no tiene salida posible.
A lo largo del tiempo se utilizaron para hacer pasar las vagonetas y guardarlas, y más tarde como bodegas y almacenes. A poco más de cincuenta metros de estos túneles, y en dirección hacia Barcelona, encontrarás un lago que supuestamente se situaba bajo la montaña rusa.
La caída del casino y sus restos
Su declive empezó a perfilarse en 1912 cuando el gobernador prohibió el juego, hecho que provocó la quiebra de la sociedad al cabo de un año. El complejo siguió funcionando como hotel, restaurante y parque de atracciones hasta que el general Primo de Rivera volvió a prohibir el juego en 1929. Un año más tarde cerró el restaurante.
Durante la Guerra Civil, cuando el edificio estaba considerablemente deteriorado, se utilizó primero para huir de los bombardeos y después como cuartel de carabineros. Pero las instalaciones quedaron tan estropeadas que en el año 1940 se derribaron, y hoy tan solo quedan en pie restos de paredes y columnas, algunas habitaciones medio destruidas, esculturas escondidas entre la vegetación (fíjate, por ejemplo, en la misteriosa cara de un comodín), entradas y túneles, fosas cerradas con hierro forjado, arcos, fuentes, fragmentos enteros de escalinatas y otros pequeños rincones.
Y así ha llegado a nuestros días, manteniendo su misterio, su leyenda de lujo y diversión y su lado más oscuro, escondido tras una sala en que discretamente se liquidaba la vergüenza para bien del buen nombre y la buena posición social.
Cómo se puede llegar
No es como adentrarse en la jungla, pero encontrar el Casino de l'Arrabassada no es una actividad para ir con traje o tacones.
Aunque se puede llegar siguiendo el camino que pasa por la Font del Ribas y la Font del l'Arrabassada, la manera más sencilla de llegar es por la carretera de la Arrabassada, con dirección a Sant Cugat del Vallès. Ya dentro del término municipal de esta población encontrarás unos escombros y, entre otras ruinas, un trozo de pared con unas ventanas de estilo neomozárabe.
A partir de aquí, tu habilidad, orientación, buena vista y coraje te permitirán, o no, ir descubriendo los pequeños rincones olvidados por la montaña y por el tiempo: los túneles, las estatuillas rotas, los pequeños detalles arquitectónicos... Tesoros ocultos que parece que la naturaleza quiera reservar para sí misma.
Por Meritxell Doncel
Fuente: http://w3.bcn.es/
Otra leyenda
Se dice que si visitas el lugar, entre las piedras y las pocas arcadas que quedan de pie, es normal sentir malas vibraciones y que exploradores eventuales se han extraviado e incluso accidentado.
También se dice que el casino tenía un gran balcón discreto y escondido o una habitación insonorizada, donde, según las versiones, los desesperados encontraban refugio para suicidarse y también se cuenta, que los mismos camareros se encargaban de hacer desaparecer el cuerpo del suicida. Aún podríamos encontrar algún anciano que nos podría contar cómo a la noche, unos carros misteriosos entraban al casino a cargar con los muertos y llevarlos a algún sitio escondido para enterrarlos.
"Esta fué la rimera entrega de una serie de notas relacionadas con el Hotel Casino de La Rabassada, que pronto pondré a su disposición"

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