domingo, 20 de abril de 2008

La crueldad infinita de las máquinas tragavidas

España - Cuando Javier Fernández se asomó al abismo de la droga no tuvo en cuenta, quizá, que la trampa en la que había caído se presentaba aderezada con múltiples ramificaciones que tarde o temprano le pasarían factura.
Javier trabajaba como camarero en el sur grancanario. Un día se percató de que el dinero que ganaba era más del que requería y decidió `invertirlo´ en el fangoso mundo de la cocaína. «Trabajaba mucho y necesitaba la coca para aguantar por las noches. Una raya, luego otra, y así hasta que me convertí en un drogodependiente», recuerda.
Lo que Javier no sospechaba es que el agujero en el que había caído se haría más oscuro aún. La vida de bar le acercó hasta las máquinas tragaperras, un vicio que pasó de ser una inocente forma de desprenderse de la calderilla a la perdición total y absoluta de una persona y su familia.
En Canarias, los ludópatas no sólo tienen que combatir su problema de adicción sino que deben hacerlo con un escaso apoyo institucional y el único amparo de las organizaciones desinteresadas que se dedican a este tipo de acción social. La Asociación para la Atención a la Ludopatía y a la Exclusión Social (Aluesa) desarrolla desde Gran Canaria, y fundamentalmente para las islas de la provincia oriental, programas enfocados a la prevención, la rehabilitación e inserción laboral de las personas adictas al juego. Sin apenas presupuesto, Aluesa se ve obligada a recurrir a la beneficencia para sobrevivir mientras llegan a su centro enfermos que acumulan, además del juego, adicciones al alcohol y las drogas.
«No tenemos recursos. Recibimos algunas partidas del Cabildo y del Gobierno de Canarias procedentes de la Consejería de Presidencia, Justicia y Seguridad», asegura la directora de Aluesa, María José Vázquez. Vázquez reclama que el juego sea incluido, como se hace en varias Comunidades de España, en los presupuestos de la Dirección General de Atención a las Drogodependencias.
Según ella, Aluesa se hace cargo de «muchos enfermos derivados de los centros de salud o enviados por psicólogos y psiquiatras que trabajan en el sistema público de Salud Mental. No podemos permitir que tengamos que atender a enfermos que llegan a nuestro centro con más de una adicción y no recibir ninguna ayuda por ello. Si tenemos que resistir así, teniendo que recurrir a conciertos y festivales para recaudar fondos, no podremos seguir adelante», recuerda Vázquez. La máxima responsable de Aluesa recuerda que Canarias es «una de las Comunidades en las que hay más casinos y máquinas tragaperras del Estado», pero que, por el contrario, «no cuenta con ningún estudio epidemiológico» que permita cuantificar el número de isleños adictos al juego.
Javier cambió la hostelería por la pintura. Alternaba su jornada en una empresa con trabajos particulares que le permitían amasar grandes cantidades de dinero. Euro tras euro, el esfuerzo realizado durante un mes de trabajo se esfumaba en apenas unas horas. «Cobraba y directamente me fundía el sueldo. En una noche podía gastar entre 700 y 1.000 euros, un desfalco imparable», comenta.
Doble personalidad
La existencia de Javier se complicó por completo hasta que su mujer comenzó a sospechar de sus continuos desvíos monetarios. «Me convertí en un profesional de la mentira. Engañaba a mi esposa y ni si quiera el nacimiento de mi hija cambió las cosas».
La vida de este joven mutó irremediablemente. Javier jugaba al fútbol sala en el Maspalomas Sol de Europa y practicaba paracaidismo antes de entrar en la droga. La cocaína y el juego le transformaron en un despojo humano hasta que se vio con las maletas en la calle y Aluesa le rescató del precipicio. «Mi mujer me dijo que tenía que elegir entre el tratamiento o volver con mi madre. En un principio me reí de las terapias. No había asumido que tenía un problema», sentencia.
El 31 de marzo del año pasado, los miembros de Aluesa salieron a la calle para pedir que se estudiaran sus reivindicaciones. Vázquez reconoce que el director general de Atención a las Drogodependencias del Gobierno de Canarias, Fernando Gómez-Pamo, ha mostrado su predisposición a que el juego sea incluido en los presupuestos de su departamento en un futuro próximo. «A poder ser, a partir de 2009», esperan.
Entretanto, las asociaciones que combaten la adicción al juego pretenden mentalizar al personal de que el ruinoso estado emocional y económico en el que llegan los enfermos puede superarse. Eso sí, con una advertencia. Aunque las drogas y el juego sean las adicciones más conocidas, se debe tener en cuenta que fenómenos novedosos como las nuevas tecnologías (Internet, vídeoconsolas, telefonía móvil) u otros clásicos como las compras compulsivas también deben ser objeto de tratamiento.
Final feliz
Después de tres años y con treinta y seis primaveras a sus espaldas, Javier recibió el alta de Aluesa en enero pasado. Con la ayuda de su mujer y de su jefe ha podido reconstruir su vida, a la que han vuelto las sonrisas y el deporte. Aunque la terapia a la que fue sometido marque aún su conducta -evita entrar a los bares en los que pueda haber máquinas tragaperras- su caso es un ejemplo de fuerza de voluntad y ganas de superación.
El asunto, señala Vázquez, es que en Canarias, a día de hoy, las personas con problemas de adicción caminan «sobre el alambre de la desatención institucional». La pregunta que muchas veces hacen los miembros de las asociaciones a sus pacientes lo resume todo. «¿Dónde estarías si no pudieras contar con la ayuda de centros como Aluesa?». La respuesta no puede ser más certera y conmovedora. «No quiero ni pensarlo».
Los canarios adictos al juego dependen de la ayuda de las asociaciones dedicadas a la prevención y rehabilitación de la ludopatía. Éstas sobreviven sin recibir ayudas de Sanidad, a quien piden que se reconozca la enfermedad como una droga.
Fuente: ABC

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