domingo, 31 de enero de 2010

El Mónaco de Oriente Próximo

El Líbano - Maameltein - El Casino de Maameltein es la meca del juego para toda la región. Los preceptos de la religión musulmana prohíben apostar a los fieles.
Cuentan que, el mismo día en que Israel bombardeó el puente que conduce al Casino del Líbano durante la ofensiva de 2006, sus empleados pensaron que se habían quedado sin trabajo. Optaron por utilizar la carretera de la costa, la única transitable en las cercanías, para llegar al complejo de juego situado frente al Mediterráneo. Y allí se encontraron con 2.000 libaneses que habían desafiado las bombas no para trabajar, sino para apostar.
Hoy en día, un lunes cualquiera, a las 15:00 horas, las dos primeras plantas del aparcamiento del Casino -la única institución autorizada a albergar juegos de apuestas en el 'país del Cedro'- están al completo. Los jugadores de mediana edad, clase económica media o alta y habitualmente solos, que se apostan ante las máquinas tragaperras y las ruletas, absortos en el juego, dan vida al local. La escena es habitual en Occidente, pero sigue sorprendiendo en Oriente Próximo, donde las apuestas están prohibidas por el islam y suelen estigmatizar a sus devotos. Pero el Líbano es la excepción regional. Sus ciudadanos disponen del Casino, situado en Maameltein, al norte de Beirut, para dar rienda suelta a su afición, donde se encuentran con vecinos regionales con suficiente dinero para costearse los viajes: sirios y jordanos son mayoría, dada su proximidad geográfica, y en menor medida iraquíes, emiratíes, kuwaitíes… "Los menos son los saudíes, los más religiosos de la región. Es poco frecuente verles apostar", apunta Lara Hafez, responsable de Relaciones Públicas del Casino.
El Líbano puede considerarse la meca del juego en Oriente Próximo. En la región, sólo el norte de Chipre alberga casinos abiertos a todos los ciudadanos. En el resto, con la excepción de algún 'barco casino' de Israel, donde también están prohibidos los juegos de apuestas, las apuestas son pecaminosas.
En Egipto existen centros de juego reservados a extranjeros y las leyes son estrictas. Hace una semana, el Parlamento retiró la inmunidad a uno de sus diputados, miembro del partido del 'rais' Mubarak, por haber obtenido un pasaporte falso para participar en juegos de apuestas. Yasir Salah rompió la legalidad dos veces: entrando en el casino del Hotel Sofil de El Cairo y presumiendo de tener doble nacionalidad -aunque fuera falsa-, dado que la Constitución se lo prohíbe expresamente a los legisladores.
El escarnio ha sido notorio: Salah ha sido presentado por la prensa como el "diputado apostador" y parece haber arruinado su futuro. De ahí que los árabes acudan al 'país del Cedro' para apostar sin sentirse perseguidos. "Desde nuestra apertura, en 1996, hasta 2008 el 69,8% de nuestros clientes eran libaneses y el 21,7% ciudadanos de Oriente Próximo y del norte de África. Sin embargo, sólo en 2008 [en su segundo semestre, se instaló la estabilidad política en el Líbano] la cifra de árabes subió al 27%", apunta Hafez.
La moda del Texas Hold’em
Las cifras del último año indican que el negocio está en alza, sobre todo tras la introducción de la última tendencia en juegos de cartas importada de Europa: el Texas Hold’em, una variedad de póker que está arrasando en el Líbano. Tanto es así, que en noviembre fue inaugurada la primera academia regional para formar a jugadores en los secretos del juego. Situada en la localidad de Zalka, a pocos kilómetros de Beirut, el responsable de Game Theory, Zadi Hobeika, consiguió captar 'estudiantes' para llenar las clases en los dos primeros meses. Eso, pese a la peculiaridad del sistema de enseñanza.
"Aquí no hay cartas. Todo es audiovisual, porque si hubiera una sola baraja o fichas de juego en nuestras instalaciones podríamos ser objeto de una intervención policial", explica el joven libano-francés. Según las leyes, sólo el Casino del Líbano está autorizado a albergar partidas, dado que buena parte de las ganancias terminan en manos del Estado. "Por supuesto hay quien convoca timbas en su casa, y eso no nos parece mal, pero también hay clubes privados que lo hacen y deben ser perseguidos", opina Hazfez.
Media hora de vídeos explicativos y otros 30 minutos de entrenamiento 'online' con entrenadores europeos componen el 'curso' de Texas Hold’em de Game Theory. Su mercado potencial es importante, aunque no se esté reflejando como se esperaba en número de alumnos. Las estimaciones de Zadi Hobeika arrojan un total de 70.000 jugadores en un país de apenas 3.5 millones de habitantes. "En Facebook, hay 42.000 usuarios con IP libanesa que juegan a Poker Hold’em. A eso hay que añadir los 12.000 aficionados que acuden al Casino y aquéllos que lo hacen de forma privada".
Torneos regulares
La mejor forma de confirmar la fuerza del Texas Hold’em en el Líbano es acudir al Casino. Desde que fueran implantados torneos regulares, en junio de 2008, el número de amantes del póker se ha incrementado. "Tenemos a 5.000 jugadores de esta variedad viniendo de forma regular, que invierten entre 100 y 10.000 dólares en cada partida. Cada semana organizamos entre dos y tres campeonatos, y los aficionado son muy leales. Sólo vienen a eso, no juegan a la ruleta o a las máquinas. Son apasionados del póker, y por eso estamos creando instalaciones exclusivas para ellos", continúa Hafez.
El año pasado, el Casino organizó por todo lo alto el primer Campeonato Libanés de Póker, con el objetivo de consolidar y extender la tendencia. La estrella invitada fue el campeón mundial de Texas Hold’em en 2005, el australiano-libanés Joe Hachem, quien participó en el torneo.
Se esperaba reclutar a 100 jugadores (que debían pagar como tasa de entrada la nada despreciable cantidad de 10.000 dólares), pero las expectativas se vieron superadas por la realidad: 207 personas depositaron la fianza marcada. En el Casino se frotaban las manos. Un mes antes, la misma institución había organizado un torneo altruista cuyos fondos (75.000 dólares) fueron destinados al Centro Infantil de Cáncer del país.
"Queremos promover la diversión, pero no arruinar las vidas de los jugadores. Se puede jugar de forma responsable, con apuestas limitadas", incide Hafez. Su segundo objetivo es consolidar al Líbano como destino del juego regional. "Con nuestros eventos, transmitimos la idea de que el póker no es malo, no es un juego de azar sino un deporte". En el futuro, el Casino pretende promover un turismo especializado de jugadores que no sólo buscan una mesa de juego sino un entorno atractivo con un alto nivel de vida. "Si la estabilidad política se mantiene, seremos el Mónaco de Oriente Próximo", asiente Lara.
El Mundo/Mónica G. Prieto

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