sábado, 30 de enero de 2010

Destino de los pozos vacantes

Paraguay - Asunción - El ministerio de Hacienda nos ha remitido el informe de los recursos que recibe de las empresas explotadoras de juegos de azar, en concepto del impuesto establecido en la Ley 431 “Que instituye honores y establece privilegios y pensiones a favor de los veteranos de la Guerra del Chaco”.
Conforme con los datos preliminares, proveídos por la Dirección del Tesoro, estos recursos son destinados íntegramente a financiar los beneficios de los veteranos de la Guerra del Chaco, según se puede observar en el cuadro.
El informe agrega que Hacienda realizará un relevamiento de los procedimientos relacionados con la ley “a los efectos de asegurar el pleno cumplimiento de la misma”.
La idea principal de esta serie de notas es trasladar, a quienes corresponda, la pregunta de los jugadores acerca del destino que se da, o no se da, a la cuantiosa suma que por demasiadas semanas quedan encerradas entre estas dos palabras: “pozo vacante”. Conversando con un matemático sobre estas notas, nos demostró las dificultades que con 25 números se puedan acertar, como en el caso de Telebingo, por lo menos una de las tres jugadas principales.
Con la suerte, o el azar, se entiende que determinados premios queden vacantes porque los números que bailaron en el bolillero no coinciden con los del cartón que el jugador ha adquirido. No tenemos razón para pensar que en el azar interviene la voluntad humana, pero no olvidemos que hoy la tecnología ofrece todas las posibilidades incluso para torcer la suerte. Cuando al directivo de una de las empresas administradoras de Telebingo le hicimos notar esta posibilidad, nos respondió: “Sí, es posible (manipular los resultados), pero nosotros no lo hacemos. Ni lo haríamos”. Recalcó el “nosotros no lo hacemos”.
De todos modos, el problema principal que encontramos es en los pozos vacantes que no solo permanecen por demasiadas semanas, sino que casi no se mueve. Por ahí un cincuenta millones a una de las tres jugadas, o tal vez a dos. Pero cincuenta o cien millones son una insignificancia cuando el apostador juega por dos mil millones, o más, tal como se publicita con insistencia en los medios televisivos.
Pensamos en la extinguida “Polla Paraguaya de Fútbol” en la que el pozo vacante pasaba a sumar el siguiente, y el siguiente, hasta dar con un ganador. Además, el jugador tenía una participación activa porque marcaba la boleta de acuerdo con su intuición. O sea, tenía control sobre el juego. Sí, el Telebingo es una modalidad distinta. El jugador tiene una participación pasiva. Espera que de 25 números cambie su destino, pero la diferencia oceánica de la “Polla” –o de cualquier otro juego similar– está en que el pozo queda en poder de las empresas administradoras.
Para poner una cifra, 1.500 millones de guaraníes está en juego. Y no salen. Vuelven a tentar al jugador en la siguiente semana. No vuelven a salir, y así sucesivamente hasta, digamos, 10 semanas. En este tiempo, se llega a los diez mil millones de guaraníes. Y si al cabo de ese tiempo hay un ser feliz que acierta, se le paga los 1.500 millones, quedando a favor de las empresas todavía unos ocho mil quinientos millones de guaraníes. De esta suma, destinarán otros 1.500 millones que estarán danzando quién sabe por cuántas semanas más, tiempo suficiente para que se recuperan con creces del “golpe”.
De esto se trata: que el pozo vacante tenga un destino distinto al de las arcas de las empresas, que podría ser Hacienda, una entidad de beneficencia, o para engordar sustancialmente los siguientes pozos.
Ya habíamos señalado que la situación económica de millones de ciudadanos le empujar a buscar en los juegos de azar –quiniela, bingo, lotería, tragamonedas, etc.– la posibilidad, siempre remota, de aliviar sus penurias.
Otra de las inquietudes de los lectores está referida a los premios menores, como bicicletas, heladeras, aparatos de aire acondicionado, etc. “Promocionan –dicen– un gran número de ellos, pero muy pocos son los que salen”.
La Comisión Nacional de Juegos de Azar (Conajzar), tal vez deba controlar más de cerca a las empresas que manejan el dinero de la gente.
Es su obligación dar al público la seguridad de que su dinero no alimente una incontrolable codicia.
ABC Digital/Alcibiades González Delvalle

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