domingo, 13 de diciembre de 2009

Gardel y su pasión deportiva

Argentina - En la semana del Tango, es una buena ocasión para descubrir otros aspectos de la vida del "Zorzal criollo": su pasión por el turf, el boxeo, el Racing Club de Avellaneda y la pelota vasca.
Más allá del cantante de tango, de su mito y los interrogantes sobre su origen, detrás de Carlos Gardel se puede encontrar a un personaje que estuvo ampliamente vinculado al deporte.
La figura legendaria del "Zorzal Criollo", como lo denominaron a este carismático cantante, nacido el 11 de noviembre de 1890 en Toulouse (Francia) y muerto en Medellín (Colombia) el 24 de junio de 1935, cuenta entre sus facetas a un apasionado por varios deportes, aunque fue el turf con el que fue más, fundamentalmente por el tango “Por una cabeza”.
Podría decirse que era más que un aficionado al turf, en realidad era fanático. Fue amigo de Irineo Leguisamo y dueño de varios caballos. También le gustaba el boxeo, el fútbol (era simpatizante de Racing Club), le gustaba jugar pelota vasca, la natación y hacer aerobismo.
En este recuerdo se intenta rescatar algunas de sus historias vinculadas al deporte.
El turf
Una de las mayores pasiones de Carlos Gardel sin dudar fueron los caballos y las carreras, las que vivió desde adolescente con gran emoción. Muchos cuentan que perdió varias fortunas en distintos hipódromos del mundo. El Hipódromo Argentino era la segunda casa de Gardel, al que asistía todos los domingos.
Fue propietario de varios caballos, pero en Buenos Aires tuvo a uno que fue para él especial: Lunático, un alazán tostado, al que le gustaba acariciar y ofrecerle azúcar.
Tal era la relación que lo unía a este alazán que cuando el caballo estaba inquieto, el cuidador lo llamaba por teléfono a Gardel para que éste viniera y le cantara hasta que el caballo se tranquilizara.
Entre las cosas importantes que cosechó en las dos orillas del Río de La Plata fue la amistad de numerosos amigos, entre ellos la del jockey uruguayo Irineo Leguisamo.
A “Legui” lo conoció en Montevideo, y cuando el jockey llegó a Buenos Aires en 1922 se hicieron grandes amigos, y solían jugar juntos al tute o al truco.
"Era como mi hermano. Era el único que me llamaba Mono, aunque sabía que a mí me molestaba. Cuando lo hacía, yo lo llamaba Romualdo, para que engranara. Ese era su segundo nombre, y no quería que nadie se lo mencionara", contó Legui, en su libro.
Su pasión por el hipódromo lo llevó a comparar en 1925 a Lunático que le dio algunas satisfacciones, casi siempre montado por Irineo Leguisamo. Tiempo después adquiriría otros caballos de carrera: Cancionero, La Pastora, Amargura, Explotó, Guitarrista, Wizzard y Theresa.
Gardel fue propietario de dos studs: "Las guitarras", en sociedad con José Razzano y "Gardel C".
Muchos tangos y milongas burreros cantó y grabó Gardel, entre ellos: “La catedrática”, “Preparate pa’l domingo”, “Paquetín paquetón”, “Bajo Belgrano”, “Palermo”, “Polvorín”, “Canchero”, “Uno y uno”, “Pan comido”, “Soy una fiera” y “Por una cabeza”, que adquirió fama mundial a partir de su inclusión en la película “Perfume de mujer”.
Las carreras de caballos le dieron a Carlos Gardel grandes emociones, alegrías y también broncas, ya que tuvo varios quebrantos financieros.
Gardel opinaba riéndose “fui víctima de las mujeres ligeras y de los caballos lentos”.
El boxeo
Sabido su preferencia por el turf, no pudo escaparle, como era de suponer, a dos de los deportes más populares de la época: el boxeo y el fútbol, donde siempre encontraba el espacio para encontrarse o relacionarse con ídolos.
En el boxeo tuvo en Nicolás Preziosa a un gran amigo. Este era un italiano llegado desde Bari, de muy pequeño a Argentina, que había jugado al fútbol y practicado el deporte de los puños en el Boxing Club Buenos Aires (ubicado en Sarmiento y Cerrito) y en el Círculo Policial. Tuvo que dejar el fútbol cuando tenía 18 años (jugaba en Estudiantes de Buenos Aires) al sufrir una fractura en su pierna y al poco tiempo consiguió la licencia para trabajar como segundo de boxeo, dirigiendo luego la última etapa de Luis Angel Firpo, hasta José María Gatica o Andrés Selpa, entre tantos otros.
Gardel era amigo de Pepe Lectoure -el tío de Tito- de Enrique Sobral (fue durante muchos años masajista de Boca), de Luis Angel Firpo y de Eduardo Ramos Oromí, que fue uno de los mejores jurados de su época.
Habitualmente se acercaba a los gimnasios de boxeo, en particular a la Asociación Nacional y el de Laiglón. En el primero entrenaba Luis Angel Firpo, en el segundo el uruguayo Angel Rodríguez, Gardel era amigo de ambos y los admiraba, como admiraba también a Justo Suárez, a Luis Galtieri, Luis Rayo y Vicente Ostuni.
El fútbol
Cuentan que cuando Carlos Gardel llegó al Centro nació su simpatía por Racing Club. Fue en 1914, cuando cantaba a dúo con José Razzano y eran el número de atracción de la compañía teatral de Elías Alippi y Francisco Ducasse. El debut en el Teatro El Nacional, con una obra de género libre titulada El Paraíso.
Gardel se hizo muy amigo del “Flaco” Alippi que era fanático hincha de Racing, el campeón del año 1913. Cuando llegó el momento de ir a la cancha (la vieja de tablones), se les sumaba a ellos Nicolás Preziosa, también hincha de los “albicelestes”.
Uno de los guitarristas de Gardel era Guillermo Barbieri, fanático de Huracán. Es por eso que a sus ensayos iban varios jugadores del equipo de Parque de los Patricios, entre ellos Juan Scurzoni (capitán en la década del ‘20), Guillermo “El filtrador” Stábile y el “Negro” Prato. Gardel llegó a cantar en el vestuario de Huracán previo a un partido ante Boca.
Gardel admiraba a muchos jugadores, entre ellos a Pedro Ochoa, insider de Racing, también por Raimundo "Mumo" Orsi, el wing de Independiente, a quien le dijo varias veces "¡Largá al rojo, Mumito. Largá al rojo y venite a Racing!
En Uruguay, Gardel era hincha de Nacional y en su paso por España se hizo hincha de Barcelona, donde fue muy amigo de José Samitier, también de Ricardo Zamora, y de casi todos los jugadores del equipo catalán.
Son conocidas las anécdotas que cuentan que cuando las selecciones de Argentina y Uruguay jugaron la final de los Juegos Olímpicos de Amsterdam 1928, cantó para ambos equipos en un cabaret de París. Lo mismo sucedió previo a la final del Mundial 1930 en Montevideo, donde visitó ambas concentraciones.
Otros deportes
No hay mayores datos de si jugó de pibe el fútbol, pero si se conoce que de grande hizo deportes por necesidad. A Gardel no le gustaba privarse de las comidas y tenía tendencia a engordar.
Por ese motivo salía a “trotar” como él lo definía, lo que en la práctica se denomina aerobismo. Lo hacía en short y remera por las veredas, y sus ocasionales acompañantes eran José González Castillo, el padre de Cátulo, Héctor Quiroga y Julio Scarcella.
La tendencia a engordar lo hizo someter a clases diarias de gimnasia. En 1916 llegó a pesar 118 kilos, aunque entre 1928 y 1933 se estabilizó en 76.
Además de practicar gimnasia en su casa, asistió durante años a la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA o Young Men) de la que fue asociado desde 1920 hasta 1925.
A Gardel le gustaba jugar a la pelota vasca, en particular la especialidad mano (se juega a mano limpia pegando con el puño cerrado con una pelota de goma), lo hacía en la mencionada YMCA, pero también en un frontón que estaba ubicado en Anchorena y Rivadavia. Muchos aseguran que era muy bueno.
Como distracción, a Gardel le gustaba jugar a las bochas y solía frecuentar una cancha que tenía la cantina Chanta Cuatro y a otra que estaba en Billinghurst y Tucumán de la Capital Federal.
Para las clases de gimnasia usaba mamelucos de cuello alto, que le cubrían hasta el mentón y usaba una faja de lana que le ayudaba a absorber la transpiración. Aún en plena exigencia física Carlos Gardel mantenía su buen sentido del humor y hacía bromas.
Hay datos que aseguran que también le gustaba practicar natación y que era un gran caminador, donde tenía una gran resistencia.
El Diario - Gustavo Ferradans

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