miércoles, 18 de julio de 2007

Una historia sobre casinos

Cómo Gerardo Sivier Blanc descubrió el secreto de la ruleta.
EL VIAJE A MADRID
Nueve de la tarde de un caluroso día de agosto. El vehículo se deslizaba lentamente por la carretera que une las poblaciones de Villalba y Guadarrama. Su velocidad actual no era en nada comparable a la sostenida durante las cinco horas anteriores en que había recorrido más de 600 Km. Echando un vistazo al rostro de su conductor podía observarse un semblante de preocupación. Podría decirse que por inercia sus ojos estaban fijos en la carretera pero sus pensamientos podían estar a miles de Km. de distancia. Y casi con toda seguridad en una situación nada agradable.
Alfred, de 27 años, nunca hubiera pensado que pudiera encontrarse en una encrucijada de tan considerables dimensiones. Hacía escasamente seis meses que todo le sonreía, un trabajo bien renumerado, con un sueldo de 40,000$ al año, una novia hermosísima a la que hubiera propuesto matrimonio este otoño, y una vida social muy divertida y prometedora.
Pero en escasas dos semanas todo se había torcido. Su enfrentamiento con Eduardo, el nuevo socio de la empresa; le había supuesto su despido fulminante. Su novia Alice no había podido soportar su repentino cambio de humor (o el repentino descenso de su cuenta corriente) Y todos aquellos amigos que antes le sonreían y adulaban habían desaparecido como por arte de magia. Repasaba mentalmente las situaciones vividas y se daba cuenta muy a pesar suyo, que aunque hubiera podido intuir lo que iba a suceder, hubiera actuado de la misma forma. Siempre había sido una persona con firmes convicciones y nunca dejaría que nadie le pisoteara.
Pero ahora tenía que tocar con los pies en el suelo y afrontar el hecho de que su vida despreocupada y llena de lujos tocaba a su fin. Sus ahorros le permitirían aguantar escasamente dos semanas y media. No podría seguir pagando el alquiler de su lujoso apartamento en Sarriá, no podría seguir comiendo en sus restaurantes preferidos y sus trajes dejarían de ser un ejemplo de elegancia para pasar a la más absoluta mediocridad.
Desde que salió de Barcelona a las 4 de la tarde, eran muchas las preguntas que le venían continuamente a la mente y todas ellas sin una respuesta concreta, de hecho estaba convencido que de la imposibilidad de que pudiera haber respuesta para ninguna de ellas. Quizás por ello el viaje le había parecido largísimo y a pesar de ello, a medida que se acercaba al objetivo de su viaje, esta sensación de desasosiego iba siendo sustituida por otra de excitación que poco a poco se iba apoderando de sus pensamientos. Era como si la atmósfera de la casa y todo el misterio que la rodeaba le envolviese y anulase sus preocupaciones. Era como encontrarse ante las puertas de algo totalmente diferente y misterioso Sin darse cuenta se dejo llevar por esta sensación olvidándose de sus problemas y los recuerdos comenzaron a llenar su mente.
FERNANDO ANDRADE
Oí hablar por primera vez de Fernando a los dieciocho años cuando sus padres recibieron una llamada telefónica desde Canadá.
Fernando Andrade era primo lejano de su madre. Un buen día del año 1984, hacia ahora 20 años, dejó su trabajo en una tienda de libros antiguos y se fue a recorrer mundo. No dio ninguna razón concreta de porqué dejaba su trabajo ni explicó de qué pensaba vivir a partir de aquel momento.
Mis padres recibían periódicamente noticias suyas, bien en forma de carta o llamada telefónica. Siempre desde una ciudad distinta y desde los mejores hoteles. Y nunca con una explicación clara de donde obtenía los ingresos que le permitían vivir con ese ritmo de vida Ellos no se atrevían a preguntar abiertamente y cuando le hacían alguna insinuación al respecto Fernando siempre cambiaba de tema asegurándoles que no tenían porqué preocuparse, que nunca había hecho ni haría nada ilegal, pero que no les podía explicar a qué se dedicaba.
UNA VISITA INESPERADA
Había tenido ocasión de conocerlo personalmente. Una noche de otoño del 99 se presentó inesperadamente acompañado de una atractiva joven sudamericana de cabellos color azabache y ojos verdes claros a la que llevaba al menos veinte años. El Porsche aparcado delante del jardín era como un insulto a los modestos coches de los vecinos. Ello incomodó bastante a mis padres ya que no les gustaba llamar la atención, pero su contestación fue simple y tajante: “No tengo porque esconder mi coche a las miradas de nadie”Fue una visita fugaz pero congeniamos muy rápidamente. A ello contribuyó en gran manera mi mal disimulada curiosidad por su espíritu aventurero y la curiosidad propia de mis diecisiete años. Lo cierto es que me cayó bien como persona y no vi en él ninguno de los rasgos egoístas que en ocasiones había oído comentar a mis padres. Sólo estuvo una noche. Por la mañana me lo encontré paseando solo por el parque pensativo. Me dijo que tenía que marchar de nuevo, no podía estar muchos días en un mismo lugar.
Había venido porque sentía melancolía del lugar donde había pasado casi toda su vida pero al mismo tiempo se daba cuenta que era muy diferente a todos los que le rodeaban, hecho que provocaba que le miraran con desconfianza. Me habló de que hacía algo muy importante, pero que precisamente esa importancia dependía de que lo supiese la menor gente posible. Me aseguró que no infringía ninguna norma y ví sinceridad en sus ojos.Cuando se despidió su apretón de manos fue tan fuerte como sincero y sus palabras vuelven ahora con fuerza a mis oídos con un significado especial: “Si algún día tengo que confiar en alguien, sé que podré contar contigo”
Durante los dos días siguientes a cada visita, llamada o carta no existía en la casa otro tema de conversación, todo eran cábalas sobre Fernando y sus fuentes de ingresos. Al tercer día la intensidad de las conversaciones comenzaba a decrecer desapareciendo por completo hasta que se produjese la próxima llamada.
Nunca había prestado demasiada atención a los comentarios de sus padres. Siempre pensé que si les intrigaba tanto era porqué quizás ellos deseaban interiormente imitar su ritmo de vida y poder viajar alrededor del mundo con toda clase de lujos.
EL ACCIDENTE
La noticia nos llegó inesperadamente. Encontraron su automóvil en el fondo del lago de Bolsena, entre las poblaciones de Orvieto y Montefiascone en el centro de Italia. El coche había caído al río medio kilómetro antes y según testigos presenciales mientras el vehículo iba hundiéndose lentamente vieron cómo se movía alguien en su interior, pero cuando los submarinistas llegaron a él no encontraron ningún cuerpo en el habitáculo ni en sus alrededores.
La policía no encontró señales de lucha pero uno de los tubos del líquido de frenos estaba cortado limpiamente por la mitad. Rastrearon el fondo del lago durante los días siguientes sin resultado positivo, dándolo finalmente por muerto.
LA CARTA
Cinco días más tarde recibí una carta dirigida en la que mi tío me encargaba personalmente que si le ocurría algo me dirigiera rápidamente a la casa que conservaba en las afueras de Madrid En el escrito, que venía acompañado de un plano, detallaba cómo acceder a un doble fondo existente en un armario de la biblioteca situada en la planta baja y recoger un manuscrito y un libro allí escondidos. Insistía encarecidamente en la importancia de las 30 hojas escritas a mano y de las que nadie debía conocer nunca su existencia.No acertaba a imaginar de qué se podía tratar ya que en la carta no lo mencionaba, y ello contribuía aún más aumentar mi grado de confusión y al mismo tiempo excitación. Si Fernando tenía planeado que en el momento en que le ocurriera algo esa carta llegase a sus manos es que debía tratarse de algo verdaderamente importante. Por ello, tres horas después de recibir el correo había partido en dirección a Madrid.Pasé la curva del lago y reduje aún más la velocidad. A la derecha y a 200 metros, escondida parcialmente por los árboles que bordeaban la carretera, se vislumbraba la mansión. Estaba anocheciendo y en estos momentos me dí cuenta de que quizás no era demasiado prudente visitar una casa desconocida sin luz suficiente pero en estos momentos era tal la intriga que tenía que me hubiera sido imposible dar la vuelta y esperar al día siguiente Tenia que saber qué contenía aquel manuscrito y porqué Fernando había confiado únicamente en mi.
LA MANSIÓN
Cincuenta metros más adelante se encontraba el camino de tierra que conducía hasta la puerta principal. Antes de llegar a esta bordeé el estanque y siguiendo la pared lateral llegué hasta la parte trasera Quería dejar el coche escondido de miradas indiscretas. Encontré la llave, tal como indicaba la carta, al pie de uno de los focos del jardín Ahora la oscuridad era casi total. Caminaba con cuidado, el día anterior había descargado una gran tormenta en la zona y el suelo estaba aún húmedo. Por unos momentos me quedé petrificado en el sitio, me había parecido ver un destello de luz en una de las ventanas de la planta superior, como si alguien hubiera encendido durante unos segundos una pequeña lámpara. Pero había sido tan fugaz que ahora dudaba no fuese simplemente el reflejo de alguna luz lejana en el mismo cristal.
Seguí avanzando lentamente hasta llegar a las escaleras que conducían a la entrada. Di dos veces la vuelta a la lave y empujé cautelosamente la puerta, cómo si hubiera de encontrarme alguien esperándome en el interior.
Me quedé quieto durante un minuto en el vestíbulo. El silencio y la oscuridad eran casi totales. Poco a poco miss ojos fueron acostumbrándose a la penumbra, enfrente tenía las escaleras de acceso a la planta superior donde estaban los dormitorios. El croquis me indicaba que debía dirigirme a la derecha, cruzar la sala de estar y desde ella accedería a la biblioteca. Había traído una pequeña linterna pero decidí no utilizarla aún, la tenue luz que entraba desde el exterior le permitía vislumbrar los objetos con suficiente claridad.
Me dirigí hacia la biblioteca. Giré suavemente el pomo y entré. Las persianas de la única ventana estaban bajadas, sólo un hilo de luz se filtraba por la puerta entreabierta, una sensación de humedad me hizo estremecer y comprendí que nadie había entrado allí en mucho tiempo.
Encendí la linterna y manteniéndola separada del cuerpo, barrí la habitación. Dos enormes estanterías llenas de libros flanqueaban una mesa central con una lámpara en un extremo. Varios montones de libros y documentos se apilaban en la mesa, todos muy bien ordenados. Era como si se quisiese tener a mano una serie de información en un momento determinado sin moverse del sitio.
EL MANUSCRITO
Busqué con la mirada la tercera repisa de la estantería derecha, localizando, los volúmenes de una gran enciclopedia. con su cubierta roja, verde y dorada. Saqué todos los volúmenes menos el primero y lo empujé hacia atrás. El fondo de madera giró sobre sí levemente, dejando un espacio entre este y la pared suficiente para meter la mano. Palpé y no encontré nada, empujé un poco más el libro y enfocando con la linterna pude ver como un pliego de hojas estaba a punto de caer al suelo, ya que la cinta que las aguantaba se había despegado de la madera. Alargué la mano todo lo que pudo y las retiré con cuidado. Estabas amarillentas y húmedas a causa del contacto con la pared durante mucho tiempo. Iba a marchar ya cuando me acordé del libro. Alcancé un gran atlas situado dos estanterías más arriba. Las hojas estaban simuladas, en su interior encontró un libro de tapas verdes con un título bastante vulgar, “la rueda”.
Coloqué todo en su sitio y salí con rapidez de la casa dirigiéndome al coche. Por precaución me llevé la llave, no estaba del todo convencido de que no me estuviesen observando y ya tendría tiempo de volver a colocarla en su lugar.
Apreté a fondo el acelerador, tenía unas ganas enormes de empezar a leer el manuscrito y al mismo tiempo, si alguien tenía intención de seguirme se lo pondría difícil. Vigilé por el retrovisor pero no detecté ningún vehículo sospechoso.
Había reservado habitación en el hotel Palace. Cené en un restaurante mexicano cercano. Terminé más temprano de lo acostumbrado y subí a mi habitación hirviéndome la curiosidad. Saqué la botella de whisky escocés del mueble bar y me acomodé en la butaca para leer con tranquilidad el manuscrito. Comenzaba así: “Si alguien lee estas líneas es porque ha recibido mi carta y yo ya no podré utilizar lo que aquí se explica. Estas líneas no han de ser reveladas a nadie, si este secreto es divulgado perderá todo su valor. A partir de este momento la persona que lo utilice podrá vivir con toda clase de lujos, disponer del dinero que quiera, viajar por todo el mundo y podrá intimar con las mujeres más bellas del planeta. Pero en contrapartida, su vida se volverá más solitaria, ya que no podrá confiar plenamente en nadie y todas sus relaciones, de amistad o íntimas serán esporádicas. Si sabe moderarse, las satisfacciones compensarán ampliamente estos pequeños contratiempos.
Pronto comprenderá que las dos cosas son incompatibles, en ese momento su visión será mucho más clara”.
GERARDO SIVIER BLANC
“Todo comenzó una noche del 14 de enero de 1984 Aquella tarde habían llegado a la tienda tres paquetes de libros antiguos procedentes de Bilbao. Debido a su variada temática me quedé en la tienda para clasificarlos después de cerrar al público”.
“La mayoría de ellos trataban de temas corrientes y vulgares en su presentación. Su salida al mercado sería difícil, pero al final siempre aparecía algún cliente que solicitaba aquello que no habían podido servirle en ningún otro sitio. Uno de los libros, sin embargo, llamó mi atención por la combinación de colores en su cubierta. El título “LA RUEDA” estaba escrito en letras rojas sobre fondo verde inglés. Unos bordes dorados contribuían a darle un aspecto más señorial El autor era un desconocido Gerardo Sivier Blanc Quizás fue lo poco original del título lo que llamó más mi curiosidad y me impulsó a abrirlo y hojearlo. Al principio no entendía bien a que se refería, pero a medida que iba pasando las páginas comprendí que el autor detallaba una manera de ganar dinero apostando a la ruleta. Sólo sobre las suertes sencillas de ésta. Para el que no conozca este juego, en el cilindro hay 37 números, del 0 al 36 dispuestos en orden aleatorio. Cuando la bola cae en el cero, todas las apuestas se las queda la banca. Hay 18 números rojos y 18 negros, 18 pares y 18 impares, 18 números menores (1 –18) y 18 mayores (19 – 36). Estas son las chances simples, en las que el jugador, al ganar, recibe una cantidad igual a la apostada”.
“Empezaba con una pequeña introducción en la que aducía las razones por las que según él, durante innumerables años muchas personas habían intentado encontrar una forma de ganar dinero constantemente con este juego sin conseguirlo. Explicaba en primer lugar que nunca se le hubiera ocurrido intentar esta empresa en otra suerte de la ruleta que no fuesen las chances simples, con una posibilidad de acierto para el jugador muy cercana al 50% en cada jugada. A continuación describía la fuerte adicción que puede suponer el juego y que no influye a todas las personas por igual. La causa principal, según él, por la que tantas y tantas personas habían fracasado en esta empresa era el mismo jugador y su comportamiento en la mesa de juego.”
LA ESTRATEGIA
Según Blanc, el jugador “normal” está mentalizado para ganar siempre, pero no para soportar pérdidas. Llegado a un cierto límite, diferente para cada jugador, éste se descontrola, y sus mismas apuestas, fuera de toda lógica y desproporcionadas le llevan a perder inevitablemente. La misma libertad del jugador de comenzar o finalizar el juego, de elegir el lugar de la apuesta y de cambiar estas a su antojo se convierte en su peor enemigo, si su personalidad es débil.
En cambio la banca se limita a dejar que la bola gire y gire, soportando estoicamente las apuestas a que le somete el jugador, y siempre acaba venciendo, infringiéndole una derrota desproporcionada teniendo en cuenta las posibilidades casi idénticas de cada contrincante.
También era importante saber la razón por la que el jugador, llegaba a estos límites que le hacían cambiar su conducta. El autor explicaba que el jugador siempre tiende a buscar el equilibrio, de la misma manera que lo busca en las diferentes situaciones de la vida. Y en la vida, las personas fuertes se diferencian de las débiles porque saben afrontar las adversidades y recuperarse. En la ruleta también se tiende al equilibrio, pero en ocasiones es a muy largo plazo, en cortos espacios de tiempo pueden producirse y se producen con mucha frecuencia situaciones que sobrepasan a este jugador “conservador”.
Encontraba las explicaciones del autor, aún desconociendo en profundidad la mecánica del juego, de una lógica aplastante. Seguí hojeando por encima para saber hasta donde abarcaba el estudio, pero consciente de que lo volvería a leer todo con profundidad porque allí delante tenía algo apasionante y al mismo tiempo muy importante.
Para que el jugador no alterase su comportamiento, el autor proponía 2 normas fundamentales, la primera, invertir los roles de juego con la banca, de forma que fuese ésta la que asumiese los riesgos del jugador. De esta forma el jugador se mentalizaba, no para ganar siempre sino esporádicamente, y este hecho ayudaría a evitar que las situaciones desfavorables le hiciesen cambiar fácilmente su comportamiento.
La segunda norma era no jugar sólo. Según el autor, la situación cambia dependiendo del método que se aplica.
La propuesta era simular un equipo de jugadores, cada uno de ellos jugando de forma diferente sobre la misma secuencia de juego de una chance simple y con un objetivo común. De esta manera conseguía, en una misma secuencia encontrar muchas más situaciones, que al jugar como la banca, le proporcionarían en lugar de pérdidas, ganancias.
A continuación estaba detallada, paso a paso en más de 20 páginas, la estrategia de juego, empezando por los diferentes métodos de ataque, los sistemas de apuestas, las cantidades a utilizar en cada apuesta, los objetivos de cada juego, etc.
Las siguientes 10 páginas eran una serie de normas a seguir por el jugador para evitar sucumbir ante el stress continuado producido por las sesiones de juego. Según el autor este no era un “trabajo” normal en el que a final de mes recibes tu paga, aquí en todo momento el jugador está en tensión y no sabe nunca con seguridad cuando va a poder retirarse del juego. En cada minuto de juego, en cada caída de la bola está jugando con sus ingresos.
Cómo planificarse el tiempo para conseguir un mayor rendimiento con el menor esfuerzo posible, cómo evitar el control de los supervisores de los casinos, cómo evitar pasar por caja muy a menudo para cambiar las fichas ganadas (en muchos casinos y en las horas de gran afluencia de publico la única manera que tiene la dirección de saber si un jugador gana repetidamente es observarlo a través de las cámaras de la caja) No permanecer más de 3 días seguidos o 5 alternos en una misma sala, jugar siempre en las horas de mayor afluencia de jugadores para dificultar este control del personal (entre las 7 de la tarde y las 3 de la madrugada como norma general aunque recomendaba estudiar previamente las características de cada sala de juego). Aprovechar las zonas turísticas para pasar desapercibido, etc.
Otro capítulo del libro estaba dedicado a enumerar los trucos “legales” utilizados por los croupiers y personal en general de los casinos para “desanimar” al jugador perseverante. Alguno de ellos sólo estaba relacionado, se dejaba al libre albedrío del jugador cómo evitarlos, pero era más que suficiente ya que el 60% de ellos era desconocido por la gran mayoría de jugadores.
En resumen, toda una serie de consejos prácticos encaminados a convertir una persona normal en el más exitoso de los jugadores, ya que aquí se revelaban todos, los secretos de este mundo oculto a las miradas de los ciudadanos corrientes.
Era una explicación muy completa que seguía con un análisis del jugador profesional y sus cualidades, necesarias para, según el autor, ser capaz de llevar a cabo esta empresa: “el comportamiento del jugador ha de ser tan frío y disciplinado como la misma máquina contra la que se enfrenta, ha de permanecer imperturbable a todos los factores ambientales” (personal de la sala, demás jugadores, etc.) Había una larga lista de todos ellos y la forma de combatirlos.
El libro terminaba con una enumeración de todos los factores psicológicos que pueden entorpecer y hacer variar la conducta del jugador. Según el autor todos estos factores habían sido anotados por él en años y años de observación por las salas de juego de todo el. Algunos de ellos los había experimentado él mismo.
Cuando acabé de hojear el libro estaba asombrado. Había estado tan absorto en su lectura que había perdido totalmente la noción del tiempo. Eran ya las dos de la madrugada, pero no tenía sueño en absoluto. Mil preguntas venían a mi mente, quien era Gerardo Sivier Blanc? Realmente esta estrategia permitiría ganarle a la ruleta? o era una fantasía de un jugador cualquiera de ruleta? Si fuese cierto lo que en el libro se explicaba, no quería pensar en todo lo que podía significar, no habría límites para la persona que aplicara estas enseñanzas.
Aquella noche dormí poco y mal, todos mis sueños giraban en torno a una mesa de juego, en una gigantesca bola que rebotaba y rebotaba en el interior de un cilindro, pero sin que acabase nunca de caer. La mañana siguiente abrí tarde la tienda, y a las 4 de la tarde colgué el cartel de cerrado hasta el día siguiente. Viajé hasta Madrid, no para jugar sino para que me informasen del lugar donde podía conseguir una ruleta de características similares a las reales. Mi propósito era ya firme, había decidido que tenía que averiguar si aquello era realmente cierto y creía que valía la pena invertir un poco de dinero, el suficiente para que las comprobaciones que tenía pensado efectuar fuesen lo más aproximadas al juego real. Si no comprobaba la veracidad de las afirmaciones de Blanc, toda mi vida estaría arrepintiéndome de ello pensando en que había dejado escapar una oportunidad única. Pero lo que no haría sería arriesgar sin haber efectuado pruebas antes.
LAS PRUEBAS
Conseguí una ruleta de reducidas dimensiones pero perfectamente equilibrada. El fabricante, guiñándome un ojo en señal de complicidad, me dijo que había pertenecido a un casino existente en un piso de la calle Fernández Cancela y clausurado por la policía. Las 60,000 pesetas que hube de desembolsar me parecieron un precio aceptable pensando en lo que podría valer una ruleta original de casino.
Los días siguientes intenté llevar una vida normal, pero solamente deseaba que llegasen las 8 de la tarde para enfrascarme en la lectura detallada del libro. Tardé 5 días (unas 20 horas) en comprender perfectamente la estrategia y me di cuenta de que era algo realmente sofisticado. El autor había valorado y analizado detenidamente todas las incidencias posibles del juego, no había dejado ningún cabo sin atar.
Estaba realmente ansioso para comenzar a efectuar las pruebas con la ruleta, así que planifiqué sesiones de 5 horas diarias en las que llegaba a lanzar la bola un promedio de 500 veces. Los fines de semana disponía de más tiempo. Abría la tienda dos horas más tarde de lo habitual, cerraba a las siete de la tarde, y desde las 8 hasta las 2 de la madrugada (hacía un descanso de una hora para cenar) simulaba sesiones reales de juego. Incluso efectuaba el cambio de sentido de giro del cilindro y de la bola en cada rotación para que los resultados fuesen los más parecidos posibles a los producidos en una verdadera sala de casino.
Me había propuesto llegar a las 50,000 rotaciones para tener una total seguridad de que los resultados no eran fruto del azar, pero después de 7 semanas y 30,000 giros, tras una sesión en que las ganancias fueron realmente espectaculares, decidí que ya era suficiente y que el período de prueba había terminado. Tenía ante mi unas cifras realmente sorprendentes, no porque no se ajustasen a lo que se especificaba en el libro, sino porque en el fondo siempre había desconfiado de que fuese cierto. Pero los resultados estaban ahí y eran incluso mejores, un jugador que emplease fichas de 1000 ptas. podía llegar a ganar por día 150,000. No quería ni imaginar que pasaría si alguien jugase con fichas de un valor superior como por ejemplo 5,000 o 10,000 ptas.
Para mí eran cifras realmente astronómicas y entonces recordé que en algún lugar del libro se advertía del peligro que suponía utilizar un valor de ficha demasiado alto ya que podía llamar fácilmente la atención de la dirección de la sala. Era preferible utilizar un valor discreto aunque dependería directamente de la sala y el momento en que se jugase. Un valor de ficha de 50$ en Las Vegas a cualquier hora del día apostado a las chances simples no llamaría nunca la atención, pero este mismo valor de ficha utilizado en una sala de juego francesa (donde la apuesta mínima es de 2 francos) a las 7 de la tarde y con 25 clientes alrededor de las mesas pondría en alerta a toda la dirección del casino.
Pero vi que de todas maneras una de la reglas principales había de ser la discreción, y vi también que era el momento de volver a leer detenidamente el libro, especialmente los capítulos dedicados a los factores ambientales, psicológicos y todo lo que podía suponer, por parte del personal de la sala, un obstáculo para el jugador.
La hora de la verdad estaba cada día más cerca pero no había de precipitarme, el día que fuera al casino por primera vez, gracias a la lectura del libro, sería un jugador experimentado con cientos de miles de horas de juego virtual (o real) a sus espaldas.
La semana siguiente la dediqué a volver a leer detenidamente el libro memorizando todos los factores ambientales y psicológicos del juego, y preparando en una agenda de mano las planillas necesarias para anotar las incidencias del juego.
VISITA AL CASINO DE MONTESBLANCOS
Me marqué como fecha para mi primera visita al casino el sábado 17 de marzo de 1984. Decidí ir fuera de Madrid, no quería ser reconocido por nadie en mi primera noche de pruebas. Así que tomé rumbo a Zaragoza, al casino de Montesblancos. Su situación, en lo alto de una montaña a la que se accedía por una sinuosa carretera abrazada en pleno invierno por una espesa niebla le proporcionaba un aire fantasmagórico y de misterio (13 años más tarde su fama se vió empañada por el asesinato, nunca resuelto, de un interventor) Llegué a las 10 de la noche. Bajé las escaleras de acceso a la sala con la sensación de entrar en un mundo desconocido y excitante a la vez. Muchas miradas de jugadores se volvieron hacia mí mirándome con la curiosidad propia de quien ve llegar un forastero al lugar. Me impresionaron los vestidos de noche de las jóvenes croupiers con sus guantes de seda negra.
Me sentía incómodo en un ambiente desconocido y me dirigí hacia la barra del bar situada a la derecha. Desde allí podía dominar toda la sala y observar con aire despreocupado, mientras saboreaba lentamente mi bebida, el movimiento en las diferentes mesas de juego.
Dos de las mesas de ruleta americana estaban abarrotadas de jugadores, más tarde comprobé que eran las que tenían la apuesta mínima más baja. Observaba la actitud del jefe de mesa y los croupiers y era una mezcla de indiferencia y superioridad hacia el remolino de gente que alargaba los brazos hacia el tapete.
Me llamó la atención especialmente un hombre de unos 60 años situado en el extremo de una de las mesas.
Estaba pegado a ella como si tuviera miedo de que alguien le quitase el sitio y tenía a su lado una pequeña libreta en la que hacía anotaciones tras cada jugada. Vi que solo apostaba a las docenas y seguí con curiosidad su juego para ver como si tenía o no éxito. Normalmente su apuesta era de sólo una ficha, pero en ocasiones apostaba 3 y hasta 4 fichas en dos de las 3 docenas.
Su montón de fichas descendía y aumentaba por momentos pero una serie de jugadas desgraciadas hizo que se quedara sin ninguna. Miré su rostro y ni se inmutó. Sacó cuatro billetes de 10,000 ptas. de su cartera y los lanzó al croupier que le devolvió dos montones de fichas.
Observaba a los demás jugadores y en su rostro veía reflejadas las diversas emociones que se suceden durante la jugada. El apresuramiento al apostar, la impaciencia esperando la caída de la bola y su alegría o tristeza según les favorecía o no la suerte. El jugador que escondía la cabeza después de perder 24 fichas o el que ganaba un pleno y miraba a su alrededor para ver si los demás jugadores se habían percatado de su fortuna.
Durante 45 minutos estuve observando al personal de la sala, jugadores y nuevos clientes que iban llegando.
Ahora había unas 200 personas moviéndose entre las diferentes mesas. Creí que había llegado el momento de pasar a la acción. Cuando me levante de la silla sentí cómo si unas tenazas aprisionaran mi estómago y por unos instantes me pregunté si estaría haciendo lo correcto. Rápidamente recordé las 7 semanas pasadas haciendo pruebas y me tranquilicé. Me dirigí a la mesa número 7, la apuesta mínima era de 500 pesetas y sólo había 4 jugadores. El croupier me miró interrogativamente y le pregunté si podía cambiarme dos billetes de 10,000 ptas. a lo que contestó con una media sonrisa irónica: “Faltaría más, caballero”. Contó hábilmente 40 fichas y las deslizó hacia mí.
LOS PRIMEROS RESULTADOS
En mi primera jugada el sistema me indicaba apostar una ficha al color negro. Salió el 7 rojo. A las 3 de la madrugada pasé por caja y cambié mis 82 fichas (había ganado 42). Había parado ½ hora sobre las 12:00 de la noche para respirar un poco de aire fresco. Gané los dos primeros juegos con relativa facilidad pero el 3º se resistía. Cuando volví tuve que esperar aún una hora hasta poder retirarme de la mesa con mi objetivo cumplido: había ganado 21,000 ptas. en 4 horas de juego.
El relato de Fernando seguía explicando cómo durante todos estos años había recorrido medio mundo jugando en los diferentes casinos consiguiendo una inmensa fortuna que le había permitido vivir sin límites teniendo a su alcance todos los lujos que siempre había deseado anteriormente.
Citaba los casinos de todas las ciudades que había visitado, entre ellas Paris, Roma, Viena, Berlín, Londres, Tánger, El Cairo, Buenos Aires, Montevideo, Québec, Las vegas, etc.
Recalcaba la importancia de seguir al pie de la letra las indicaciones del libro sin menospreciar ninguno de los factores en él explicados porque tarde o temprano se descubría su importancia. En algún país podía no tener demasiada relevancia pero en otro se podía convertir en el más importante. A pesar de la discreción empleada siempre en sus visitas a las salas de juego, relataba que en 3 ocasiones había notado que le seguían al dirigirse a su hotel. Al día siguiente había cambiado de sala y ciudad.
Escribía estas líneas sin saber quien las leería, pero seguro de que sería de su confianza. Aunque a él le hubiera ocurrido algo que le impidiera seguir utilizando las enseñanzas del libro, no quería que este secreto permaneciera escondido durante mucho tiempo, alguien había de coger su relevo y aprovecharlo, quizás dentro de 10 años la situación de los casinos y su reglamentación hubiesen cambiado no permitiendo la aplicación de este sistema.
LAS POSIBILIDADESDespués de leer la última línea del manuscrito recosté la cabeza en el sillón y quedé absorto unos minutos mirando el techo de la habitación. Me resultaba difícil controlar la euforia, pero lo cierto es que todo un mundo nuevo de posibilidades se abría ante mí y no lo pensaba desaprovechar. Ante mis ojos pasaron, cómo si fuesen los fotogramas de una película, sucesivas escenas de salas de juego, viajes en barco, bellas damas que jugaban a mi lado, todo en escenarios cambiantes de diferentes países.
Uno de los mayores deseos del hombre ha sido siempre desafiar las leyes de la naturaleza y del orden establecido, sin que ello le pueda comportar consecuencias negativas. Muchas veces dejaba volar mi imaginación imaginándome lo maravilloso que sería poseer un don sobrenatural que me hiciese superior a los demás seres humanos. En mis sueños no había límites:
Poseer una coraza invisible que le hiciese invulnerable a cualquier ataque. Podría dedicarme a defender a los demás sin temer ningún daño físico.
Poder elevarse por los aires y volar sin la ayuda de ningún medio mecánico.
Ser invisible y poder entrar en cualquier habitación sin ser visto.
Poseer rayos x en la mirada que me permitieran atravesar objetos, graduable en intensidad según objeto y situación.
Tener en el bolsillo un billete que se multiplicara por si sólo y me proporcionara todo el dinero que necesitase.
Tener un don que me hiciese irresistible a las mujeres con tan sólo mirarlas a los ojos.
La inmortalidad, sin tener que llegar a un pacto con el diablo, o haber de convertirse en vampiro.
La eterna juventud.
Pero siempre acababa despertándome de mi sueño para volver a la rutina diaria. Sin embargo ahora tenía en mi poder algo verdaderamente importante, que me proporcionaría la mayoría de estas cosas que siempre había deseado.
Comprendí que se habían terminado todos mis problemas, si Fernando había vivido espléndidamente durante 20 años yo no sería menos, a partir de ahora se terminaron las ataduras, podría vivir la vida que me apeteciera, viajando por todo el mundo y disfrutar de las más bellas mujeres ¿quién se acordaba de Alice?
Podía planificar una ruta, con hoteles de 5 estrellas incluidos, por todos los casinos españoles, o viajar un fin de semana hasta el mítico Montecarlo, o ¿porque no viajar directamente a Las Vegas?.
Marcos San Juán

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