El edificio del casi legendario y mítico hotel Taoro del Puerto de la Cruz ha pasado con dignidad y, se podría decir, con arreglo al abolengo de su factura arquitectónica, del esplendor de su glorioso pasado entroncado en sus orígenes a finales del siglo XIX y auge en pleno crecimiento del turismo de mediados del XX, al ostracismo del aún incipiente siglo XXI. Un panorama sombrío parece ocultar su trayectoria de grandeza y lujo de la época dorada de la industria del ocio que, otrora, era privilegio de pocos, y que ahora se ha convertido en un fenómeno social de masas, símbolo de un progreso económico sin precedentes en España y Canarias, en particular, y de Europa, en general. El emplazamiento del Casino, a raíz de la reglamentación del juego en España, por iniciativa del Cabildo insular de Tenerife, marcó una impronta en la recuperación turística de este noble edificio, pero que, a todas luces, resultó incompleta sin una oferta hotelera de primer orden o de alto nivel, que lo blindara para el futuro. En poco más de 20 años y con el surgimiento de otros competidores en el Sur y Santa Cruz de Tenerife, y el declive de la ciudad, llevaron aparejados un cambio de política y su traslado al reformado complejo turístico de Martiánez, en el verano de 2006.
Con el traslado del Casino de juegos al complejo turístico de Martiánez se abre un paréntesis en la historia del noble huésped de la ladera del Taoro, que durará lo que la agilidad administrativa y la materialización del interés de los posibles inversores depare para su reflotamiento. Lo cierto es que el Cabildo de Tenerife no se ha quedado de manos cruzadas, sino que se ha puesto manos a la obra para poner en valor, de nuevo, esta infraestructura, aunque ha tenido que sortear el revés de la falta de oferentes en el concurso convocado para adjudicar la explotación del edificio. Ya el vicepresidente y consejero insular de Turismo, José Manuel Bermúdez, había planteado otra convocatoria del concurso, previa redacción de otro pliego de condiciones.
La idea del concurso consistía en transformarlo en establecimiento alojativo de cinco estrellas ligado a la salud, la belleza y el descanso, de acuerdo con el modelo turístico diseñado para la zona de Valle de La Orotava, según se desprende del infor-me de la Corporación insular.
El hotel debería tener un máximo de 352 plazas alojativas y el supuesto adjudicatario debería acometer las obras de conservación y mantenimiento que fueran necesarias durante el período de la concesión, que tendrá una duración máxima de 40 años. La empresa también explotaría el edifico que ocupa el actual Palacio de Congresos y Exposiciones, que dispone de una capacidad para 700 personas.
De las convocatorias fallidas se deduce, y así se coincide en señalar en medios empresariales turísticos y políticos, la conveniencia de que el Cabildo de Tenerife asuma la rehabilitación integral del inmueble, como hizo con el hotel Mencey de Santa Cruz de Tenerife, para luego ponerlo a disposición de la iniciativa privada, mediante concurso público de concesión administrativa de la explotación. El ex alcalde nacionalista del Puerto de la Cruz, Marcos Brito, se muestra partidario de esta fórmula y apuntó que el asunto fue abordado en su momento por el pleno del Ayuntamiento de la ciudad turística. El vicepresidente de la patronal hotelera para el Norte de Tenerife, Juan Antonio Rosado, señala la necesidad de que el citado edificio se ponga en valor y convierta en un hotel de lujo. Sin embargo, el presidente de la Asociación Local de Comerciantes e Industriales del Puerto de la Cruz (Alcipc), Juan Carlos Arricivita, indicó que el Cabildo debe acometer la recuperación del inmueble, independiente del destino que se le vaya a dar.
El hecho de que el concurso público haya quedado desierto no quiere decir que al viejo establecimiento le falten novias, dado que, según ha manifestado la primera teniente de alcalde-delegada de Urbanismo del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, Eva Navarro, varios inversores les han manifestado su interés en explotar el edificio Taoro como gran hotel de lujo, "con lo que se recuperaría, de esa forma, su esencia".
Apunta que "en todos los casos, les hemos remitido al Cabildo de Tenerife, entidad responsable de ese emblemático inmueble".
"De todos modos -aclara-, desde el ayuntamiento estamos dispuestos a facilitar las fórmulas que sean necesarias para dar viabilidad a este proyecto tan necesario para el Puerto de la Cruz. Nos gustaría para ello coordinarnos con el Cabildo, ya que ambas instituciones estamos de acuerdo en el uso que queremos para el hotel Taoro".
Eva Navarro agrega que "dados los intentos infructuosos hasta día de hoy, quizá sea ahora el momento para estudiar un convenio o protocolo de actuación para buscar conjuntamente una salida al edificio. La colaboración por parte de este ayuntamiento será plena en este sentido".
Asumir el control
Sin embargo, como contrapunto, el teniente de alcalde responsable de Desarrollo Económico, Jaime Coello (PSOE), ha señalado el interés del gobierno municipal de que el ayuntamiento asuma el control del citado edificio, mediante la cesión por parte del Cabildo. La decisión es consecuencia del "excesivo retraso" del proceso iniciado por el gobierno insular que en dos ocasiones ha dejado desierto el concurso para la explotación del Taoro como hotel de lujo.
Apuntó que el presidente del Cabildo, Ricardo Melchior, ha mani- festado públicamente en reiteradas ocasiones su apuesta por convertir el Taoro en un centro de estudios turísticos avanzados, combinado con otra serie de servicios comple- mentarios como el actual centro de congresos, un balneario y un pequeño hotel. "Si ahora el Cabildo no puede poner en explotación el hotel en el Taoro, nosotros estamos dispuestos -insiste- a hacernos cargo del edificio, tal como hicimos en 1985 con los jardines del Parque Taoro, y buscar una empresa que lo recupere como hotel de lujo, pues es el fin más adecuado para este histórico edificio y nuestra ciudad necesita más hoteles de cinco estrellas".
Histórico Hotel Taoro
El Hotel Taoro bien puede considerarse el buque insignia de los inicios de la hostelería en Canarias. Surge con la intención de crear un establecimiento de lujo para atender a las clases acomodadas inglesas y europeas en general que buscaban un clima benigno donde reponerse de sus enfermedades o bien disfrutar del ocio en un lugar tan especial como Puerto de la Cruz que empezaba a estar de moda en el continente.
Con la intención de dar forma al proyecto se crea en 1888 “The Taoro Company Limited”, en una iniciativa que encabezaba el doctor Víctor Pérez González quien propicia que el hotel estuviera en el paraje llamado “Monte Miseria” a 95 metros de altura del municipio. Son los inversores extranjeros y sectores de la burguesía isleña próximos a la cultura anglosajona quienes lideran la compañía, incorporándose de forma destacada dos millonarios ingleses: Edgard Beanes y Arthur Pring.
Se pretendía materializar la idea del Gran Hotel Balcón, un hotel que dominara sobre la ciudad y tuviera una vista envidiable del mar y del Valle de La Orotava. Para ello encargaron el Proyecto a Adolph Coquet, arquitecto francmason que también diseñó con anterioridad el mausoleo y los jardines de la Quinta Roja en La Orotava. Tras el inicio de las obras se inaugura su parte central en 1890 y en 1893 finalizan los trabajos de las alas este y oeste.
El Hotel sigue la tipología de los llamados “grand hotels” que desde mediados del XIX se habían empezado a construir en Europa para las clases acomodadas. En este sentido los espacios interiores eran lujosos, las habitaciones espaciosas con grandes ventanales que proporcionan luminosidad y adecuada ventilación. El mobiliario era del más alto estándar europeo y la cubertería reunía numerosas piezas hechas en oro y plata. Su interior destilaba una atmósfera serena, elegante y culta, con gran variedad y cantidad de espacios comunes. Era lo que muchos consideraban un hotel de lujo con encanto especial.
La edificación estaba estructurada en un entresuelo y dos plantas, más un piso adicional en los cuatro torreones angulares. Un espacio que permitía la existencia de 217 habitaciones, por lo que se convierte en el mayor establecimiento turístico de Canarias de la época. Según algunos las obras para la construcción del Taoro costaron 1 millón de pesetas de la época, aunque otros creen que la cifra ascendió hasta tres veces dicha cantidad.
Con soberbias vistas al mar por su lado norte y en medio de unos jardines modelados por magnolios, palmeras y laureles de indias, el Taoro respondía a la moda de aquella época romántica. Con referencia a los jardines, hay que decir que se comenzaron en 1889, y que aprovechando la planta del edificio en forma de "U", se proyecta en su patio interior un jardín de tipo francés y en los alrededores del edificio se desarrolla el jardín de tipo inglés, que viene determinado por el caos de la naturaleza, donde el arbusto es tan valioso como la flor.
Tras empezar su actividad el Hotel Taoro atrajo tanto a los visitantes que llegaban por motivos de salud buscando un clima adecuado como a los que buscaban ocio y descanso. Por otra parte para la elite local se convirtió en el centro de la elegancia social, del ocio y un lugar adecuado para entablar relaciones.
Se organizaban torneos de tenis en canchas de césped al ser un deporte muy practicado por la burguesía inglesa de la época. También se podía practicar el golf aunque había que trasladarse hasta La Quinta en Santa Úrsula donde el Hotel disponía de un recinto para este deporte, lo que generó que no tuviera demasiado éxito. Asimismo en las inmediaciones del hotel también se practicaban las corridas de sortijas y el críquet, mientras que en sus salones se desarrollaban campeonatos de bridge.
En el Taoro pernoctaron miembros de la realeza como el Duque de Windsor, Eduardo VIII, el Rey de España Alfonso XIII, el Rey Alberto I de Bélgica y el príncipe de Saboya, último rey de Italia. Asimismo, en 1962, sus majestades los Reyes de España pasaron parte de su luna de miel en este hotel; políticos de la talla de W. Churchill; y escritores de fama universal como Agatha Christie o la poetisa Dulce María Loynaz. Tras unos buenos inicios en afluencia de visitantes la economía del Hotel sufrió un duro golpe cuando hubo que cerrar las comunicaciones con el continente europeo ante la epidemia de cólera. Tras varios años en los que las expectativas de ingresos eran muy negativas la sociedad decide en 1905 arrendar el establecimiento por un año a la compañía alemana “Kurhaus Betriebs Gesellschaft” que disponía de una opción a compra al finalizar dicho periodo. La compañía alemana decide finalmente la adquisición por un importe de 1.200.000 pesetas financiando de manera aplazada su pago. Tras la compra se le cambia de nombre al hotel por lo que se le llama “Sanatorio Humboldt”. Según algunos la adquisición del hotel por los alemanes refleja y coincide con la rivalidad de Alemania e Inglaterra, las dos potencias imperiales de la época.
La tónica de escasos ingresos en la afluencia de turistas continuó lo que provocó muchas dificultades para que la compañía alemana pudiera cumplir con sus pagos por lo que finalmente pierde la titularidad del establecimiento.
De la mano de estos acontecimientos también la “Taoro Company Limited” se extingue en 1911, aunque la actividad del hotel continúa a través de algunos de sus antiguos accionistas.
De la mano de estos acontecimientos también la “Taoro Company Limited” se extingue en 1911, aunque la actividad del hotel continúa a través de algunos de sus antiguos accionistas.
Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y la posterior Guerra Civil española hicieron que el hotel viviera horas bajas. A todo ello se une que en 1929 un terrible incendio destruyó la mitad de las instalaciones. El edificio fue cedido al Cabildo Insular a cambio de comprometerse a su mantenimiento y a la restauración del ala devastada por el incendio. En 1950 se arrendó el hotel a la compañía HUSA que lo explota comercialmente hasta 1976. Después de un corto periodo en que estuvo cerrado pasó al Cabildo de Tenerife que lo convierte en Casino en 1979.
Quizá lo que nunca ha cambiado desde el nacimiento del Hotel Taoro y con el paso de las décadas es la atmósfera especial que se respira, la placidez de sus espacios a través de su entorno natural y su posición privilegiada sobre la ciudad. Dicen algunos que es el espacio ideal para el encuentro interior, para la reflexión, para abandonar el estrés y volver a valorar las pequeñas cosas como un aroma, un paisaje o una brisa del Alisio. Dulce María Loynaz, hija adoptiva de la ciudad, dejó escrito en el libro de honor del establecimiento: “Hotel Taoro, punto de intersección del mar y la montaña, bello jardín que empieza donde acaban las olas y acaba donde empieza el Teide”.
Fuente: eldia - puertodelacruz
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