Argentina - La "ludopatía", o "juego compulsivo", es reconocida como un trastorno mental que empuja a las personas a un incontrolable impulso a jugar y a menudo destruye todo lo que es significativo en sus vidas.
"Esta afección actúa sobre la voluntad y el raciocino del jugador, altera su percepción de la realidad y su escala de valores", dijo a Salud y Bienestar el licenciado en Psicología Octavio Filipuzzi.
En muchas oportunidades, la presencia de cajeros automáticos en las salas de apuestas o cerca de ellas significa un factor que favorece el juego, y puede derivar en situaciones enfermizas. Pero también hay casos en que muchas de las personas que concurren a una sala de juego adoptan lo que podría denominarse como un "mecanismo reflexivo de autopreservación de su patrimonio", que consiste en llevar sólo consigo la cantidad de dinero que, antes de ingresar, consideran "razonable" apostar para resistir la tentación de jugar o gastarlo todo. De todas maneras, esos casos son casi ínfimos.
¿Qué es jugar de manera compulsiva?
Jugar de manera compulsiva es una enfermedad de naturaleza progresiva que nunca puede curarse, pero que puede detenerse. “Hay que tener en cuenta varios elementos, pero los síntomas característicos de un jugador están relacionados con un deterioro en las relaciones familiares y laborales, ya que comienzan a detectarse movimientos patrimoniales confusos que alteran su economía del jugador”.
Desde el punto de vista de la personalidad, Filipuzzi señaló a Salud y Bienestar que “la ludopatía es una adicción, y dentro de éstas, de comportamiento. Mas allá de estos elementos que son susceptibles para diagnosticar, hay que tener en cuenta la personalidad del jugador. En general, es una persona con baja tolerancia a la frustración, intolerante, egoísta, que tiene baja autoestima y una fuerte carencia en las primeras relaciones objetales (con la madre), que lo lleva a compensar con el juego. A partir de allí entra en un circulo vicioso porque el juego opera como un refuerzo intermitente de la conducta”.
Para el jugador compulsivo, el juego se define como cualquier apuesta o participación en apuesta, para sí mismo o para otros, sea por dinero o no, donde el resultado es incierto y depende del azar o de la habilidad.
El jugador juega, y a veces gana; esa posibilidad lo enlaza con un refuerzo de la conducta y lo entrama con fantasías que le hacen pensar que en algún momento sacará la lotería, o hará saltar la banca en el casino para compensar sus pérdidas. Esa circunstancia lo hace entrar en un círculo vicioso que nunca termina.
Un jugador compulsivo es una persona cuya afición a jugar le causa un número creciente y constante de problemas en todas las áreas de su vida. “Es jugar sin tener control de si mismo. La persona no puede controlar el impulso y aunque pierda sigue apostando. Necesita jugar, no hay un límite porque no mide las consecuencias, y en ese caso, la adicción se torna dañina ya que el juego produce un deterioro muy grande de las relaciones familiares”.
¿Cuál es el mundo de los sueños del jugador compulsivo?
Los jugadores compulsivos pasan mucho tiempo creándose imágenes de las grandes y maravillosas cosas que van a hacer cuando tengan una gran ganancia. A menudo, se ven así mismos como personas filantrópicas y simpáticas. Sueñan a veces con regalar autos nuevos, y otros lujos a sus familiares y amigos. Los jugadores compulsivos se imaginan viviendo una vida cómoda y elegante, que se hará posible gracias a las enormes cantidades de dinero que ganarán con su “sistema” de juego.
Pero patéticamente, nunca parece que una ganancia sea lo suficientemente grande para poder hacer realidad el más pequeño de sus sueños. Cuando tienen éxito, juegan para tener sueños más grandes, cuando fracasan, juegan con desesperación irresponsable y las profundidades de su desdicha son insondables al venírseles abajo su mundo de sueños.
¿Qué hacer para dejar de jugar?
El jugador compulsivo necesita aceptar que se encuentra en las garras de una enfermedad progresiva y tener el deseo de recuperarse. Los especialistas aseguran que los programas de recuperación funcionarán para cualquier persona que tenga el deseo de dejar de jugar.
Sin embargo, nunca serán efectivos mientras los enfermos no se enfrenten honestamente y acepten que padecen esta patología. “Es raro que el jugador pida ayuda. Por lo general, es el familiar el que pide ayuda primero y toma la iniciativa, pero a veces no alcanza ya que en el enfermo debe darse un proceso”, indicó el profesional, quien destacó que “por lo general, no hay un reconocimiento de la conducta. Es una patología, una enfermedad crónica y siempre está la posibilidad de la recaída, por lo que cuando se inicia el tratamiento es necesario explicar esta circunstancia”.
Para Filipuzzi, lo primero que debería hacer un jugador compulsivo para dejar de jugar es requerir ayuda profesional. “Hay que cambiar los pensamientos que tiene, ya que eso se refleja en sus emociones y le puede provocar un cambio de actitud. Es importante también trabajar sobre las relaciones familiares y siempre se aconsejan los grupos de autoayuda. La tríada es: grupos de autoayuda, psicoterapia individual y relaciones familiares; eso es un tratamiento mínimo para ayudar a un jugador”.
Algunas características del jugador compulsivo
1. No poder ni querer aceptar la realidad. De ahí el escape hacia el mundo de los sueños que representa el jugar.
2. Inseguridad emocional. Un jugador compulsivo sólo se siente emocionalmente confortable cuando está “en acción”.
3. Inmadurez. Un deseo de tener todas las cosas buenas de la vida sin ningún esfuerzo de su parte, parece ser el patrón común del carácter de los jugadores compulsivos. El jugador compulsivo, también parece tener una urgente necesidad interior de ser “alguien importante” y necesita sentirse todopoderoso.
El jugador compulsivo está dispuesto a hacer casi todo (a menudo actos de naturaleza antisocial) con tal de mantener la imagen que quiere que otros vean de él. A su vez, existe la teoría de que los jugadores compulsivos de manera inconsciente desean perder para castigarse a sí mismos.
Hay bastantes evidencias que apoyan esta teoría.
Prevenjuego, un área para recuperar a jugadores compulsivos
El Instituto de ayuda financiera a la acción social (Iafas) de Entre Ríos tiene un área específica denominada Prevenjuego, cuyo objetivo es tratar de recuperar a las personas adictas al juego, confirmó a Salud y Bienestar el presidente del organismo, José Omar Spinelli.
El departamento está a cargo de un grupo de psicólogos cuyo objetivo es detectar en las salas a jugadores compulsivos para ofrecerles ayuda. “Este grupo de profesionales se reúne con los empleados de las salas de juego para determinar la existencia o no de personas que juegan compulsivamente. Una vez que los detectan, tratan de llegar a ellos para ofrecerles asesoramiento en la materia y lograr que accedan tratarse, pero fundamentalmente se contactan con el grupo familiar”.
Las reuniones son grupales, ya que el tratamiento no está dirigido solo al paciente sino también a su grupo familiar. “El jugador compulsivo es reacio a hacerse atender, nunca reconoce que está enfermo, dice que es la manera que tiene de jugar. Es decir, siempre busca una excusa para no quedar excluido y seguir haciendo lo que le gusta, que es jugar”.
Spinelli también contó que hay excepciones: “dentro de esa temática hay gente que pide ser excluida de las salas de juego, llenan un formulario para que no se los deje entrar, pero en realidad, son los menos”.
En esos casos, el jugador completa una declaración jurada en la que autoriza a la sala de juego a no dejarlo entrar, pero a veces rompe él mismo la norma. “Muchos se han disfrazado para ingresar porque se arrepienten de su propia decisión”, explicó Spinelli.
No existe un registro sobre la cantidad de jugadores compulsivos en la provincia ya que normalmente “casi nadie admite que está enfermo y por lo tanto, tampoco se someten al tratamiento para la cura. El jugador por si mismo es difícil que reconozca la adicción y muchos llegan solo porque el grupo familiar los trae. En el gabinete, los profesionales efectúan terapias para recuperarlos, tratan de persuadirlos para que dejen de jugar, pero si no se puede los derivan a centros especializados”.
Para la atención de las personas afectadas, el Iafas alquiló un departamento que se utiliza para tal fin. “Era importante que los pacientes tuvieran mayor privacidad, y por eso dispusimos que el gabinete funcionara en un lugar diferente al Instituto y de tarde”.
Los interesados en requerir mayor información pueden comunicarse al número (0343) 4201158.
Fuente: aimdigital
domingo, 17 de agosto de 2008
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