martes, 7 de octubre de 2008

Hagan juego, señores

Argentina - Santa Fé. Y finalmente el casino desató la polémica. En la previa, la mayoría de los santafesinos apostaba literalmente a las ventajas de su llegada. Pero a los pocos meses surgen preocupaciones desde diversos sectores. Los cuestionamientos acerca de los perjuicios de la incorporación del juego a nuestra provinciana cotidianeidad son bastante diversos. Lo cierto es que las "maquinitas" están entre nosotros y vinieron para quedarse.
Aunque los vecinos la veamos mejor, la nuestra no es una urbe turística a la manera convencional, poca gente viene acá a pasar quince días de vacaciones sólo en este lugar; en general, lo hace por pocos días o de paso hacia otros destinos. En otros sitios de descanso, Mar del Plata, por ejemplo, el casino es sólo un lugar de entretenimiento más, adonde los turistas concurren durante el tiempo que dura su ocio.
Acá la cuestión es algo diferente. Una observación colectiva rápida denota, prima facie, que los habitués del lugar son personas de clase media baja y baja que concurren con la ilusión de ganar mucho con muy poco. Es que, para jugar en una "maquinita", hacen falta apenas unos centavos.
También se habla de la masiva concurrencia de empleados públicos y ahí aparece una propuesta que roza el absurdo; hay quienes piensan que el casino debe cerrar entre las 7 y las 13 para impedir que los empleados públicos dejen su trabajo y se escapen a jugar. Es como pretender que los colegios secundarios cierren para evitar que los estudiantes se "hagan la rata".
En esta ciudad que es líder en la fabricación de pobres, las proposiciones de mejora de vida deberían abordar temas relacionados con brindar educación a todos los sectores sociales y generar empleos genuinos. También en promover buenos jefes que hagan que los trabajadores del Estado cumplan con las funciones que los vecinos pagan.
La ludopatía es una adicción que amerita ser tratada, pero la desesperación por salir de la pobreza debería centrar la atención de los que tienen en sus manos el destino de muchas personas, a las que un sueldo digno les evitaría la tentación de caer en el juego, donde, en la mayoría de los casos, con suerte saldrán mal.
Fuente: ellitoral

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