jueves, 9 de octubre de 2008

Como se ve este miércoles, el miedo o la ciclotimia parecen imponerse a la lógica

Argentina - Oriente se desplomó hasta 9,4%. Europa occidental cayó hasta 5,9%. Wall Street recobró más de 2% y volvió a caer. Esta jornada partida en tres trasunta un clima: al haber acciones muy baratas, aparecieron compradores, que luego se esfumaron.
En verdad, tecnología, insumos y materias primas habían tocado en Nueva York –el martes- mínimos en diez a trece años. Esto desencadenó una ola de compras que hizo remontar bajas iniciales y llegó a +1,7% (Dow Jones 30), +2,35 (Standard&Poor’s 500) y 2,7% (Nasdaq compuesto). Entre los papeles más beneficiados figuraban Qualcomm, Apple, Monsanto, Alcoa, Río Tinto, etc. Pero, en los últimos 40 minutos tornó el miedo y hubo retrocesos de 0,83% (Nasdaq C), 1,14% (S&P 500) y 2,02% (DJ 30)
Horas antes el panorama era un desastre. Singapur se desplomaba 6,6%, Hongkong 8,2% y Tokio un traumático 9,4%. Más tarde. Hubo retrocesos menos pronunciados en Londres (-5,2%) y Fráncfort (-5,9%). Por el contrario, los crudos mantuvieron US$ 84 el barril (Brent londinense) y US$ 89,50 (WTI, Nueva York). El oro subió hasta US$ 902 la onza y el euro hasta US$ 1,375.
Lo ocurrido en Asia oriental y sudoriental, Europa occidental o EE.UU. puede calificarse con un tecnicismo en boga: “onda de retroalimentación negativa”, el vulgo la llama pánico y refleja una obsesión por apostar. Dicho mal y pronto, es una forma de ludopatía bastante común en el mundo bursátil (donde le dicen “timbear”).
Pocos factores explican tan bien la caída de Wall Street, la última hora del martes, o la de Tokio el miércoles. Entre otras cosas, ayer la cartera Standard&Poor’s 500 cedió al mínimo en cinco años y volvió a bajar el miércoles. Pero en ambas jornadas no había surgido sorpresa alguna entre los cierres al este y el oeste del Atlántico.
Por el contrario, los operadores debían sentirse felices ante la posibilidad de que la Reserva Federal gastara más dinero de los contribuyentes. Esta vez, prestando directamente a empresas privadas con problemas para colocar papeles comerciales; es decir, deuda no titulizada.
Las acciones abrieron el martes en leve alza, por cierto, pero más tarde perdieron entre 5 y 6%. Al parecer, por rumores sobre la situación de bancos como Morgan Stanley o Royal Bank of Scotland. Pero el rebote del miércoles indica que sería un error limitarse a buscar cadenas de causa-efecto en esos giros del mercado. Menos cuando medio mundo es azotado por un maremoto financiero.
A decir verdad, los mercados de riesgo son veros casos de estudio sobre psicología colectiva. En épocas normales, la especulación es una mezcla más o menos estable de codicia y temor. Hoy se impone el segundo, con inversores que sucumben a una versión de “huir sin pelear”: primero vender, después preguntar. “La gente se mete en un receptáculo, se tapa la cabeza y espera que el cielo se les venga encima”, apunta William Ackman, gestor de fondo de cobertura (derivados) en Nueva York.
Pero es “bunker” está repleto. Tanto que, según algunos analistas, surgen ya señales de “capitulación”. Vale decir, hasta los más optimistas tiran la toalla cada vez que hay una corrida en el mercado. El miedo se palpa en cada rincón, estalla en titulares que hablan de una depresión como la de los años treinta y en miles que se reúnen ante las pantallas para seguir las cotizaciones. O para escuchar a dos oráculos tan depreciados como Benjamin Bernanke (RF) y Henry Paulson (hacienda). Existe otra visión de los hechos. Por ejemplo, las señales de capitulación pueden indicar que el piso está cerca, de ahí el efímero de hoyrepunte en Wall Street. Eso creen expertos como Samuel Stovall, estratega en la división de investigaciones bursátiles de Standard & Poor’s. Lo opuesto a capitulación, claro, es meterse en el pico de una burbuja especulativa, actitud típicamente ludópata. Así ocurrió con el auge inmobiliario que se desinfló hace catorce meses.
Fuente: mercado

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