
Durante unas vacaciones en la costa azul Churchill quiso ir a jugar al casino del Montecarlo, y Colville, con su característica prudencia, le disuadió por el impacto mediático que podía tener la presencia del primer ministro británico en el famoso casino. Churchill accedió a no acudir al casino pero le dio dinero a Colville y le pidió que fuera él a jugar en su lugar, añadiendo que si ganaba irían a medias y que si perdía, como obviamente ocurrió, no se lo tendría en cuenta.
Fuente: ABC - Fragmento extrído de "Anécdotas de un estadista valiente"
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